domingo, 29 de diciembre de 2013

La sociedad resplandeciente

Una de las claves para entender en su dimensión más profunda la película –ya un clásico en su género- El resplandor (1980) nos la da el filósofo Eugenio Trías en su ensayo póstumo De cine. Aventuras y extravíos (2013) No es que la película no se deje entender. En este sentido, no es tramposa, como todas estas películas que se construyen a partir de claves deliberadamente escondidas por el autor, porque sólo de ese modo el final de la historia se hace más o menos comprensible. No, Kubrick no esconde nada, sólo que muestra lo estrictamente necesario para hacer comprensible la historia, como un pintor que renuncia al barroquismo para hacer visible su obra o un científico que elimina de su teoría aquellas hipótesis y leyes que resultan innecesarias para deducir las conclusiones. Ocurre, sin embargo, que no todo el mundo sabe ver cine, y para eso está el maestro del mirar que es Eugenio Trías.

Trías ha visto las relaciones –no todas, a mi entender, pero sí las fundamentales- entre los diferentes acontecimientos que se van sucediendo conforme avanza la trama en el Hotel Overlook, que es, como luego se verá, mucho más que un lugar aislado de la civilización (de ahí el interés tan manifiesto de Kubrick de enseñarnos cada uno de sus salones, estancias y pasillos) El hotel es sólo una de las partes que componen el entramado de relaciones de lo que Trías llama la “sociedad de los fantasmas”.

Hay suficientes elementos –los estrictamente necesarios- para entender los temores y deseos de esta sociedad así como sus limitaciones y carencias. La clave, sin duda, es la conversación entre Jack Torrance (poseído) y el espectro que poseyó a Grady (antiguo guarda del hotel) en los servicios (fantasmales) de la Golden Room. Jack dice: "Vi su foto en los periódicos. Cortó en pedacitos a su esposa y sus dos hijas y luego se voló los sesos." Y Grady (fantasmal) le replica: "No consigo recordarlo. Por cierto, su hijo trata de introducir un elemento extraño en esta situación: un negro, un cocinero negro. Su hijo tiene un gran talento, pero trata de utilizarlo contra usted. Es un chico muy terco y travieso." Jack le dice entonces: "Es la puta de su madre la que lo instiga." Y Grady: "Tal vez necesiten los dos unas palabritas. Tal vez incluso algo más. Yo me enteré de que una hija mía quiso incendiar el hotel con una cerilla. Las escarmenté. No querían que cumpliese mi deber."

De este encuentro se deduce que Jack es el instrumento para acabar con los elementos que amenazan con desvertebrar el entramado de esta sociedad de fantasmas, como lo fue en su día el antiguo guarda Grady. La comunidad de fantasmas necesita de Jack, de su mente y de su vigor, para acabar con el niño que es, sin duda, por su capacidad visionaria y telepática, alguien capaz de desentrañar el secreto de dicha sociedad. Los fantasmas tienen el poder de asustar, de aparecerse y desaparecer a su antojo (también Wendy los llega a ver), de detectar elementos amenazadores o de influir hasta apropiarse de la mente humana, pero necesitan de ésta para intervenir sobre los asuntos humanos y restablecer el orden natural. Invaden primero los sueños, los deseos, hasta que ya no queda nada de ese sí mismo que define la identidad, y entonces actúan impunemente sobre los familiares que ven sorprendidos cómo sus más allegados pierden la razón. Jack es el instrumento y su espíritu espectral quien se sirve de él.

Claramente, la película dibuja la dualidad de mundos que ya el viejo Platón entrevió entre el mundo de lo intemporal, que siempre está ahí, y el mundo del devenir, sujeto al ciclo de los nacimientos y las muertes; añadiendo, eso sí, un matiz, y es que así como los humanos en ocasiones pueden sentir la presencia intemporal de estos espectros fantasmales (y por tanto averiguar su naturaleza intemporal), los espíritus son incapaces de situarse desde el punto de vista humano y reconocer la identidad de aquél a quien poseen (de ahí que el Grady espectral sea incapaz de recordar lo que Jack le dice que hizo en el pasado histórico) Un último indicio de esta dualidad nos lo da la imagen final de la fotografía colgada en la pared del pasillo que separa el Salón Colorado del despacho de dirección. En esta foto se conmemora una fiesta celebrada el 4 de junio de 1929, Día de la Independencia, con todos los participantes vestidos de la época. En la parte inferior de la foto aparece sonriente y esplendoroso Jack Torrance, quedando de manifiesto la naturaleza intemporal de estos espíritus fantasmales que reiteradamente se manifiestan en la sociedad de los humanos.

Los fantasmas se aparecen e intervienen cuando ven amenazado su secreto, su existencia (esto explica que el anterior guarda Grady, sometido al poder manipulativo de su espectro fantasmal, acabara con la vida de sus hijas y de su mujer que amenazaban con incendiar el hotel) Sólo el resplandor, capaz de desterrar sucesos olvidados, puede hurgar en el secreto, descubrirlo, y por tanto acabar con ellos. La liberación final del niño con su madre anticipa el derrocamiento de esta sociedad fantasmal: “El tema de la película, como ya se ha dicho, es un combate a muerte entre la comunidad que «resplandece» y la sociedad de fantasmas. Pugnan –en hegeliana lucha a muerte, en tablero de ajedrez, pero de forma invisible- quienes se comunican a través del «resplandor» y quienes, mutados en fantasmas, dan vida de simulacro a sus presencias evanescentes. Dos fuerzas enfrentadas: la inteligencia de Danny (junto con la astucia de Wendy), y la poderosa maquinaria fantasmal de un hotel que revive y se recrea a partir del enloquecimiento de Jack, justo cuando el hotel queda aislado del mundo y se convierte en cápsula que encierra su propio arsenal de presencias fantasmagóricas.” (De cine, p. 123)

domingo, 15 de diciembre de 2013

Olimpiada filosófica en La Rioja

¿POR QUÉ UNA “OLIMPIADA FILOSÓFICA”?:

Después de cursar los años de Bachillerato el alumno muchas veces se queda con una idea sesgada y parcial de lo que es la filosofía como forma de conocimiento. El propio currículo de las asignaturas exige la impartición de contenidos muchas veces alejados de los problemas del mundo presente en que vive el alumno, cuando la filosofía es un saber que se nutre y orienta hacia el presente y su problemática, ya sea en su realidad social, política, artística o científica. Por ello creo que una buena manera de aproximar al alumno a la importancia y al sentido de la filosofía es mediante una “Olimpiada filosófica” que aúne su aspecto lúdico-deportivo con el intelectual.

