miércoles, 27 de marzo de 2013

25 de Marzo de 1.944. Los capturados de la RAF emergen de la tierra.

Un volver a empezar, como nacer otra vez, aunque ahora saldrás por un sucio agujero y no habrá llanto ni alegría, en el bosque estarás solo.

Tu frente no hace línea en el mapa, estás en su retaguardia, caíste dentro de la alambrada, en la zona del olvido y nadie cuenta ya contigo.

Atado de pies y manos, enjaulado, te aferras a un sueño imposible, inalcanzable, eres preso de ti mismo y acabarás muerto o pilotando hacia Berlín con la bodega cargada, y volverá a girar la moneda, cara o cruz, pero nunca llegarás a Piccadilly.

Cuando tu uniforme se pudre dentro de un sucio barracón, y el huracán sigue soplando ahí fuera, comprendes que la libertad del mañana se esfumó en la tormenta y sólo queda montar lío aunque sea sin pistola.

Tus deseos quedan reducidos a sentirte útil dentro del anonimato, a ser un grano de arena en medio de una montaña, y llegó la hora cavar un túnel, de ser una gota.

Condenado a ser el ratón te quedará ser abatido en una estación de ferrocarril donde no habrá próximo tren ni flores decorando el anden.

Sabías el final pero sólo te quedaba intentarlo, hasta alcanzar lo inevitable, y lo intentaste, y te regalaste ese maravilloso instante, ese último suspiro consciente, ese latido honrado, calmado, tuyo.
 
 
Samuel Porcel Dieste

domingo, 24 de marzo de 2013

El pesimismo optimista de Schopenhauer

Nada hay fijo en esta vida fugaz: ¡ni dolor infinito, ni alegría eterna, ni impresión permanente, ni entusiasmo duradero, ni resolución elevada que pueda persistir la vida eterna! Todo se disuelve en el torrente de los años. Los minutos, los innumerables átomos de pequeñas cosas, fragmentos de cada una de nuestras acciones, son los gusanos roedores que devastan todo lo que hay de grande y atrevido… Nada se toma en serio en la vida humana: el polvo no merece la pena. Debemos considerar la vida cual un embuste continuo, lo mismo en las cosas pequeñas como en las grandes. ¿Ha prometido? No cumple nada, a menos que no sea para demostrar cuan poco apetecible era lo apetecido: tan pronto es la esperanza quien nos engaña, como la cosa esperada (…) Lo mismo que, desde el punto de vista físico, la marcha no es más que una caída siempre impedida, así también la vida del cuerpo no es más que una muerte siempre suspensa, una muerte aplazada, y la actividad de nuestro espíritu sólo es un tedio siempre combatido… A la postre, es menester que triunfe la muerte, porque le pertenecemos por el hecho mismo de nuestro nacimiento, y no hace sino jugar con su presa antes de devorarla.” (Arthur Shopenhauer, El amor, las mujeres y la muerte)

Se dice que la vida nos pertenece, cuando somos nosotros los que pertenecemos a ella. ¿Y a qué aspira la vida? A nada. El único fin de la vida es perpetuarse a sí misma, y como la vida no aspira a nada, el único fin de la vida es la Nada. Lo que se pensaba que era un medio, ahora resulta que es el fin. Los científicos siempre han creído que la vida es un medio para alcanzar la Verdad, los artistas para alcanzar la Belleza, pero más que fines, son pretextos para seguir viviendo. Nada sirve más que para prorrogar la Nada.

Se habla del pesimismo de Schopenhauer, ¿pero no es su metafísica de la Nada una invitación a la Vida, a esa otra vida que, liberada de ataduras y temores, no puede más que mirarse a sí misma? Decía Goethe que es el canto que canta la garganta, el pago más gentil para el que canta.

viernes, 1 de marzo de 2013

La última lección de Chang Lien

Schopenhauer mantiene la convicción de que el dolor vivido tiende a expulsarse, a sublimarse en el mejor de los casos, de ahí que el material de los artistas, lo mismo que el de los psiquiatras y psicoanalistas, sea el sufrimiento humano. Recuerdo la lección que el maestro Chang Lien da a Pu Ya en La última lección de música de Chang Lien. La única forma de acercarle a la música, o mejor, de acercar la música a su corazón, es haciendo que viva hasta el fondo el desamparo y el miedo, abandonándolo en lo más profundo de las Montañas y en lo más oscuro de la Noche -"Empezó entonces a tocar la guitarra, cantando, y lloraba con dulzura. Luego lloró en el fondo de su corazón y sólo las lágrimas eran sonidos."- Para expresar primero hay que tener algo que expresar. Pero no sólo eso, sino que precisamente es el dolor, la necesidad vivida, lo que mueve a la expresión. Este es el tema de El problema de Aladino; también Schopenhauer lo enuncia con estas palabras: "Templos e iglesias, pagodas y mezquitas, atestiguan en otros tiempos, con su magnificencia y su grandeza, la necesidad metafísica del hombre, que, fuerte e indestructible, sigue paso a la necesidad física." (El amor, las mujeres y la muerte)

Y es que no sólo nos movemos por fines o valores. La concepción occidental del progreso se reafirma en la idea de que el fundamento del progreso, en cualquiera de sus modalidades, es la capacidad de valoración, de atribución de fines valiosos, dando a entender que sólo el fin proyectado mueve, o que la única manera de avanzar es progresando. Claro que para que la necesidad mueva, ésta tiene que despertar, manifestarse. La misión del enviado Phares en El problema de Aladino es precisamente ésta: revelar lo misterioso del mundo, lo asombroso del Ser, escenificado magistralmente en un jardín de suyo inexplicable, a fin de despertar el eros de conocimiento: "Los esfuerzos de Phares apuntaban si no a superar sí por lo menos a tender un puente sobre el dualismo y volver atrás pasando por todas las escisiones; también pasando por aquéllas en plantas y animales y en géneros. Para ello habría que sacudir en primer lugar los pilares del bien y del mal. Y entonces también podría caer la barrera entre hombres y dioses."

La experiencia del misterio es la chispa que enciende la llama. Lo primero no es el Ser, la Vida o el Yo. No hay realidades, sino experiencias primeras, y aquí confluyen la ciencia, el arte y la metafísica.