domingo, 30 de abril de 2017

Los objetos de Panizza

Podríamos decir que los cuentos de Oskar Panizza testimonian el desbordamiento de aquello que no puede contener ya la razón. La ciencia y la ética modernas, con su sujeto y su objeto prefabricados, debidamente dispuestos, pueden contener todo aquello que resulta de la misma naturaleza que ellos. El objeto ya está ahí para ser conocido, asimilado. El objeto ya está enjaulado antes de echarle el lazo. Lo mismo ocurre con el sujeto, que ha sido concienzudamente preparado para que sepa echar el lazo y éste alcance el objeto. El sujeto puede fallar, desviarse, sí, pero no puede más que seguir intentándolo, porque está para eso, para intentar apresar el objeto.

Los "objetos" de los cuentos de Panizza no se prestan a ser sujetados, y es que no están domesticados. Pertenecen a otro orden, a otra naturaleza, de ahí que el entendimiento y la voluntad poco o nada puedan hacer frente a ellos. No han resultado de un ejercicio de fabricación, deliberada y concienzuda, como la sustancia aristotélica o el fenómeno kantiano. Dormitan ferozmente, hasta que salen a escena e irrumpen -que no interrumpen- en la vigilia. La interrupción supone no salir de las tareas que nos ocupan. Queda integrada en la situación. La irrupción, sin embargo, implica cambiar de escenario, más exactamente, tener que abandonar el teatro. En ese momento todo te refiere, todo te llama, quedas expuesto, fuera de la posición desde la que hasta ese momento habías podido juzgar el mundo, incluso reírte de él.

“¡Y de repente llegó! De repente, en medio del aire claro que se agitaba a nuestro alrededor, como paños azules en medio del mar azul transparente como el cristal, surgió un barco. Un vapor impetuoso. Totalmente iluminado por el sol de mediodía. Iba tan rápido como nosotros. Justo delante de nosotros. De color pajizo como un limón. Pintado como ya nadie puede pintar un barco. Y ya que íbamos casi a la misma velocidad, me equivoqué en cuanto a su verdadero movimiento. Y con las oscuras piezas superpuestas como verrugas –las ventanillas de los camarotes-, se acercó el monstruo de color chillón, como un sapo amarillo, un anfibio enorme y venenoso.” (Oskar Panizza, El sapo amarillo)

jueves, 27 de abril de 2017

De la frontera a la intemperie

En sentido metafísico, ¿qué significa vivir a la intemperie? ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Qué implicaciones tiene en nuestra relación con el mundo? ¿Y en nuestra relación con los otros? ¿Con qué posibilidades contamos ahora para habitar el mundo? ¿O acaso es el mundo el que nos habita? ¿Qué mundos son los inhabitados? ¿Y los inhabitables?... Son algunas de las preguntas que abordamos en nuestro trabajo titulado De la frontera a la intemperie: un recorrido filosófico por las diferentes formas de habitabilidad, enmarcado en el II Congreso internacional de la Red española de Filosofía, titulado "Las fronteras de la humanidad", que tendrá lugar los días 13, 14 y 15 de septiembre en la Universidad de Zaragoza.

Lo que nos ha impulsado a participar es el deseo de comprender la relación entre ciertas experiencias primordiales, sucedidas históricamente, y diferentes formas de habitar el mundo. Andaba dándole vueltas a la cuestión de cómo han de concretarse ciertas experiencias fundamentales en el mundo histórico cuando se me ocurrió ensayar esta propuesta, que confío suscite algún interés en oyentes y lectores. No está en nuestra mano agotar el conjunto de experiencias primordiales y sus correspondientes concreciones en la historia, pero creemos urgente clarificar aquellas experiencias con vistas a entender mejor el sentido y la diversidad de las formas de habitabilidad con las que el ser humano ha ido apropiándose del entorno. Pensamos que un análisis de la influencia de dichas experiencias en el individuo puede ayudar a entender mejor el sentido de las actuales construcciones y las posibilidades de habitabilidad del hombre de hoy.

Aquí podéis consultar toda la información relativa a la temática del congreso, programa, inscripción, organización...

martes, 25 de abril de 2017

Finales de la IV Olimpiada de Filosofía de Aragón

Fue toda una experiencia ver a nuestros alumnos aragoneses defender sus trabajos con motivo de la celebración de la final de la IV Olimpiada de Filosofía de Aragón el pasado 19 de Abril en la Facultad de Filosofía. Los alumnos finalistas mostraron un vivo interés por exponer clara y razonadamente sus diferentes posturas en relación a las cuestiones planteadas, y podemos dar fe que harán un buen papel en la fase nacional que tendrá lugar el próximo viernes 5 de Mayo en Murcia. Sólo queda desear mucha suerte a nuestros campeones y agradecer nuevamente a todos los participantes y colaboradores en este magnífico ejercicio filosófico.

Aquí podéis ver los enlaces a los vídeos finalistas y seleccionados.

Aquí podéis ver el vídeo con las 20 fotos finalistas y seleccionadas.

¡Enhorabuena a los ganadores!



