sábado, 31 de mayo de 2008

¿Dónde queda la filosofía?

Sin duda la educación aquí en España desvirtúa el sentido, la finalidad y la labor de la filosofía. Con la llegada de los nuevos currículos, programaciones y libros de texto, uno reflexiona y se da cuenta de que la filosofía, como disciplina del conocimiento, se está desvaneciendo. Los programas y manuales educativos ya no dejan lugar para la reflexión y la argumentación crítica, lo que supone que alguien deba prescindir de ellos si realmente quiere prepararse y ejercer como filósofo.
Se nos dice que lo que importa es que el estudiante conozca los recursos y estrategias para ser un buen ciudadano, que entienda el modo como se estructuran las actuales sociedades democráticas para que sepa a qué atenerse en su futura vida como ciudadano de esta sociedad, que comprenda los problemas verdaderamente relevantes que afectan a las sociedades contemporáneas, pero todo ello, claro está, a un precio muy alto: sacrificando la labor de la filosofía. ¿Cómo un alumno va a discutir los fundamentos de la moderna psicología experimental si a lo que se le obliga es a cumplir con lo que dicta dicha disciplina?, ¿cómo puede el estudiante discutir, o siquiera comprender, los fundamentos de los sistemas democráticos, si el aprendizaje consiste meramente en un conocimiento de sus organismos políticos y jurídicos?, ¿cómo puede abrirse a otras cuestiones si se le dice que los problemas que verdaderamente hay que resolver son estos?
Lo mismo que el científico, al menos en sentido moderno, necesita no sólo de los conocimientos y de la naturaleza, también de los laboratorios, de la experimentación, de la más avanzada tecnología, para que pueda emprender, mejor o peor, su labor como científico, el filósofo requiere al menos de la argumentación, de la fundamentación, de las fuentes y textos, para asimilarlos, discutirlos, amistarse o enemistarse, nacer y crecer con ellos. Necesita comprender la raíz de las cosas, ir a la raíz, que ésta pueda descubrirse, porque de otra forma, si ésta no aparece o simplemente no existe, como ocurre en los actuales manuales de filosofía, nunca podrá nacer como filósofo.

sábado, 24 de mayo de 2008

Evolución y cristianismo

¿Descarta la teoría de la evolución de Darwin la posibilidad de un diseño inteligente que determine el curso de la Naturaleza?, ¿puede un darwinista ser cristiano, y al mismo tiempo ser coherente?, ¿o los hallazagos de Darwin, y luego los de Watson y Crick sobre el ADN, constituyen una nueva corroboración del ateísmo?
Para quien quiera indagar en cuestiones como éstas recomiendo las lecturas de F.J. Ayala, Darwin y el diseño inteligente: creacionismo, cristianismo y evolución, (Alianza, Madrid, 2007); y de M. Ruse, ¿Puede un darwinista ser cristiano?: La relación entre ciencia y religión, (Siglo XXI, Madrid, 2007)
Os dejo ahora una invitación tomada del ya citado Los científicos y Dios, de Antonio Fernández-Rañada:
Es cierto que aparecimos en este universo por azar, pero la idea de azar es sólo un disfraz de nuestra ignorancia. No me siento extraño en este universo. Cuanto más lo examino y estudio los detalles de su arquitectura, más evidencia encuentro de que, en algún sentido, el universo sabía que íbamos a llegar
(Princenton Freeman Dyson, Disturbing the Universe, Harper und Row, New York, 1979, cap. 23)

jueves, 8 de mayo de 2008

A un paso de la nada

Si un gran pueblo no cree que en él solo se encuentra la verdad, si no cree que él solo está llamado a resucitar y salvar al universo por su verdad, deja inmediatamente de ser un gran pueblo para devenir una materia etnográfica. Jamás un pueblo verdaderamente grande se puede contentar con un papel secundario en la humanidad; su papel aun importante no le basta, le es necesario absolutamente ser el primero. La nación que renuncia a esa convicción, renuncia a la existencia.
F. Dostoievski, Los endemoniados