¿QUÉ MODALIDADES EXISTEN DE LA “OLIMPIADA FILOSÓFICA”?:

Disertación: En esta modalidad los alumnos tienen que elaborar un texto de contenido filosófico alrededor de un tema de interés que se les ha dado previamente.

Posibles temas: ¿ha llegado el fin de la filosofía?, ¿todo lo que sirve es bueno?, ¿y todo lo que es bueno tiene que servir para algo?, ¿puede la ciencia progresar sin contar con la filosofía?, ¿y la filosofía sin contar con la ciencia?

2º Discusión o debate: Los alumnos discutirían abierta y públicamente sobre un tema o un problema de interés filosófico o actual

Posibles temas: ¿Qué es enseñar?, ¿qué condiciones han de darse para una buena educación?, ¿qué cualidades debe reunir un buen profesor?, ¿qué usos de las TIC son beneficiosos y cuáles son perjudiciales para el aprendizaje?...

3º Dilema moral: Los alumnos habrán de exponer la solución argumentada a un dilema moral que guarde relación con un tema de interés filosófico.

Posibles temas: ¿Es mejor cometer injusticia que padecerla?, ¿el conocimiento del bien garantiza ser buenas personas?, ¿contribuye la sabiduría a hacer el bien?, ¿es la felicidad la meta que todos buscamos?...

4º Fotografía filosófica: Los alumnos harían una fotografía en la que aparezca sobreimpresa una pregunta de carácter filosófico (una especie de montaje filosófico) y en relación con el tema propuesto.

Ejemplos (extraído de la Olimpiada pasada de la Comunidad de Madrid):

Vivimos en el mundo de la imagen, pero, ¿sabemos mirar?, ¿sabemos provocar la mirada del otro?, ¿nos hacen pensar las imágenes?

“LAS PALABRAS SON COMO UNA FOTOGRAFÍA, NUNCA SE SABE LO QUE HAY DETRÁS”


Gonzalo Suárez

¿CUÁLES SERÍAN LAS FASES DE LA “OLIMPIADA FILOSÓFICA”?

1º. Fase de inscripción de los centros educativos: desde Octubre hasta Diciembre se pone en conocimiento un tema de interés filosófico. Habrá que fijar un máximo de alumnos por centro, para lo cual deberá hacerse una pre-selección en cada centro educativo. Es decir, cada profesor será libre de inscribirse o no en la Olimpiada de Filosofía, comprometiéndose, si lo hace, a realizar esa labor previa de selección por centros.

2º. Fase de desarrollo de los trabajos (alumnos de 4º de ESO, 1º y 2º de Bachillerato): los alumnos dispondrán desde Enero hasta Abril para la realización y/o preparación de sus trabajos y/o ponencias.

3º. Fase de evaluación de los trabajos: recibidos todos los ejercicios, se distribuirán entre los profesores encargados de la corrección, que evaluarán  los ejercicios siguiendo los criterios acordados, y seleccionaran los tres mejores más tres ejercicios suplentes para cubrir posibles bajas en la final.

4º. Fase final de la Olimpiada filosófica, que se celebrará en una sesión en la que los alumnos finalistas tendrán que realizar un ejercicio final, ya sea una disertación, un debate, la resolución a un dilema moral o un montaje filosófico. Los ganadores leerán o expondrán públicamente sus trabajos y se procederá al reparto de premios.

Páginas web de Olimpiadas en otras comunidades:

http://olimpiadafilosoficacm.blogspot.com (Olimpiada filosófica de Madrid)
http://www.olimpiadafilosofica.com (Olimpiada filosófica de Castilla y León)
http://www.sfpa.es/ (Sociedad de Filosofía de la Provincia de Alicante)

Se admite todo tipo de sugerencias.

Gracias a todos,

David

domingo, 10 de noviembre de 2013

Cazador de problemas (segunda parte)

La vivencia del problema está en el origen del conocimiento. La vivencia del problema supone la confrontación de dos realidades: la razón (que busca comprensión) y lo problemático (que necesita de una razón, de una explicación) Mientras que la razón se ocupa de dar razones, lo problemático las demanda, las exige. La razón, sujeta a la necesidad de dar explicaciones, se dispara cuando se encuentra con lo enigmático, lo insostenible, esa realidad indigente, falta de razón, de fundamento; de ahí que el alumno tenga que vivir el problema, el aspecto problemático de lo real, para iniciar o recorrer el conocimiento. De otra forma, si no hay tal vivencia, la razón se envaguece, se oxida, y sólo actúa por opresión externa, porque dicen los demás que hay que usarla y respecto a lo que hay que usarla.

Labor del profesor es crear el camino para la intuición del problema, recrear las condiciones que hagan posible su comprensión. Entiéndase bien: no se trata de hacer de los alumnos instrumentos al servicio de la resolución de problemas, sino de darles la oportunidad para que se hagan ellos sujetos de conocimiento. No se trata tanto de darles respuestas como de dar ocasión a que ellos se respondan.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Cazador de problemas

Son muchas las actitudes que podemos adoptar ante un problema, podemos eludirlo, esquivarlo, negarlo, intuirlo, afrontarlo, superarlo..., pero, antes que nada, deberíamos situarnos ahí, frente a él, cara a cara, en disposición de definir qué es problema, y, como profesores, qué es un problema matemático, histórico, físico, metafísico.... Tampoco es necesario teorizar sobre el asunto hasta el punto de crear un tratado sobre la naturaleza de los problemas conceptuales, pero sí al menos, como docentes y transmisores de conocimiento, estar familiarizados con ellos, reconocerlos allí donde asomen su figura, vamos, estar alertas a su presencia. Éste es el primer paso para aproximar al alumno al conocimiento, a la intuición del problema. Por problema no nos referimos sólo a algo con lo que tropieza el alumno y debe superar, sino a la condición que explica el hecho del conocimiento, de ahí que sólo si comprendemos la profundidad del problema estamos en disposición de comprender el hecho de que haya conocimiento, y, en un segundo momento, de escuchar y discutir con atención aquellas propuestas que hasta el presente se han ensayado para afrontar el problema. Lo mismo que el cazador está al acecho de la presa, porque le va en ello su sustento, el profesor debería estar alerta al descubrimiento de problemas, para, una vez apresados, hacerlos comprensibles para el alumno.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Lenguajes vacíos

La educación tiene que ser un proceso transfigurador, que transforme tanto a quien educa como a quien es educado. No puede hablarse de educación si no hay oposición, choque, conflicto entre quien hereda la cultura y quien la recibe, entre los alumnos y los maestros. ¿O acaso es posible el progreso si no hay oposición, disputa, confrontación entre los interlocutores? En efecto, me parece que la única forma de que haya un verdadero relevo generacional es que las futuras generaciones asimilen la cultura heredada y se atrevan a repensar sus presupuestos a fin de combatirla y superarla.

