jueves, 27 de diciembre de 2012

El talento para destruir talentos

Son muchas las promesas que anuncia el segundo borrador de la LOMCE en sus primeras páginas, pero muy pocos los propósitos en los que se especifica la forma de llevarlos a término. Es el caso del propósito de establecer los mecanismos necesarios para descubrir los talentos singulares de cada alumno: "Todos los estudiantes poseen talento, pero la naturaleza de este talento difiere entre ellos, por lo que el sistema educativo debe contar con los mecanismos necesarios para reconocerlo y potenciarlo. El reconocimiento de esta diversidad entre alumnos en sus habilidades y expectativas es el primer paso de cara al desarrollo de una estructura educativa que contemple diferentes trayectorias." (p.1)

El problema no es sólo que no se diga nada acerca de cuáles deben ser estos mecanismos, sino que no se pone en cuestión su existencia. Después de todo, quizá no existan. El sentido común nos dice que conforme el estudiante va esforzándose y afrontando los problemas con los que se encuentra en su aprendizaje, va descubriendo aquello que se le da mejor y aquello que le cuesta más. Al fin y al cabo, el talento no es más que eso: tener facilidad para el desempeño de una actividad. No creo que el talento sea algo que pueda descubrirse de golpe, sino progresivamente y, en todo caso, es uno mismo quien lo ha de reconocer, y no instancias externas mediante yo que sé que mecanismos. El borrador, contrariando el sentido común, incide sin embargo en que uno de los fines de la educación debe ser el de fijar la atención sobre los alumnos, cual objetos a examinar, para descubrir en ellos sus diferentes y variables talentos: "Para ello, todos y cada uno de los alumnos serán objeto de atención en una búsqueda de desarrollo del talento, que convierta a la educación en el principal instrumento de movilidad social, ayude a superar barreras económicas y sociales y genere aspiraciones y ambiciones realizables para todos." (p.1)

Me temo que este ensayo que promueve la LOMCE para descubrir talentos no hará más que frustrarlos, y es que la educación no debe dirigir al alumno, sino permitir que sea éste quien dirija su propio aprendizaje. El sistema educativo no puede ni debe garantizar que las decisiones del alumno respecto a su porvenir académico y profesional se correspondan con sus verdaderos talentos y capacidades, fundamentalmente, porque estos no son muchas veces estables ni definidos, sino variables y multiformes. El sistema lo que debe garantizar es que, cualquiera que sea el itinerario que haya elegido el alumno, éste esté lo suficientemente preparado para cursarlo.