sábado, 23 de febrero de 2008

Popper y su rechazo a la intuición como forma de conocimiento (2ª parte)

En el presente post me propongo, en primer lugar, señalar una de las críticas fundamentales que ha recibido la propuesta epistemológica de Karl Popper a cargo de Donald Gillies, recogida en su ponencia El problema de la inducción y la Inteligencia Artificial presentada el día 14 de marzo de 2003 en las Jornadas sobre Karl Popper: revisión de su legado (ed. de Wenceslao J. González, Unión Editorial, 2004) A continuación me permito elaborar una reflexión personal sobre el alcance de dicha crítica a la epistemología popperiana.
Pero antes de conocer la crítica de Gillies repasemos la razón fundamental por la cual Popper rechaza la inducción como método científico:
El problema de la inducción se define como sigue: dado que la experiencia muestra que la inducción no es un procedimiento fiable para derivar conclusiones ciertas, surge el problema de cómo justificar entonces el uso de la inducción como procedimiento científico válido. A este problema Popper lo llama el problema filosófico tradicional de la inducción.
La estrategia de Popper para resolver el problema de la inducción consiste en negar la existencia misma de la inducción, tanto como hecho psicológico útil para la vida cotidiana como procedimiento científico. Popper afirma en Conocimiento objetivo que el problema tradicional de la inducción "asume que hay inferencias inductivas y reglas para realizar inferencias inductivas; y esto …. es un supuesto que no debería establecerse de manera acrítica, y es algo que yo… considero erróneo." E insiste en que "la inducción, esto es, la inferencia basada en muchas observaciones, es un mito. No es un hecho psicológico, ni un hecho de la vida ordinaria, ni tampoco de procedimiento científico." Por tanto, si no existen la inducción y las inferencias inductivas, no hay necesidad de intentar justificarlas.
El argumento (o la evidencia) que da Popper para sostener su rechazo a la inducción como método científico consiste, como ya apuntábamos en el post anterior, en señalar que la observación pura e inmediata no existe, ya que toda observación está mediada por una serie de intereses, puntos de vista, o expectativas que son los responsables de aquélla: "La observación es siempre selectiva. Necesita un objeto seleccionado, una tarea definida, un interés, un punto de vista, un problema. Y su descripción presupone un lenguaje descriptivo con palabras apropiadas; supone semejanza y clasificación, lo cual, a su vez, implica intereses, puntos de vista, problemas…."
Por tanto, lo mismo que también Carnap, Popper, por éste y otros argumentos derivados, rechaza la existencia de un procedimiento inductivo entendido como un método científico regido por una serie de reglas fijas. Es decir, para Popper, como nos recuerda Gillies, no existe ni puede existir una serie de reglas, fijas e inconmovibles, que nos permita encontrar hipótesis que expliquen satisfactoriamente los hechos observados. Se trata por el contrario de una cuestión de ingenio e imaginación. Sin embargo, concluye Gillies, los avances en Inteligencia Artificial han mostrado que ambos, tanto Carnap como Popper, se equivocaron en este punto. Indica el autor que se han creado ya programas que capacitan a los ordenadores para formular hipótesis satisfactorias a partir de una serie de datos y de reglas de inferencia inductiva, lo cual ha dado como resultado el descubrimiento de leyes científicas importantes y hasta entonces desconocidas.
Es el caso del computador GOLEM, que funciona del siguiente modo: a partir de la observación de una serie de casos, de una generalización particular (por ejemplo, al observar varios cisnes blancos en el río Támesis cerca de Londres), infiere una generalización general (todos los cisnes en el Támesis son blancos), y luego, de dicha observación, una más global (todos los cisnes en Inglaterra son blancos), y así sucesivamente. Por tanto, a partir de un conocimiento previo y de los datos observados, el computador, haciendo uso de una serie de reglas de inferencia inductiva, llega a construir hipótesis y leyes explicativas. Así, en el caso del aprendizaje de la máquina, concluye Gillies, las hipótesis no se obtienen por medio de la imaginación y del ingenio, como postulaba Popper, sino que se adquieren haciendo uso del procedimiento de inferencia inductiva.
Ahora bien, y aquí me permito una reflexión personal, para analizar en qué medida el aprendizaje del ordenador GOLEM invalida la concepción de la ciencia de Popper, tal como piensa Gillies, es necesario considerar lo siguiente: que el funcionamiento de GOLEM pruebe (al menos, provisionalmente) la inducción como procedimiento científico válido, no significa que el método de la inducción no deba ser sometido a prueba y pueda probarse su falibilidad.
En efecto, el hecho de que el computador GOLEM permita construir hipótesis y leyes fiables, basándose en el método de la inducción, no implica que la inferencia inductiva sea un procedimiento definitivamente válido, es decir, que cada vez que diseñemos un ordenador de esas características éste vaya a funcionar igualmente bien. Si admitiéramos esto, estaríamos dando por supuesto, acríticamente, la validez del principio de inducción, que resulta no puede ser demostrada en ningún caso por la experiencia, ya que todo argumento basado en ésta presupone la validez de dicho principio.
En todo caso, podemos concluir del análisis del ordenador GOLEM que, cada vez que un computador de esas características proporciona unos resultados satisfactorios, aumenta la probabilidad de que el principio inductivo sea finalmente un método válido de conocimiento. Por ello, lo deseable sería someter a prueba la supuesta fiabilidad del computador, poniéndolo a funcionar en diferentes contextos y bajo diversas condiciones iniciales, tratando de encontrar los casos en que éste errara en la búsqueda de hipótesis explicativas. Pero piénsese que con esta actitud no estaríamos si no apelando al ingenio y a la imaginación, que habían sido rechazados por Gillies con ocasión del funcionamiento del computador GOLEM.