¿Pero qué ocurre si los que transmiten la cultura no dan ocasión a cuestionarla a quienes la reciben?, ¿y cómo podrían no dar ocasión para ello? Muy fácil, sencillamente, no diciendo nada. Y me temo que éste es uno de los males de nuestra educación,  que los profesores, a fuerza de cumplir con las exigencias procedentes de un sistema que no pretende sino convertirnos en autómatas despersonalizados, acaban (o acabamos) traduciendo nuestras enseñanzas en lenguajes cada vez más vacíos, formales, desubstancializados, alejados de cualquier experiencia que aproxime a los alumnos al mundo y a sus problemas. El problema de la educación es precisamente éste: que cada vez nos ocupamos menos de los problemas de los que deberíamos ocuparnos (problemas de matemáticas, de filosofía...) y ellos -los expertos, los innovadores, los políticos- se ocupan cada vez más de nosotros, instándonos a que dominemos un sin fin de técnicas o recursos que se presentan como esenciales para la "buena educación", pero sin pensar en cómo usarlos para favorecer el aprendizaje o en si merece la pena siquiera utilizarlos. Me atrevo a decir que el drama de nuestra educación es que el medio deja de ser medio y el fin se desvanece en lenguajes cada vez más vacíos que acaban traduciéndose en eso, en nada.


viernes, 18 de octubre de 2013

...la cosa no va de fines...

Hay saberes que no necesitan de ninguna legitimación. Es el caso de la Metafísica, que no halla su razón de ser en motivos sociales, económicos o políticos. El hombre hace metafísica como el poeta hace poesía, porque le invita a ello su propia naturaleza curiosa y afanosa. La diferencia estriba en que mientras el poeta busca el deleite, el metafísico no cesará hasta que crea haber encontrado un saber completo, un sostén a un conocimiento sospechosamente desprovisto de sentido y fundamento.
 
Uno de los males de nuestro tiempo, mucho más pernicioso que las actuales políticas educativas que tanto revuelo están trayendo, y que uno no puede dejar de escuchar allí por donde se mueve, es la idea comúnmente extendida de que un saber se define por la finalidad para la que ha sido pensado, lo cual equivale a decir que, fuera de los fines, no tiene cabida el conocimiento. Desde este punto de vista, la medicina, por ejemplo, se define por el fin de curar enfermos; la física, por el fin de conocer el mundo físico y proporcionarnos herramientas para crear más herramientas; el arte, por el de evadirnos o entretenernos en un mundo ya suficientemente monótono y gris... Sin embargo, hay saberes que no han nacido para ninguna finalidad, porque no es el fin el que los mueve, sino el deseo, que es cosa distinta. El fin es algo que proyecta la inteligencia en aras de un futuro esperado, que no siempre deseado, mientras que el deseo, la necesidad, no atiende a razones ni expectativas. Su discurso es otro.

El peligro entonces no es tanto el escaso interés por lo metafísico -¿cuándo lo ha habido?-  como este imperialismo del modo de pensar finalista,  que da cabida tanto a la idea de que "la filosofía debe quedar fuera del sistema porque no sirve para nada" como a su réplica "como si toda forma de conocimiento tuviera que servir para algo...", anulando así toda otra posibilidad de pensar en términos no finalistas. Y el caso es que no es verdad que la filosofía no sirva para nada, pero tampoco que tenga que dejar de servir para tener su lugar. No es que la filosofía sirva o deje de servir; sencillamente, la cosa no va de fines...

martes, 1 de octubre de 2013

Deseo

Para mi padre,
que nunca dejará de enseñarme
 
 
Os dejo aquí una bella composición de nuestro querido colaborador Miguel Porcel. El poema nos enseña que es el deseo el contrapeso del miedo, su antídoto. Cuando domina uno, el otro duerme. Deseo es deseo de mirar, de renunciar a la noche, de abrir los ojos para dar paso a las cosas, a su luz, a su entramado; y entonces, como el Caballero de Durero, el hombre avanza imperturbable ante el acecho del Diablo y de la Muerte.


Cierro los ojos.
Oigo como se va acercando a mi cara el ruido del horror,
su música.
Cuando el miedo estalla del todo y me cierra los oídos,
me hielan la carne los visajes de la danza.
 
Abro los ojos porque quiero salir:
lo que veo ahora es la luz,
lo que escucho es el canto de los pájaros humildes que saltan en la barandilla.
 
Cierro otra vez los ojos,
y duermo de nuevo.
 
 
Miguel Porcel,
20 de enero de 2011
 


                                      El Caballero, la Muerte y el Diablo, Alberto Durero (1513)

viernes, 27 de septiembre de 2013

Invitación

Os invito a leer la presentación del nuevo número de la Revista Ábaco sobre el papel de los espacios públicos en la construcción de la identidad cultural, desde un enfoque sociológico, político, y humanístico. Tengo también el gusto de colaborar en él con mi pequeña contribución filosófica que muy gustosamente os animo a leer y discutir:
 
Espacios Públicos. Conflicto y convivencia.

Espacios Públicos. Conflicto y convivencia.

Revista ÁBACO Nº 75

Cuando las plazas y espacios públicos se diseñan adecuadamente, la gente los utiliza como parte esencial de su vida y de su historia personal y colectiva. Juegan un papel crucial en el desarrollo de la sociedad y en la calidad de vida,  a la vez que en la proyección externa y centralidad de las ciudades.
Muchos lugares emblemáticos (Puerta del Sol en Madrid, la plaza de Estambul o la Plaza Tahrir, como ya lo fueron la plaza de Tiananmen en Pekín,  la Plaza de las Tres Culturas mexicana o  la Plaza Roja moscovita) son espacios donde se plantean dialécticamente y se hacen visibles hechos y situaciones de convivencia y conflicto. Las convocatorias se realizan hoy de forma novedosa por medio de las redes sociales y han llegado a ser eje central de protestas, luchas y reivindicaciones como escaparate mediático del mundo.