Modalidad de Ensayo:

1º Clasificado: Lucy Barton Betés (IES Medina Albaida, 2º BTO)

2º Clasificado: María Pardillos Celeméndiz (IES Félix de Azara, 2º BTO)

3º Clasificado: Clara Cariñena Lozano (IES Luis Buñuel, 1º BTO)




Modalidad Vídeo filosófico:


1º Clasificado: Pablo Ibáñez Salvo (Colegio El Pilar Maristas)

2º Clasificado: Diana Campos Borraz (Colegio El Pilar Maristas)

3º Clasificado: Daniel Prieto Gómez (IES Tubalcaín)



Modalidad de Dilema:

1º Clasificado: Nuria Barquinero del Toro (IES Tiempos Modernos, 4ºESO)

2º Clasificado: Sofía Pérez Gracia (Colegio Condes de Aragón, 4º ESO)

3º Clasificado: Claudia Rodríguez Guasch (IES Avempace, 4º ESO)


Modalidad Fotografía filosófica:

1º Clasificado: Lucía Alfaro Vicente (IES Medina Albaida)

2º Clasificado: Marta Casanova Corredera (IES Medina Albaida)

3º Clasificado: Cristina Urieta Lozano (Colegio alemán San Alberto Magno)











Fdo: Miguel Ángel Velasco y David Porcel (Organizadores de la Olimpiada de Filosofía de Aragón)

jueves, 20 de abril de 2017

Momentos gordianos

Estos últimos días me he visto envuelto en una serie de circunstancias que, más dadas que elegidas, me han hecho descubrir nuevas sensaciones, nuevas emociones, hasta el momento sólo intuidas. En la vida hay momentos que, por su extrañeza, se convierten en nudos gordianos capaces de abrir la vida a nuevos horizontes. El momento del enamoramiento, de la pérdida (siempre de ti mismo), del desconcierto, son ejemplos de ello. La existencia de tales momentos constituyen siempre un nuevo punto de partida, pueden llegar a transformar nuestra relación con los demás, pueden incluso llegar a arrebatarte, a aniquilarte hasta que no quede nada de ti.

Mi nudo gordiano, durante estos días, ha sido el descubrimiento de lo incierto. Soy persona de certezas, no porque las tenga, sino porque las busco, aproximarme lo más posible a ellas, siempre con obstinación. Y, normalmente, la vida me provee de herramientas para ello. La filosofía, por ejemplo, siempre me ha provisto de una lógica, de un sentido, aunque sea en forma de crítica o superación. Después de años de dedicación, puedo decir: es cierto que Kant, Shopenhauer, Ortega o Jünger se equivocaban. Y andaría en las mismas si mi formación hubiera sido matemática o económica.

No hay que confundir lo incierto con lo desconocido. Mientras que lo desconocido se presta a ser descubierto, está ahí aguardando una respuesta, lo incierto no admite el descubrimiento, no se desvanece con el conocimiento. Persiste a pesar de él. De ahí que la actitud de quien vive en lo incierto sea la actitud vigilante. De repente, no hay seguridades ni puntos de apoyo, no puedes amarrarte a nada. Casi no puedes confiar en nadie. Cualquiera puede equivocarse. Todo se desvanece a tu alrededor. Incluso la idea misma de seguridad se tambalea. Tampoco hay autoridades. Nadie tiene ya autoridad moral para decirte nada. Te has convertido, sin quererlo, en un vigilante.

Me pregunto, ahora ya en mi sillón, dejándome acariciar por un Sol radiante, siempre generoso, escuchando uno de los conciertos para piano de Mozart, si no es la situación descrita la primigenia, aquella que explica que ahora, después de millones de años de evolución, sólo en determinados momentos, gordianos, podamos caer y no hallar suelo.

sábado, 8 de abril de 2017

Me habían dicho que esto iba de enseñar

Quienes llevan ya una larga trayectoria en esto de la educación en España aseguran que ahora los profesores hacemos de todo, menos enseñar. Recuerdo que cuando entré a formar parte de la profesión, lleno de entusiasmo y vocación, acogía aquellos comentarios con cierto escepticismo y desdén. Me decía, "estos ya están quemados, no deben saber lo que es enseñar." Y ahora, después de unos cuantos años ya dedicado a la enseñanza, voy dándome cuenta de la verdad de aquellas palabras, como cuando escuchábamos a nuestros abuelos decir aquello de "lo importante es estar sanos, tened salud". Hay verdades que necesitan tiempo, tiempo vivido, para ser reconocidas. Ahora resulta que los profesores, voluntariamente, faltaría más, podemos ya administrar medicamentos a alumnos con enfermedades crónicas. Vamos, que se nos ha facultado para medicar, nada más y nada menos. Pero es que ya éramos guardianes, vigilantes, psicólogos, informáticos, instructores, gestores, administrativos, bilingües, agentes de viajes, relaciones públicas, y yo que sé cuántas cosas más.... Todo, menos enseñar.

¿Qué nos está pasando? Cuando entré en la profesión creía que esto iba de enseñar, de leer, de investigar, de estudiar cuanto más mejor, para luego enseñar. Pero ahora, con los años, me doy cuenta que esto va de otra cosa. Pensaba, iluso de mí, que un centro escolar, daba igual cuál fuera el nivel o grado, era una especie de fábrica de conocimientos. Me lo imaginaba como un entramado de relaciones encaminado al desarrollo del conocimiento con vistas a su mejor transmisión. Imaginaba a los profesores paseándose por los diferentes departamentos para ver de qué conocimientos podían servirse para explicar mejor una determinada lección. Imaginaba que, procedentes de familias comprometidas y responsables, como ha sido la mía, los alumnos tendrían ya inculcada cierta disciplina para saber acatar las órdenes y cumplir sus obligaciones. Imaginaba cierta curiosidad innata en muchos alumnos que, con semejante oportunidad que se les estaba brindado, no querrían desaprovechar. En fin, me lo imaginaba como un lugar que ahora, echando la vista atrás, me doy cuenta solo ha existido en mi imaginario.

Menos mal que quedan las noches, esos tiempos muertos, fuera del trajín y del mundanal ruido, a veces en una parada de autobús, otras en el retrete (como lugar de retiro), o postrado en el sofá mientras el viejo Sol se levanta. Ahí es cuando se cuecen esas ideas, que luego, algunas, se transmutan en una lección de vida que quizá posen en ciertos corazones, y quién sabe, si germinarán como en ti lo han hecho.