domingo, 20 de enero de 2008

¿Hacia una sociedad perfecta?

El desarrollo de la Ingeniería genética, así como el avance en el Proyecto Genoma Humano, cuyo objetivo es cartografiar los cromosomas humanos y averiguar la secuencia del ADN de todos ellos, están contribuyendo a la mejora tanto del diagnóstico como de la manipulación genéticas. Este hecho es de enorme importancia para la sociedad humana. Por ejemplo, una de las esperanzas más alentadoras del hombre contemporáneo es que llegue el momento en que dispongamos del conocimiento y la tecnología suficientes para curar enfermedades como el cáncer o el sida. En la actualidad, como subaraya el Profesor Antonio Pardo, del Departamento de Bioética la Universidad de Navarra, "el noventa por ciento de los experimentos genéticos actualmente en marcha sobre el hombre pretenden introducir material genético en células seleccionadas para conseguir que éstas se vuelvan sensibles a quimioterápicos (y tratar así el cáncer), que sean reconocidas por el sistema inmunitario humano (para conseguir vacunas que actúan de un modo eficaz aunque bastante insólito), o que alteren las propiedades de algunas células (y tratar así el SIDA)." (Véase http://www.aceprensa.com/articulos/1996/jan/31/diagn-stico-gen-tico-para-curar-o-para-seleccionar/)
Pero la influencia para la sociedad del desarrollo acelerado de la Ingeniería genética no se agota en incentivar la esperanza de curar enfermedades devastadoras. Las consecuencias de la práctica del diagnóstico y de la manipulación genéticas no sólo han de influir en el cuerpo humano, también y fundamentalmente en la sociedad humana, en su estructura y modo de organizarse.
El límite que separa lo que es el tratamiento de enfermedades hereditarias de lo que es la obtención de cualidades deseables en el paciente es muy difuso y no está nada claro, como bien señala el Profesor Antonio Pardo. Nadie duda de que si enfermedades como la diabetes, la anemia o el cáncer, pueden curarse es razonable tratarlos genéticamente. Pero deficiencias como la miopía o el daltonismo, o peculiaridades como ser zurdo, ¿deberían también tratarse? Aquí se plantea un problema de difícil solución: delimitar qué problemas deben ser tratados y cuáles no, es decir, definir qué estados son los que deben corregirse y cuáles deben dejarse como están, por considerarse 'estados normales' Y ello a su vez plantea nuevas cuestiones: ¿a qué se llama 'estado normal'?, ¿qué se entiende por 'buen funcionamiento' de un órgano?, ¿a partir de cuántas dioptrías un ojo ve bien?, ¿cuándo se considera que la inteligencia funciona bien?, ¿no debe funcionar mejor si se la potencia?, entonces, ¿por qué no hacerlo?
Enseguida puede pensarse en las consecuencias para la sociedad si se extendieran estas prácticas de diagnóstico y modificación genéticas: podría llegar el momento en el que la orientación de la genética no sirviera al fin de la prevención y curación de enfermedades, sino al de la mejor preparación del futuro ciudadano en este mundo tan competitivo en el que vivimos. ¿Podría consumarse el sueño platónico de conseguir una sociedad que garantizara el buen funcionamiento de las diferentes funciones y clases sociales?