La destrucción del Parque Gezl, posiblemente el último gran parque del centro de Estambul en la plaza Taksim, generó un movimiento sin precedentes de protesta en esa ciudad y en Turquía que tuvo repercusión mundial. Esta ocupación del espacio público trataba y luchaba por evitar que los bulldozer arrasaran y destruyeran el emblemático reducto ciudadano. Las consecuencias motivaron una crisis política que puso en jaque al propio gobierno turco. Esta protesta fue crisol y catarsis del malestar ciudadano ante la crisis económica, social y civilizatoria. Los ciudadanos exigían ser partícipes ante decisiones importantes que afectaban a su entorno y a la ciudad en la que viven.
El «Project for Public Spaces», organización que analiza los atributos de los espacios públicos necesarios para que sean considerados «un buen lugar», elabora criterios a la hora de proyectar, construir o vivir en un lugar en base a: confort, accesibilidad, actividades y socialización. Y según su criterio, las mejores plazas serían: Piazza del Campo en Siena; la Gran Place de Bruselas; Rynek Glowny en Cracovia, Polonia; la inevitable Trafalgar Square de Londres; la Federation Square de Melbourne en Australia, Pioneer Courthouse Square de Portland, Oregón; el Hotel de Ville en París; la Old Town Square de Praga; la Piazza Navona de Roma y en el caso español, la Plaza de Santa Ana de Madrid. Al repasarlas, uno pensará que no están todas las que son, aunque sí, en nuestra opinión, las que están cumplen ese arquetipo de plaza pública, elemento central, simbólico, cultural y de relación social de los ciudadanos con el que nos identificamos.
 

Un ejercicio sano sería reflexionar si alguna plaza de nuestra ciudad o pueblo tienen también esos valores que trascienden de lo local a lo global, al menos en nuestro imaginario y vivencia.
En ocasiones, por sensaciones de miedo, violencia e inseguridad los espacios públicos se transforman en aparatos de vigilancia que van convirtiéndose en «no lugares», empleando la acepción que popularizó Marc Augé. La ciudad cambia a peor a medida que el espacio público va desapareciendo, muchos casos en Latinoamérica así lo atestiguan.
Desde el universo virtual, tal como comenta la arquitecta brasileña Natalia de Carli, en un excelente trabajo y reflexión sobre la idealización del espacio público latinoamericano, la explosión de movimientos sociales está haciendo visible ante el mundo sus aspiraciones, protestas y propuestas, ya sea en Grecia, Portugal, España, París, Turquía, China, Inglaterra o Egipto, todo parte de una misma agitación que sacude el orden establecido, con la protesta ante injusticias sociales, manipulación y desinformación de un buen número de medios de comunicación, la especulación financiera y la oposición ante un sistema económico y político que tiene grietas indeseables por todos lados.  Una idea subyace y avanza en este camino, la conversión de los espacios de miedo en lugares de esperanza. 


Este número de Ábaco se planteó, en principio, como una reflexión desde la antropología urbana sobre investigaciones desarrolladas en los últimos tiempos por un equipo del IMEDES (Universidad Autónoma de Madrid) sobre conflictividad y migración en contextos locales, especialmente en aquellas cuestiones que afectasen a la convivencia y mediación en la realidad social. Es así que varios investigadores publican sus artículos en el monográfico: María Adoración Martínez, Joaquín Eguren, Paloma Gómez, Carlos Peláez o Juan Ignacio Robles. Pronto esta idea se amplió para tratar de ofrecer al lector una visión actualizada, transversal  e interdisciplinar de los espacios públicos y esos ejes que transitan por nuestra vida cotidiana día a día.
En esta contribución a lo que representan los espacios públicos se plantean cuestiones importantes como que sean agente de movilización política y ciudadana, el caso de la Plaza Tahrir  en El Cairo que los profesores Asunción Aneas, profesora de la Universidad de Barcelona   y Abdelsalam Basha,  traductor y periodista egipcio, tratan en primera línea y directa visión. También el análisis desde la geografía como es el caso italiano que aporta la profesora Mirella Loda de la Universidad de Florencia sobre mercados públicos, o bien el del profesor Carlos Manuel Valdés  que trata del entorno rural con los montes públicos  y el procedente de la Universidad Técnica de Lisboa de la Universidad Carlos III de Madrid, Miguel Silva Graça, que aporta casos de espacios públicos urbanos portugueses y europeos , que complementan ese tratamiento multidisciplinar de un asunto de tan candente actualidad, donde se reflejan en los espacios públicos de convivencia y a la vez de conflicto, un crisol de contradicciones, aspiraciones, frustraciones  y sueños de la gente, buen reflejo de la crisis económica y social en que vivimos.
Siempre habrá que relacionar las condiciones de civilidad y vida pública, siendo esencial para la democracia el reivindicarlo El espacio público como intento de validar las prácticas sociales de percibir y crear un proyecto colectivo y a la vez de apropiárselo desde el punto de vista personal y vital.
 

Como es habitual en Ábaco, aparte de la monografía, otras secciones plantean desde cuestiones de Filosofía de la Técnica en Heidegger y Jünger con David Porcel, hasta la crítica y crónica cultural de Alberto Humanes sobre la Exposición en Roma de los becarios de la Academia de España, o bien el Obituario que Ignacio Fernández del Castro escribe ante la muerte de Eugenio Trías. Estrenamos también una nueva sección que dedicaremos a nuevas iniciativas dentro de las industrias culturales o creativas. En esta ocasión, dedicada a Hector Jareño y su proyecto, reconocido y premiado recientemente. En próximos números iremos dando cuenta de otros emprendimientos que reflejen talento, innovación y creación en la economía de la cultura.
 

Nos queda desear el haber acertado con el tema y planteamiento de la revista y ofrecer, como siempre, el canal de interacción a suscriptores, amigos, lectores y autores para tomar iniciativas, debatir, criticar y proponer ante este medio y herramienta de reflexión y análisis social que aspiramos sea Ábaco.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Tarea de la universidad

En su libro autobiográfico Adiós a la universidad. El eclipse de las humanidades, el profesor Jordi Llovet alude a la visión que el filósofo  Friedrich Schleiermacher (1768-1834) tenía de la universidad, para quien ésta debía "despertar el ideal de la erudición (Gelehrsamkeit) en los jóvenes de noble espíritu ya provistos de un conocimiento en materias muy diversas; ayudarles a dominar el saber en el campo particular de conocimiento al que quieren dedicarse, de modo que, para ellos, se convierta en una suerte de segunda naturaleza el considerar cualquier cosa desde el punto de vista de la erudición, y ver cualquier materia concreta no aisladamente, sino en sus eruditas, estrechas conexiones, relacionando constantemente esta materia individual con la unidad e integridad del saber (cursivas nuestras), de manera que a lo largo de toda su formación aprendan a ser conscientes de los principios de la erudición, y, así, adquieran, por sí mismos, la habilidad de llevar a cabo la investigación, lograr innovaciones y presentarlas a los demás generando conocimiento merced al estudio de tales cosas por sí mismas. Esta es la tarea de la universidad." (en p.52, 53)

Y continúa citando a Schleiermacher:
 
