miércoles, 27 de junio de 2012

25 de Junio de 1.876. La batalla de Little Big Horn.

El hombre blanco hizo su oferta: balas o reserva.

Para Caballo Loco no era un pedazo de tierra lo que estaba en juego, era el paisaje, y sabía que le acabarían usurpando la lluvia,
los búfalos, el ayer y el mañana, y se quedaría sin nada por mucho que le garantizasen un reservado donde dormir y comer.
Él lo quería todo, y no hablo de propiedades, como pensó en su día rostro pálido.

Este Jefe Indio no querría ver a sus Dioses, en el momento del tránsito, riéndose de él,
¡llegas con el pecho zurcido y los nudillos inmaculados! y te han tomado el pelo.

Y obró en consecuencia, eligió luchar.

Pero un grupo de personas haciendo el indio no pudo plantar cara a los Estados Unidos,
la realidad no es un cuento de romanos y galos, y fueron fulminados.
Se dieron un baño con su sangre y nadie les explicó el motivo,  
¿Por qué aniquilarnos si sólo queremos el bien para nuestro tesoro más preciado? sollozaron con voz baja.

Caballo Loco podría haber sido capaz de convivir con las cicatrices esculpidas en su amada por los fríos y feroces ferrocarriles,
toda vez que hubiese visto llover sobre inertes pastizales de hormigón. Pero no se fiaron de él y no le dieron opción.

Quizá si le hubiesen escuchado con atención los EEUU hubiesen ganado una grandísima cultura ecológica,
pero no, eligieron lo fácil, lo cobarde, masticarle, escupirle y si te he visto no me acuerdo,
carnaza para las sobremesas hollywoodienses a cuenta de la fecha del título. O eso pienso yo.

 
"Puerto de Bagüés (Zaragoza). El asfalto también recibe nevadas, aunque nada le aporten".

Samuel Porcel Dieste.