viernes, 2 de diciembre de 2016

¿De qué nos sirve ser creyentes?

No entiendo cómo pudieron estar reñidas la ciencia y la fe, si cualquier teoría científica precisa de un acto de fe. Pensemos en la idea de que el Universo se originó de una gran explosión....Una gran explosión, ¿a partir de qué?, ¿y por qué se produjo?... Dicen que a partir de un punto de densidad casi infinita...Vaya artilugio, vaya impostura. En una entrada anterior reclamábamos la naturaleza ficticia de la ciencia; ahora añadimos que el componente ficticio se encuentra desde el principio. Vayamos a la ciencia médica. Se dice que se puede vencer una enfermedad cuando se conocen sus causas, pero no se dice por qué se producen aquéllas. Sencillamente, se arbitra que ocurren.

Necesitamos de la fe, no ya sólo para confiar en nuestras herramientas de aproximación a la verdad, sino para poder decir que nos hemos aproximado a ella. La fe es el pulmón de la ciencia, no su oxígeno. Por ello, creo que es un falso debate el que se plantea en torno a la compatibilidad o incompatibilidad entre fe y razón, como si ambas fueran piezas de un mismo puzzle o elementos de un mismo paisaje.