"El verdadero espíritu de la universidad consiste en dejar que reine la mayor libertad en el seno de cada una de sus facultades. Es completamente estúpido ordenar normativamente el orden en que los cursos deben sucederse, o dividir el conjunto de los saberes en sectores delimitados. (...) Ello significaría un acicate al estancamiento; por el contrario, cada dominio científico queda insuflado con una nueva vida cuando otros individuos, sobre todo de formación diferente, retoman su estudio desde sus fundamentos. (...) A ello se debe que la preponderancia de enseñanzas con un título fijo manifieste una mentalidad más escolar que verdaderamente universitaria." (en p. 53)
 
"Si un Estado destruye el centro y la cuna de todo conocimiento y aísla toda empresa científica (...) arrancándola de sus interrelaciones más vivas, entonces la intención, o, al menos, el efecto inconsciente de dicha acción, no será otro que la asfixia de la libertad de la educación superior y de toda suerte de espíritu científico, con la consecuencia infalible del predominio del espíritu profesional y una lamentable estrechez en el conjunto de los estudios (cursivas nuestras). Las propuestas que aspiren a transformar y a diseminar las universidades convirtiéndolas en escuelas especializadas emanan de personas que actúan sin reflexionar y que se hallan contaminadas por un sentimiento pernicioso." (en p. 54)
 
Ese ideal de erudición, de sabiduría, que ha de despertar la universidad es precisamente un referente del que, en nuestros días, el sistema educativo nos va alejando. No es que la universidad, y en general las instituciones educativas actuales, den la espalda a dicho ideal, sino que, con su pretensión de vertebrar y sectorizar el conocimiento, contribuyendo de ese modo a una superespecialización del conocimiento, nos va alejando de él. Apenas podemos ya apreciar su presencia, que no se muestra ni siquiera en forma de ausencia. El verdadero problema, en este sentido, no es tanto que dicho ideal no impulse el aprendizaje como que ya no se tenga constancia de su presencia, máxime cuando en nuestros días las futuras leyes educativas pretenden erradicar todas aquellas disciplinas que tienen que ver con la historia de las ideas, de las concepciones que han resultado de ese espíritu -filosófico- del que habla Scheleiermacher. Y es que ese ideal de erudición es propio del filósofo, del amante del conocimiento, de quien renuncia a la especialización en aras de una comprensión profunda del conocimiento humano, de quien opta por la libertad en lugar de quedarse en el género y la especie, en la plaza y la oferta.

Está claro que las humanidades no sirven para hacer cohetes que nos lleven al espacio, infraestructuras que faciliten las comunicaciones o nuevas vacunas que curen enfermedades, ¿pero quién ha dicho que la legitimidad del conocimiento reside en su practicidad o rentabilidad? No todo el conocimiento está pensado para abrir nuevas posibilidades al ser humano; más aún, no todo el conocimiento necesita de una legitimación para tener lugar. De hecho, hay un tipo de conocimiento que no está orientado a ningún fin, ni siquiera al de resolver problemas. Este conocimiento, por el que aboga Schleiermacher, es el filosófico, que no aspira a ninguna meta -como no sea la de buscar desinteresadamente la verdad-, sino que nace como respuesta a una necesidad, a un afán. Por su parte, la historia de las ideas y de las concepciones del mundo nos enseña que es precisamente este afán de conocimiento lo que permite al científico armarse con todo lo necesario para idear teorías sobre el mundo y el ser humano, que toda revolución científica viene precedida de una comprensión de los principios metafísicos y epistemológicos que toda teoría contiene; en definitiva, que la libertad es el presupuesto del conocimiento.

lunes, 12 de agosto de 2013

O manipuladores o tiranos

En su estudio sobre las posibilidades tecnológicas aplicadas al control y manipulación de la naturaleza humana, el escritor medievalista C.S. Lewis advierte la necesidad de asumir dogmáticamente principios éticos absolutos y universales que disuadan de cualquier tentativa de aplicar dichas técnicas según el capricho o la arbitrariedad de aquellos que las posean. Este dogmatismo -piensa él- no es arbitrario, no responde a un capricho, más bien resulta necesario, urgente, ahora que el hombre en su ascenso al poder, con el dominio de la manipulación genética y prenatal, está más próximo de alcanzar el control absoluto sobre la Naturaleza. Somos más poderosos que nunca, de ahí que tengamos que ser más impositivos que nunca. De otra forma, se pregunta Lewis, ¿qué razón habría para suponer que los Manipuladores, poseedores de la técnica para inculcar en la naturaleza de las generaciones venideras una nueva conciencia moral, no optaran por crear auténticos esclavos, sociedades enteras regidas por el principio ético de que, en toda circunstancia, debe obedecerse a los tiranos? Ninguna, piensa Lewis.

Nosotros vamos a optar por asumir el fracaso de la propuesta de Lewis, vamos a considerar que, en una situación así, los Manipuladores resolvieran deshacerse de cualquier principio ético y universal que les limitara u obstaculizara en su afán de poder, y, de esta forma, pudieran ejercer libremente el dominio sobre la humanidad. Esta pequeña élite de hombres, poseedora de aquellas técnicas manipulativas, se encontraría, sin embargo, con una dificultad insalvable: si, para ejercer su poder sin temor a represalias y prevenir cualquier indicio de inconformismo que diera origen a la sublevación, los Manipuladores optaran por ofrecer todo cuanto desearan a los sometidos, contentándolos en todo, estos verdaderamente no estarían subyugados, ya que, en tal circunstancia, no habría ninguna imposición u opresión externas sobre su voluntad; si, por el contrario, haciendo uso de su poder manipulativo, los Manipuladores desproveyeran a los sometidos de la capacidad de querer, de oponer resistencia, de luchar por lo que se cree justo, salvando así la posibilidad de la rebelión, entonces someterían a bestias, salvajes, pero en ningún caso a seres humanos. En ambos casos los Manipuladores fracasarían en su pretensión de someter a la humanidad.

La única forma de que estos fuesen tiranos sería negando derechos y atribuciones a los ciudadanos, pero preservando su naturaleza, es decir, permitiéndoles la posibilidad de la lucha y la sublevación. En este caso, los Manipuladores podrían alcanzar su objetivo de ejercer un dominio total sobre el ser humano, pero a condición de renunciar a parte de su poder manipulativo (por ejemplo, no podrían alterar la naturaleza humana de forma que ésta dejara de ser "humana") El Manipulador, por tanto, se encuentra en todo caso con una limitación insalvable: si decide ejercer todo su poder manipulativo, ya no puede comportarse como un tirano; si, por el contrario, se comporta como un verdadero tirano, tiene que renunciar a su condición de Manipulador. Y es que el tirano necesita contar con la libertad del súbdito para apoderarse de ella.

miércoles, 17 de julio de 2013

Aforismos XV

La filosofía no sirve para vivir mejor, pero se vive mejor con la filosofía.

