viernes, 10 de abril de 2020

Palabras compañeras


Hoy más que nunca los discursos pueden apaciguar, acompañar a tantos corazones sumidos en la confusión y la incertidumbre. Quizá, como en ningún otro tiempo, las palabras deban apartar a la razón de promover la inquietud acariciando el dolor de tantos hombres y mujeres prisioneros. Es el momento de hacer del lenguaje un sutil instrumento cuya eficacia moral sólo se verá recompensada por un gracias o un te quiero, como antiguos mitos que acompañaban a almas desamparadas preparándolas para el bien morir. Quizá vaya siendo hora de abandonar la confrontación y la dialéctica para dejar paso a ese otro discurso de palabras suaves, endulzadoras de tiempos cegados por el desasosiego. Abandonaremos aunque sea durante unos días la disputa sobre quién lo hizo o por qué no tomaron medidas, como cuando recibíamos de nuestros padres aquellos cuentos regalados que nos abandonaban al sueño. Miraremos los ojos de los demás como estando necesitados de consuelo y de verdad. «La recompensará será bella y grande la esperanza».

                              José Antonio Porcel, Caminando

4 comentarios:

  1. Debería llegar esta propuesta, que la mayoría hacemos nuestra -o eso creo-, especialmente a todos esos amplificadores, voceros inconscientes que colaboran difundiendo el veneno de los "políticos" del cuanto peor, mejor.

    ResponderEliminar
  2. Muy cierto. Haciéndola nuestra ya hacemos mucho. Gracias por pasarte a la hora del vermú.

    ResponderEliminar
  3. Alguien muy especial para mí decía siempre que nunca se debería hablar solo para destruir. Que siempre cabía una palabra amable.
    Ojalá aprendamos algún día y como dices, podamos ver consuelo en los ojos del otro.

    ResponderEliminar