miércoles, 4 de marzo de 2009

Más sobre el plan Bolonia

Hace unos días el blog Antes de las cenizas, firme en su propósito de criticar y oponerse argumentativamente a la tendencia educativa vigente en nuestro país, nos invitó a reflexionar sobre el proceso de Bolonia y su implicación para la filosofía y su lugar en la educación. En lo fundamental no puedo estar más de acuerdo con lo expuesto en el post que publica dicho blog, y que titula La basura que viene de Bolonia. Su tesis principal, que compartimos en su totalidad, viene a afirmar que el problema fundamental de la educación actual, al menos la de nuestro país, consiste en un sistema determinado a frenar y dificultar el desarrollo natural de la razón y la búsqueda natural del conocimiento por el conocimiento. El funcionamiento del sistema educativo, tal como actualmente está concebido, lejos de favorecer la investigación científica y la discusión crítica y abierta sobre propuestas pedagógicas, se basa en la imposición de programas, proyectos y recursos cuyo fin último consiste en que el estudiante y el educador adquieran una serie de habilidades y estrategias ‘supuestamente’ necesarias para la buena investigación y docencia. Desde esta perspectiva, el buen hacer en el aula no pasa por la profundización y la adquisición de nuevos conocimientos de la materia que se imparta, sino por la adquisición de habilidades pedagógicas aplicables a toda situación. De lo que se trata es de construir ‘hombres hábiles’, sagaces, competitivos, y cuanto menos se cuestionen su circunstancia mejor.

Al hilo de estas ideas, me viene a la mente una idea del ensayo recientemente publicado de José Antonio Marina La pasión del poder, muy recomendable para todo lector interesado en profundizar en la naturaleza del poder (lo tenéis en Anagrama), que hace referencia a la necesidad de pensar en una educación que prevenga al ciudadano de las estrategias de dominación del poder y le predisponga a ejercer plenamente su libertad:

Maquiavelo escribió: "Yo he enseñado a los príncipes a ser tiranos, pero también he enseñado al pueblo a destronar a los tiranos." Al estudiar cómo se configura el sujeto de poder, cuáles son sus mecanismos, recursos y estrategias, me interesa averiguar también cómo se pueden desactivar las estrategias de la dominación injusta. De la misma manera que hubo una copiosa literatura de manuales de educación del príncipe para ejercer el poder, necesitamos manuales de educación del ciudadano para ejercer la libertad. Y en uno de sus primeros capítulos habría que enseñarse a desenmascarar al poder, a deconstruir sus mitologías.


Volviendo al tema Bolonia, pienso que la implantación de dicho plan, si bien puede llegar a entorpecer la libre investigación, no podrá acabar con el ímpetu filosófico, de búsqueda de la verdad, consustancial al ser humano. Mientras sigamos siendo conscientes de nuestra ignorancia, de todo lo que nos falta por saber, seguiremos empeñados en buscar la verdad en las diferentes disciplinas del conocimiento. Me remito a mi experiencia como docente, que me confirma la existencia de alumnos más empeñados en comprender la teoría de la relatividad de Einstein o el método dialéctico de Platón que en pasar el tiempo ante el televisor, Internet o el Power-Point. Pero lo que no hay que olvidar es que la filosofía, diversificada también en las ciencias, debe ejercerse como una actividad libre y crítica, de forma creativa y creadora, alejada de imposiciones y determinaciones externas. No se aprende a filosofar, sino que se filosofa aprendiendo, aproximándonos a la verdad; y la educación, como también nos recordaba Ricardo Moreno en su ya célebre Planfleto antipedagógico, en primer lugar debe de potenciar nuestras capacidades y hacer incrementar nuestros conocimientos, porque sólo así, con los conocimientos previos adecuados y habiendo ejercitado nuestras facultades, podremos dedicarnos cuando sea menester a esa encomiable tarea que es la búsqueda de la verdad.