La filosofía sirve a quien busca la verdad.

Una crítica previene de errores futuros.

El valor de una teoría no se mide por la cantidad o la complejidad de los conceptos utilizados, sino por la cantidad y la complejidad de las respuestas a las que puede dar lugar.

No hay filosofía sin discusión; no hay discusión sin interpelación.

No son las ideas las que trabajan para el filósofo, sino que es éste quien trabaja para ellas.

Se acaba escribiendo por un exceso de incredulidad.

miércoles, 3 de julio de 2013

Tecnodependientes a la fuerza

Las máquinas, siendo por sí incapaces de lucha, lograron que el hombre luchara por ellas. Mientras desempeña su cometido debidamente, todo va bien, por lo menos él así lo cree; pero tan pronto como deja de esforzarse en hacer progresar la maquinaria, fomentando la que es buena y destruyendo la mala, queda rezagado en la carrera de la competencia; lo cual equivale a condenarle a toda clase de penalidades y tal vez a la muerte. De manera que hoy mismo las máquinas sólo sirven a condición de que las sirvan, e imponiendo ellas sus condiciones. (Samuel Butler, Erewhon)
 
En efecto, parece que en el mundo tecnificado la fuerza normativa de la ética acaba cediendo al imperialismo de la tecnociencia que, con sus normas y preceptos, va modelando una nueva manera de vivir basada en un modo de sentir, de pensar y de actuar específicos. Como vaticina Franco Volpi, la ciencia y la técnica imponen obligaciones que vinculan más que todas las éticas escritas en el pasado. Frente a ellas, la ética y la moral tienen ya la belleza de fósiles raros. Pero estas normas y preceptos apenas vinculan si no hay detrás una imposición de mayor peso para el ser humano, un condicionante incondicional, de ésos que no admiten condiciones. En la sociedad que describe Erewhon el reclamo es la vida misma, de modo que llega un momento en que la maquinaria -el sistema, en general- tiene asegurada su supervivencia. En la nuestra, no son, como nos prometen, la seguridad y el bienestar las cualidades que se ponen en juego, sino una de mayor trascendencia, y que bien podríamos definir como la cualidad de ser. En un mundo en que la condición para ingresar en el orden de lo real es la de contribuir de una manera efectiva al rendimiento del sistema, cabe suponer que no hay otra forma de ser que no sea la que determine el camino que el sistema dicta; y es que el modo de ser en el mundo tecnificado no es algo que se conquiste o realice, en el sentido de la vocación, sino algo que se forja como una respuesta a las demandas que éste impone.

domingo, 16 de junio de 2013

Intrusismo profesional

Todavía recuerdo a uno de mis profesores de inglés del instituto advirtiéndome la necesidad de estudiar más inglés para sacar el curso adelante, y no es que odiara la asignatura, sólo que no me gustaba tener que desentenderme de mi castellano natural. Siempre he vivido el aprendizaje de lenguas extranjeras como un intrusismo a mi ser, ilusorio claro, pero intrusismo al fin y al cabo, como si estudiando inglés o alemán fuera a verse mermado mi conocimiento del castellano. Quizá, después de todo, toda xenofobia lingüística tenga su raíz en un apego desmesurado a la lengua propia.
 
Por mis resultados académicos no creo que hubiera sido de los alumnos elegidos para participar de  los programas bilingües que ahora se imponen en nuestras institutos, aunque de haberlo sido, seguro me hubiera supuesto un esfuerzo continuo -añadido al que ya se presupone- tener que renunciar a mi castellano para aprender historia, matemáticas o ciencias naturales. Si ya de por sí la historia de los reyes, de las guerras y de los números resultaba ajena a mi cotidianidad, no quiero imaginarme tener que haberla estudiado en otro idioma.
 
Mucho amor a lo extranjero (u odio a lo propio) debe suponerse en el alumno para que éste se aventure con soltura en aquel conocimiento.
 
Esta invasión lingüística de lo extranjero, que cada vez va arrinconando más a lo propio, no sólo acontece en el ámbito de las lenguas. También existe la tendencia creciente a vehicular la enseñanza por medio de las nuevas tecnologías, en lugar de hacerlo por vía de la oralidad o del uso de la tiza. Se va imponiendo, de una u otra forma, la necesidad de hacer uso de todo tipo de artilugios y artefactos para enseñar a nuestros alumnos. Un sin fin de nuevas herramientas toman cada vez mayor presencia en nuestras aulas: pizarras digitales, tabletas, proyectores, portátiles..., hasta el punto que resulta cada vez más difícil poder dar la clase haciendo meramente uso del conocimiento y de su expresión oral.
 
Sí, sí, me temo que llegará un momento en que ya no podamos hablar para enseñar, y entonces será cuando rompamos los últimos lazos que todavía nos unen a nuestros antepasados.
 
Que quede claro que no me resisto a las nuevas tecnologías, sino a la idea de renunciar a lo que soy para enseñar...porque, desde luego, la idea de que éstas son neutras a la hora de determinar los fines de la educación es totalmente falaz. Lo mismo que la historia en inglés no puede ser la misma que la historia en nuestra lengua vernácula, la teoría de la matemática o de la filosofía de Descartes no puede ser la misma expresada conceptualmente que mediante diagramas, imágenes o ejercicios interactivos. Creo que quien está en disposición de enseñar es el profesor, y no un programa basado en la interactividad y adecuada manejabilidad para el usuario...y es que, mucho me temo, al profesor se le va a agotar el tiempo para explicar. Pronto, y si no al tiempo, su tarea va a quedar reducida a controlar el proceso de autoaprendizaje del alumno. Y entonces el verdadero sujeto de la enseñanza no será el profesor, sino esa circunstancia virtual que las TIC van a proporcionar... 
 
De todas formas, lo llamativo de esta tendencia invasiva de lo ajeno sobre lo propio no es tanto su creciente expansión como su ineficiencia a la hora de resolver los problemas ya existentes en nuestra educación. La explicación es que esta sobrenaturaleza lingüística y tecnológica no se ha pensado para afrontar los problemas que genera nuestra ya compleja naturaleza educativa, por lo que ineludiblemente aquélla acabará montando nuevas dificultades sobre las ya existentes; y es que, después de todo, en la vida resulta más fácil crear nuevos problemas que afrontarlos.

domingo, 26 de mayo de 2013

El beso imposible

Recuerdo que en los años adolescentes me enamoraba muy fácilmente. Bastaba una sonrisa, una mirada, muchas veces inintencionada, para que se desatara todo un aparato emocional que acababa revistiendo esa primera vivencia en un auténtico objeto de veneración. El amor por entonces no consistía en un deseo de unión o posesión, como gusta definir a algunos filósofos irracionalistas, sino en un proceso de sublimación o irrealización por el que una simple vivencia acababa convirtiéndose en un objeto ideal, no por imposible, sino por irreal. Es comprensible que, tras este proceso de conversión, sobreviniera la habitual frustración -o mejor, desilusión- en el primer encuentro con quien hasta entonces había constituido foco de tantos halagos y atenciones. La carne se imponía. Aun recuerdo la primera acaricia que, lejos de estimular mis apetencias, me produjo una desilusión sin precedentes. Aquella acaricia me recordó la imperfección de mi carne, su mortalidad, la imposibilidad de encontrarme con aquello que más había amado.
 
