domingo, 30 de septiembre de 2007

Sed de justicia

Se ha dicho que Sed de mal (1958) es una película sobre la traición, y es que los personajes se traicionan unos a otros sin importarles el sentido de la ley, de la integridad, de la amistad: Orson Welles encarna el detective Hank Quinlan, tachado de corrupto y de padecer un incurable alcoholismo, cuyos métodos policiales más que dudosos son fatalmente descubiertos por su fiel amigo (Akim Tamiroff); el policía Mike Vargas (Charlon Heston) traiciona los procedimientos administrativos y policiales para obtener pruebas que inculpen los métodos utilizados por el detective Quinlan en sus investigaciones; éste transforma a su conveniencia los escenarios del crimen añadiendo pruebas falsas para culpar a los criminales... Indudablemente la traición, tema fetiche en la filmografía de Orson Welles, está muy presente en el desarrollo de la cinta.
En la entrevista que el director neoyorkino Peter Bogdanovich realiza a Orson Welles en Ciudadano Welles (Grijalbo Mondadori S.A. Barcelona, 1995), éste declara que el personaje del detective Quinlan actúa en todo momento desde fuera de los dominios de la ley - la que regula la sociedad, se entiende - porque sólo así puede llevar a cabo sus investigaciones con éxito. Este personaje, en efecto, se otorga el derecho a juzgar de culpables a los presuntos sospechosos basándose en el sola fuerza de su intuición. Quinlan se guía por la intuición, dejando a un lado las reglas del juego policial públicas. Se sitúa al margen de éstas. Se erige por tanto como monarca supremo en un mundo en el que los derechos y deberes no tienen para él ninguna significación, no le atan ni vinculan a nada, tan sólo pueden favorecerle o entorpecerle. Es su intuición y no otro el único criterio del que hace uso para juzgar sin miedo a errar a los sospechosos. Y por un fiel sentido de la justicia hace todo lo posible para incriminar a los sospechosos que cree culpables, manipulando y tergirversando pruebas, ya que los procedimientos ordinarios de la justicia común resultan en muchas ocasiones insuficientes para culpar a los sospechosos.
La película deja claro que la experiencia y la intuición de Quinlan son armas más poderosas y eficientes que los métodos policiales usuales a la hora de inculpar con éxito a los criminales. En este sentido queda claro que el detective contribuye a los fines últimos de la ley y al bien de la sociedad, pero incumpliendo con ello el conjunto de las leyes que regulan la vida de los ciudadanos, criminales o no. Enseguida por tanto se plantea el problema de la legitimidad del uso de estas armas y de su validez, de si debe ser castigado (como al final ocurre) o no este personaje que actúa de acuerdo a los fines de la ley por medio de procedimientos prohibidos. En este caso, ¿el fin justifica los medios?

jueves, 27 de septiembre de 2007

Un alumno incómodo

Comentando en clase de filosofía la influencia de Reglas para la dirección del espíritu del genial matemático y filósofo René Descartes en la ciencia moderna, un alumno se quejaba del malestar anímico que produce la invasión de bienestar propiciado por la ciencia aplicada y el uso de las nuevas tecnologías. A su entender el hombre contemporáneo lo que busca es sencillamente bienestar, cuidarse exclusivamente para alargar una vida que resulte placentera y vacía de preocupaciones, en definitiva, eliminar toda forma de dolor. Esta obtención de bienestar es fácil de conseguir, basta tener dinero para comprarla, y es precisamente lo que interesa a las grandes multinacionales que busquemos. Ahora bien, añadía entonces, este bienestar nos aleja de la verdadera felicidad, que no es susceptible de comprarse, no es un valor de cambio, todo lo contrario, requiere esfuerzo y una cuantía indefinida de decisiones equivocadas. La felicidad, pues, presupone dolor en muchas de sus manifestaciones.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Milan Kundera, La identidad

Por el amor nos sentimos implicados en el mundo, nos sentimos formando parte de él; por él experimentamos más vivamente la soledad y el aislamiento respecto a los demás, que un día dejarán de mirarnos y les resultaremos ya indiferentes. El amor, en todas sus manifestaciones, es lo que nos hace sobrevivir, porque si por un instante sentimos perder nuestro ser amado, el mundo se vuelve inhóspito, feroz, y el tiempo ahí desnudo insoportablemente aburrido.
Os invito a la lectura de Identidad, una novela del escritor checo Milan Kundera (1929 - ), llena de reflexiones que como la que acontinuación transcribo retoman el asunto del amor y de su implicación para el ser humano:
"Jean-Marc miraba a Chantal, cuyo rostro, de pronto, se iluminó con una secreta alegría. No tenía ganas de preguntarle cuál era el motivo, contento con sabotear el placer de mirarla. Mientras ella se perdía en imágenes cómicas, él se decía que Chantal era su único vínculo sentimental con el mundo. Cuando le hablan de prisioneros, perseguidos y hambrientos, no conoce otra manera de sentirse personal y dolorosamente afectado por sus desgracias que la de imaginarse a Chantal en su lugar. Si le hablan de mujeres violadas durante una guerra civil, es a Chantal a quien violan. Ella y nadie más lo sacude de su indiferencia. Sólo por mediación suya es capaz de compartir.
Hubiera querido decírselo, pero le avergonzaba mostrarse patético. Sobre todo cuando le sobrevino otra idea, del todo contraria: ¿y si perdiera a ese ser único que le une a los humanos? No se refería a la muerte, más bien a algo más sutil, inasible, cuya idea le perseguía estos últimos tiempos: un día, el no la reconocería; un día, se daría cuenta de que Chantal no es la Chantal con la que ha vivido, sino aquella mujer de la playa por quien la había tomado; un día, la certeza que representaba Chantal para él se revelaría ilusoria y ella pasaría a serle tan indiferente como todas las demás."