viernes, 27 de enero de 2012

Donde crecen las Cruces de Hierro























El inicio de este artículo es un retal de la última conversación audible en la película de Sam Peckinpah, La Cruz de Hierro (ambientada en la Segunda Guerra Mundial y que toma el título de una condecoración militar alemana).

De esta cinta me quedaré (de manera interesada y sesgada), con el Capitán Stransky. Este oficial acude al Frente Ruso en busca, unicamente, de tan valioso galardón.

Necesita ese engendro metálico con el que pavonearse en los cafés del París ocupado (a la sazón, otro trofeo), ¿cómo no tenerla siendo un oficial de noble ascendencia prusiana?, o lo que es lo mismo, ¿cómo ser un verdadero oficial prusiano sin poseerla?.

En el mundo de la bicicleta abundan los Stranskys, aquellos que sólo desean un diploma que dé credibilidad a sus proezas en una soleada tarde de Gran Vía y cucurucho.

Para otros muchos (donde me incluyo) las verdaderas cruces de hierro (entendidas como premio, no como acreditación, justa o injusta) crecen en el gusto por los días duros y sufridos, en la conquista de una nueva cima, por muy sucia y desconocida que ésta sea o en la satisfacción de dinamitar las piernas en la enésima rampa. Están en las gélidas mañanas de enero, en los oscuros días de noviembre, donde el invierno y pese a no haber empezado, parezca no tener fin, en los soliloquios primaverales del Dios Eolo o en los días donde el Sol te abandona a los caprichos de la niebla, también las vi en los ardientes caminos de julio donde el aire no se respira, se come.

De ahí este ramillete de fotos (Burdincurucheta, en euskera significa Cruz de Hierro), de lugares sin fama, recónditos sitios por donde nunca pasará Stransky en busca de su codiciada Cruz de Hierro.

Samuel Porcel Dieste

jueves, 26 de enero de 2012

Contra el santo

Así dice una de las pruebas de la existencia de Dios de santo Tomás:

"La tercera vía considera el ser posible o contingente y el necesario y puede formularse así. Hallamos en la naturaleza cosas que pueden existir o no existir, pues vemos seres que se producen y seres que se destruyen, y, por tanto, hay posibilidad de que existan y de que no existan. Ahora bien, es imposible que los seres de tal condición hayan existido siempre, ya que lo que tiene posibilidad de no ser hubo un tiempo en que no fue. Si, pues, todas las cosas tienen la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que ninguna existía. Pero, si esto es verdad, tampoco debiera existir ahora cosa alguna, porque lo que no existe no empieza a existir más que en virtud de lo que ya existe, y, por tanto, si nada existía, fue imposible que empezase a existir cosa alguna, y, en consecuencia, ahora no habría nada, cosa evidentemente falsa. Por consiguiente, no todos los seres son posibles o contingentes, sino que entre ellos, forzosamente, ha de haber alguno que sea necesario. Pero el ser necesario o tiene la razón de su necesidad en sí mismo no la tiene. Si su necesidad depende de otro, como no es posible, según hemos visto al tratar de las causas eficientes, aceptar una serie indefinida de cosas necesarias, es forzoso que exista algo que sea necesario por sí mismo y que no tenga fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de la necesidad de los demás, a lo cual todos llaman Dios." (Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, 1q.2.a.3. Traducción de Raimundo Suárez, Editorial B. A. C., t. I, Madrid, 1957. )

Mientras esta mañana explicaba a mis alumnos esta prueba, una alumna (a la que por deferencia voy a llamar SP) ha reparado en el siguiente aspecto de la argumentación del santo, sobre el que enseguida ha manifestado su disconformidad:

Ahora bien, es imposible que los seres de tal condición hayan existido siempre, ya que lo que tiene posibilidad de no ser hubo un tiempo en que no fue. Si, pues, todas las cosas tienen la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que ninguna existía.

La alumna SP, oponiéndose a estas palabras, ha puesto de manifiesto la posibilidad de admitir la coexistencia eterna de seres contingentes, teniendo en cuenta que, en este caso, lo eterno no sería cada ser contingente o cada grupo de ellos, sino la coexistencia misma de seres contingentes, cada vez distintos pero en relación perpetua con otros seres, como un ciclo indefinido de nacimientos y muertes. Por tanto, bajo este punto de vista, del hecho de que todos los seres sean contingentes (tengan la posibilidad de no ser) no se deriva con necesidad que hubo un tiempo en que ninguno existía.