Cuanto más convertía su amor en un imposible, más profundamente traicionaba el sacerdote a Buda, pues la imposibilidad de su amor se encontraba aparejada con la imposibilidad de llegar a la iluminación. Y cuanto más advertía que su amor no podía tener esperanza, más crecía la fantasía que lo alimentaba y más se arraigaban sus pensamientos impuros. Mientras consideraba que su amor tenía alguna posibilidad, le había sido más fácil renunciar a él; pero ahora que la Gran Concubina se había convertido en una criatura fabulosa y totalmente inalcanzable, el amor del Gran Sacerdote se inmovilizaba como un gran lago de aguas calmas que cubría, inexorablemente, la superficie de la tierra.
 
Esperaba ver el rostro de su dama aún una vez más, pero temía que esa figura, que ahora se había vuelto una gigantesca flor de loto, se desvaneciera sin dejar rastros. Si aquello sucedía, el Gran Sacerdote se salvaría. Esta vez no dudaba de alcanzar la verdad. Y aquella mera perspectiva llenó al sacerdote de miedo y reverencia. (Yukio Mishima, "El sacerdote y su amor", La Perla)

viernes, 17 de mayo de 2013

Homenaje a la Palabra

Nuestro querido colaborador M.P. nos regala en esta ocasión un poema sobre la palabra, o mejor, la Palabra, con mayúscula, porque palabras hay muchas. Dicen que la palabra -con minúscula- es capaz de movilizar ejércitos, de cautivar a las amadas más indispuestas, de embaucar a los más incrédulos...pero eso dicen los que, escuchando sin entender, hacen de ella una propiedad del ser humano. No tenemos la Palabra, precisamente, porque es ella la que nos tiene, nos hace, nos piensa, nos da motivos para seguir buscando. En ella, en la Palabra, se hacen una la poesía y la ciencia, quedan unidas en una comunidad que reune más que separa. Quien limita es la razón, o mejor, un determinado uso del lenguaje, que ya presupone ese don constituyente. Decía en un aforismo anterior que No filosofamos porque somos, sino que somos porque filosofamos. Lo mismo cabe decir de la Palabra, que es fundación, apertura. ¿Y qué hay de su relación con el tiempo, que lo sobrevive, lo aniquila?: porque el tiempo ya no cuenta y al final sólo cabe el retorno, desalojando a ese progreso seductor que perpetúa el olvido del Ser.

En fin, disfrútenlo:


"Esta noche no acabará nunca.

El teatro de los sueños levantó su carpa un día de sol,
sólo queda la materia de la oscuridad.

La luz es una tramoya de una comedia olvidada, otrora falsa y constructora de mundos,
que han dejado abandonada de cualquier manera en las prisas de la huida.
Y mis ojos, pobres, no recuerdan la verdadera luz porque han envejecido y se han hecho
necios.

Las ruedas de los carromatos que se llevaron el teatro de los sueños chirriaban, resistiéndose
al viaje, y desde entonces el mundo se ha rodeado de un llanto que ya no callará.

Que nada entiendo.

Así que esperaré a que el tiempo, la oscuridad y su materia se consuman.

Sin vana esperanza, sé que los pájaros ya no cantarán,
que no volverán las golondrinas a construir sus palacios,
enmarañados quedaron sus alas en un verano que se deshizo en un silencio espeso.

Si ni siquiera pudiera llorar en esta noche, ¿qué podría?: si acaso, cerrar los párpados y jugar a ser el amo de la oscuridad.

Pero, va a hacer tanto frío que acabaré derrotado y como un villano imploraré cobijo, calor y
luz a los espacios hasta que mi boca se hiele y se descuelgue como un carámbano de carne
helada.

Aun así soñaré que alguien encuentra mi boca caída, que arranca de ella una palabra todavía
viva que allí se refugió y que lanza al vacío con vigoroso amor hasta perderse.
Y como una semilla que encontrara su insecto, la palabra liberada hará su trabajo, su viaje y la
posible fecundación.

De lo que retornase nada podremos saber, pues ¿qué saben del mundo los que duermen
o mueren, los que sueñan?"

M.P.

Noviembre 2012, mayo 2013

jueves, 2 de mayo de 2013

Cartas al Director: Contra el proyecto de mejora de la LOMCE


Por estas y otras razones no estamos de acuerdo con este proyecto educativo, que, como decimos, no sólo es la expresión de una ley reguladora de la educación, sino la constitución de un nuevo horizonte para la educación en nuestro país....y si no nos oponemos todos, padres, alumnos y profesores, acabaremos emplazados a ocupar un puesto en este modelo reduccionista en el que sólo tiene cabida la formación para la rentabilidad y la productividad......¡como si fuera antes el producto que el conocimiento!

domingo, 14 de abril de 2013

La sociedad de Byung-Chul Han

Recomiendo desde aquí la lectura del ensayo recién publicado La sociedad del cansancio, de Byung-Chul Han. Se trata de un filósofo coreano (inesperado bestseller) que en términos hedeiggerianos hace un certero análisis de un tiempo consumido por el agotamiento y la sobreabundancia de información y rendimiento. El libro ahonda en la comprensión del nuevo tipo de enfermedad del hombre del siglo XXI: que ya no será bacterial ni viral, sino neuronal. El enemigo ya no es lo otro, lo extraño o negativo (virus,..), sino lo idéntico, lo positivo, o mejor, el exceso de positividad, que resulta de la superproducción, el superrendimiento o la supercomunicación. Por ello los métodos de diagnóstico y curación del pasado siglo ya no sirven para comprender ni curar esta nueva enfermedad. En definitiva, el problema no es la invasión de lo otro, que trata de anular lo propio, sino la (auto)exigencia de rendir más, de asimilar o abarcar más, olvidando con ello que cierto sosiego es necesario para practicar la atención sobre problemas perennes.
 