domingo, 10 de febrero de 2008

Popper y su rechazo a la intuición como forma de conocimiento (1ª parte)

Es sabido que una de las intuiciones fundamentales que lleva a Popper a cuestionar la concepción positivista del conocimiento científico se traduce en la idea de que el conocimiento no comienza por la adquisión de datos, impresiones o experiencias elementales, sino por disposiciones o preferencias innatas. En el mismo sentido, Popper rechaza la observación pura, inmediata, como fundamento primero de la adquisición del conocimiento, arguyendo que toda observación está mediada por algún programa o teoría previamente elaborado y aprendido. Es decir, la observación pura, el conocimiento seguro e inmediato, es una pura quimera, una ilusión, un malentendido que ha llevado a los positivistas a fundamentar la ciencia en tierras arenosas y nada fiables.
Esta idea popperiana es en realidad un rechazo a la intuición como forma de conocimiento seguro e indubitable. La intuición de los datos de lo sentidos, de los universales o de los principios lógicos a priori, por donde debe comenzar el conocimiento si ha de ser fiable, es para el pensamiento positivista (pienso ahora en Bertrand Russell) la forma primaria de conocimiento seguro y el punto de partida en la construcción científica de la realidad. De ahí que Popper enseguida se apartara de dicha escuela y comenzara a ensayar otras soluciones para esclarecer la cuestión de la naturaleza del conocimiento, naciendo así el método crítico de las conjeturas y refutaciones.
En el siguiente post me propongo recapitular y examinar algunas de las críticas que ha recibido la concepción popperiana de la ciencia, analizando en qué medida ésta supera al programa positivista y acierta en sus intuiciones más fundamentales, como la que acabamos de comentar.
De momento, os dejo con Ortega y Gasset, que tan bien ilustra (¿y anticipa?) la crítica popperiana a la observación como comienzo del conocimiento:
"Antes que veamos lo que nos rodea somos ya un haz original de aptetitos, de afanes y de ilusiones. Venimos al mundo, desde luego, dotados de un sistema de preferencias y desdenes, más o menos coincidentes con el prójimo, que cada cual lleva dentro de sí armado y pronto a disparar en pro o en contra como una batería de simpatías y repulsiones (...) El que desea la riqueza material no ha esperado para desearla ver el oro, sino que, desde luego, la buscará dondequiera que se halle, atendiendo al lado de negocio que cada situación lleva en sí. En cambio, el temperamento artista, el hombre de preferencias estéticas atravesará esas mismas situaciones ciego para su lado económico y prestará atención, o mejor dicho, buscará por anticipado lo que en ellas resida de gracia y de belleza. Hay, pues, que invertir la creencia tradicional. No deseamos una cosa porque la hayamos visto antes, sino al revés: porque ya en nuestro fondo preferíamos aquel género de cosas, las vamos buscando con nuestros sentidos por el mundo." (José Ortega y Gasset, ¿Qué es filosofía?, Alianza Editorial, p. 208)