¿Qué os parece?

sábado, 21 de enero de 2012

Falacias educativas (II): El bilingüismo, otra vez

Los actuales programas educativos orientados al fomento del bilingüismo en los centros de enseñanza primaria y secundaria, así como la metodología en que se apoyan, se fundamentan en el hecho de considerar como medio vehicular para la adquisición de conocimientos de diversas especialidades una lengua extranjera, que no domina ni quien imparte la materia ni quien la recibe. Mi tesis es que dichos programas son eficaces pero no eficientes, es decir, consiguen el propósito de que el alumno adquiera un nivel más avanzado de la lengua extranjera, pero a costa de conseguir consecuencias no deseadas. Veamos qué consecuencias son estas y por qué se producen:


El supuesto erróneo que a mi juicio pone en cuestión la eficiencia de dichos programas consiste en considerar que la lengua es, en esencia, un medio o un vehículo para la impartición de conocimientos, y no un fin en sí mismo. Es decir, la falacia de base consiste en suponer que el lenguaje se comporta como un medio para expresar una serie de ideas distintas de él mismo, cuando en realidad el pensamiento no se distingue ni puede separarse de la manera como está expresado o articulado. Así, una mala explicación de la teoría del ser de Parménides conduce irremisiblemente a la incomprensión de dicha teoría. El pensamiento se construye en y con el lenguaje, no es algo que pueda ser separado de éste.


Así, si concebimos, como lo hacen los actuales promotores de la secciones bilingües, que el papel del lenguaje es el de soportar o conducir el pensamiento - a modo como el cauce de un río lo hace con su caudal -, es natural que lleguemos a la conclusión equivocada de que ese pensamiento puede ser llevado o soportado indistintamente por cualquier lengua, nativa o extranjera, sin que por ello pierda ninguna cualidad. Ahora bien, si, como realmente ocurre, entendemos que el lenguaje y el pensamientos son inseparables, habremos de asumir que el pensamiento expresado en una lengua extranjera en proceso de aprendizaje adolecerá de carencias y limitaciones respecto de un pensamiento expresado en una lengua nativa plenamente asimilada tanto por el profesor como por el alumno. Por tanto, el verdadero problema consiste en saber si queremos que nuestros alumnos aprendan más inglés a costa de limitar y mermar sus posibilidades de comprensión, o, por el contrario, preferimos que potencien éstas volviendo a los métodos tradicionales de aprendizaje del inglés, que, por otra parte, tampoco se han mostrado ineficientes.

jueves, 12 de enero de 2012

Otra mirada





La mirada de nuestro querido colaborador Miguel Porcel retrata ese momento de indecisión, esencial a todo proceso creativo, con el que ha de contar el poeta antes de deshacerse o retomar definitivamente su obra. El papel, ligeramente arrugado -¿o quizá desarrugado?-, representa la parte residual del arte que nace precisamente en el momento en que no se da esa misteriosa conformidad entre el autor y su obra. La obra fotografiada habla sobre sí misma, sobre lo que queda de ella o sobre lo que aún no es, en cualquier caso, sobre lo que inunda el proceso creativo pero que ha quedado fuera del resultado. Nos habla también del tiempo, del tiempo de espera que toda obra necesita para su composición, de la incertidumbre que esconde esa mirada desconfiada que no termina de despegarse del papel.

lunes, 2 de enero de 2012

Presos del no ser

Cuando se habla de «minorías selectas», la habitual bellaquería suele tergiversar el sentido de esta expresión, fingiendo ignorar que el hombre selecto no es el petulante que se cree superior a los demás, sino el que se exige más que los demás, aunque no logre cumplir en su persona esas exigencias superiores. Y es indudable que la división más radical que cabe hacer de la humanidad es ésta, en dos clases de criaturas: las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes, y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva.

José Ortega y Gasset
. La rebelión de las masas.

Estos hombres que cargan sobre sí tareas y esfuerzos extraordinarios viven como verdaderas necesidades aquellas que otros juzgan de ajenas y extrañas, de incomprensibles desde un punto de vista racional. El torero que necesita salir al ruedo arriesgando cada vez su vida, ¿qué necesidad tiene de ello si la vida ya está llena de riesgos? Y el poeta que se desvive por expresar la belleza de las cosas, ¿qué necesidad tiene de hacerlo si la naturaleza contiene ya infinidad de paisajes y experiencias sublimes?, ¿y qué gana el científico que renuncia a su vida social en su camino personal de búsqueda de la verdad?

Ortega advierte que el carácter dramático del asunto radica en que estos hombres no solo se juegan el «estar bien» consigo mismos, sino su simple «estar en el mundo» En efecto, las minorías han de sentir en todo momento que tienen la posibilidad de satisfacer este tipo de necesidades para otros superfluas e innecesarias, ya que, de otro modo, si su circunstancia les impidiera para siempre satisfacerlas acabarían renunciando a la vida. Estas minorías viven en aras de lo que todavía no son, de un «no ser» que se ha instalado en ellos demandando ser realizado. Son presos de cierta insuficiencia ontológica que les hace renunciar a lo que son y atender únicamente a lo que no son.