domingo, 29 de junio de 2008

El artista de la Nada

Recientemente he visitado en Zaragoza la exposición de un joven artista zaragozano que se ha consolidado ya como uno de los más prometedores en el panorama artístico actual. Su nombre es Álvaro Díaz-Palacios.
Le considero como un artesano del lugar, de espacios deshabitados, algunos inhóspitos, que nos atraen pero al mismo tiempo nos aterran. Lejos de acogernos, nos sobrecogen y nos invitan a retirarnos. Los personajes que los habitan, algunos ausentes, desarraigados de toda tradición que les defina, nos miran aguardando a que nos alejemos, a que no nos inmiscuyamos más en su intimidad, casi nos amenazan para que les dejemos estar.
Su obra no sólo transmite un complejo de sensaciones, refleja también un modo de mirar, una forma de acceder al conocimiento de lo real. Su mirada, lúcida y valiente, inocente pero al mismo tiempo sabedora, como la que anima a la niña de su cortometraje Mythosis (2007) en su viaje interior, dibuja la esencia íntima de la realidad, como ya vió Heráclito de Éfeso, siempre en constante transformación, en perpetuo devenir, inhaprensible para el concepto, no así para la imagen. Sus personajes padecen esta misma metamorfosis, una mitosis, son ella misma, cuestionándose (y con ello haciéndonos cuestionar) qué somos, si somos, si hay algo en nosotros por lo que seamos o si al fin no hay nada de lo que creíamos ser.
Es el artista de la Nada, de aquello que no es, porque no hay nada que sea, que llegue a ser, todo es un constate devenir, una perenne aspiración, un dejar de ser para nuevamente aspirar a ser, una mitosis.

Podéis visitar su exposición 'After Party', que organiza el Ayuntamiento de Zaragoza (Servicio de cultura), en Torreón Fortea, Torrenueva, 25 - 50003 - Teléfono: 976 721 400 Horario: Laborables, de 10 a 14 h y de 17 a 21 h Festivos, de 10 a 14 h Lunes, cerrado

sábado, 28 de junio de 2008

Labor del profesor


En estos tiempos que corren no está de más recordar que la filosofía, en sentido propio, nace y se alimenta de la discusión. No habría filosofía sin discusión. Esto es sencillo de comprobar: tómese cualquier filósofo y se verá que su pensamiento nace de la confrontación con otro parecer. A diferencia de otras formas de expresión, más solitarias, la filosofía necesita del otro, del discurso que nos da el otro.


Pero discutir bien no es tarea fácil, todo lo contrario, requiere al menos de la reflexión, el otro ingrediente básico que compone la filosofía. Efectivamente, en el ejercicio de la discusión lo que se busca en primer término es comprender lo que defiende el autor y luego, si es el caso, encontrar el modo de expresar las razones por las cuales no se está de acuerdo con su parecer. Por ello la discusión requiere de la ensimismación, de la reflexión, de la búsqueda y expresión de esas ideas por las que no nos sentimos conformes con lo que nos es dado.


Es una pena que los actuales programas y libros educativos de filosofía no propicien ni permitan la discusión filosófica del alumno. Éste, con su capacidad reflexiva y discursiva, aunque dispersa y precaria, se encuentra con que lo que tiene que hacer para aprobar los exámenes, sean de Educación para la Ciudadanía o de Selectividad, es estudiarse de memoria una serie de contenidos a los que desafortunadamente se les llama filosofía. Por ello invito a los profesores a que centren su ocupación en estimular y propiciar la reflexión y la discusión filosófica de sus alumnos, porque aunque esta labor sea indudablemente ardua y a veces desesperanzadora, es la única forma de que la filosofía no acabe definitivamente desapariendo en las aulas.