Los logros culturales de la humanidad, a los que pertenece la filosofía, se deben a una atención profunda y contemplativa. La cultura requiere un entorno en el que sea posible una atención profunda. Esta es reemplazada progresivamente por una forma de atención por completo distinta, la hiperatención. Esta atención dispersa se caracteriza por un acelerado cambio de foco entre diferentes tareas, fuentes de información y procesos. Dada, además, su escasa tolerancia al hastío, tampoco admite aquel aburrimiento profundo que sería de cierta importancia para un proceso creativo (Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio)

viernes, 12 de abril de 2013

Estruendo

Una autopista cruza la casa de mis padres que se encuentra sola en medio del desierto. Es un día soleado y hace calor. A lo alto un avión hace extraños giros cuando escucho a mi padre quejarse desde su estudio del ruido del vaivén. Una esfera metálica cae, de no se sabe dónde, produciendo al momento una gran explosión. El avión ya no se escucha, ya no lo hay. Me resguardo bajo una piedra.

Aterrado, sintiendo llegar la fuerza expansiva, trato en vano de arrojar de mi cabeza semillas invisibles al suelo alquitranado, como queriendo prolongar mi ser en tierra fértil, cuando escucho la voz de mi hermano advertirme que no hay nada que hacer, que ahora sí nos ha llegado la hora. Al momento me doy cuenta que de mi gesto sólo queda la voluntad, pues no hallo ya cuerpo, manos ni semillas. Soy una nada que está a punto de difuminarse.

 
Noche del 25 de marzo

martes, 9 de abril de 2013

Los desasosegados

Por falta de sosiego, nuestra civilización desemboca en una nueva barbarie. En ninguna época, se han cotizado más los activos, es decir, los desasosegados. Cuéntase, por tanto, entre las correcciones necesarias que deben hacérsele al carácter de la humanidad el fortalecimiento en amplia medida del elemento contemplativo (Friedrich Nietzsche, Humano, demasiado humano)

Los desasosegados viven perpetuamente conectados, dentro y fuera de su intimidad. Se comportan como insectos ante paneles de luz, atónitos, nerviosos, alterados, y entonces van perdiendo, sin darse cuenta, esa atención duradera y profunda que es menester para el recogimiento. Sólo una vitalidad rebosante, una necesidad de llenar y vaciarse, puede salvar a la civilización del desasosiego.



Pueblo abandonado de Lascort

miércoles, 27 de marzo de 2013

25 de Marzo de 1.944. Los capturados de la RAF emergen de la tierra.

Un volver a empezar, como nacer otra vez, aunque ahora saldrás por un sucio agujero y no habrá llanto ni alegría, en el bosque estarás solo.

Tu frente no hace línea en el mapa, estás en su retaguardia, caíste dentro de la alambrada, en la zona del olvido y nadie cuenta ya contigo.

Atado de pies y manos, enjaulado, te aferras a un sueño imposible, inalcanzable, eres preso de ti mismo y acabarás muerto o pilotando hacia Berlín con la bodega cargada, y volverá a girar la moneda, cara o cruz, pero nunca llegarás a Piccadilly.

Cuando tu uniforme se pudre dentro de un sucio barracón, y el huracán sigue soplando ahí fuera, comprendes que la libertad del mañana se esfumó en la tormenta y sólo queda montar lío aunque sea sin pistola.

Tus deseos quedan reducidos a sentirte útil dentro del anonimato, a ser un grano de arena en medio de una montaña, y llegó la hora cavar un túnel, de ser una gota.

Condenado a ser el ratón te quedará ser abatido en una estación de ferrocarril donde no habrá próximo tren ni flores decorando el anden.

Sabías el final pero sólo te quedaba intentarlo, hasta alcanzar lo inevitable, y lo intentaste, y te regalaste ese maravilloso instante, ese último suspiro consciente, ese latido honrado, calmado, tuyo.
 
 
Samuel Porcel Dieste

domingo, 24 de marzo de 2013

El pesimismo optimista de Schopenhauer

Nada hay fijo en esta vida fugaz: ¡ni dolor infinito, ni alegría eterna, ni impresión permanente, ni entusiasmo duradero, ni resolución elevada que pueda persistir la vida eterna! Todo se disuelve en el torrente de los años. Los minutos, los innumerables átomos de pequeñas cosas, fragmentos de cada una de nuestras acciones, son los gusanos roedores que devastan todo lo que hay de grande y atrevido… Nada se toma en serio en la vida humana: el polvo no merece la pena. Debemos considerar la vida cual un embuste continuo, lo mismo en las cosas pequeñas como en las grandes. ¿Ha prometido? No cumple nada, a menos que no sea para demostrar cuan poco apetecible era lo apetecido: tan pronto es la esperanza quien nos engaña, como la cosa esperada (…) Lo mismo que, desde el punto de vista físico, la marcha no es más que una caída siempre impedida, así también la vida del cuerpo no es más que una muerte siempre suspensa, una muerte aplazada, y la actividad de nuestro espíritu sólo es un tedio siempre combatido… A la postre, es menester que triunfe la muerte, porque le pertenecemos por el hecho mismo de nuestro nacimiento, y no hace sino jugar con su presa antes de devorarla.” (Arthur Shopenhauer, El amor, las mujeres y la muerte)

Se dice que la vida nos pertenece, cuando somos nosotros los que pertenecemos a ella. ¿Y a qué aspira la vida? A nada. El único fin de la vida es perpetuarse a sí misma, y como la vida no aspira a nada, el único fin de la vida es la Nada. Lo que se pensaba que era un medio, ahora resulta que es el fin. Los científicos siempre han creído que la vida es un medio para alcanzar la Verdad, los artistas para alcanzar la Belleza, pero más que fines, son pretextos para seguir viviendo. Nada sirve más que para prorrogar la Nada.

Se habla del pesimismo de Schopenhauer, ¿pero no es su metafísica de la Nada una invitación a la Vida, a esa otra vida que, liberada de ataduras y temores, no puede más que mirarse a sí misma? Decía Goethe que es el canto que canta la garganta, el pago más gentil para el que canta.

viernes, 1 de marzo de 2013

La última lección de Chang Lien

Schopenhauer mantiene la convicción de que el dolor vivido tiende a expulsarse, a sublimarse en el mejor de los casos, de ahí que el material de los artistas, lo mismo que el de los psiquiatras y psicoanalistas, sea el sufrimiento humano. Recuerdo la lección que el maestro Chang Lien da a Pu Ya en La última lección de música de Chang Lien. La única forma de acercarle a la música, o mejor, de acercar la música a su corazón, es haciendo que viva hasta el fondo el desamparo y el miedo, abandonándolo en lo más profundo de las Montañas y en lo más oscuro de la Noche -"Empezó entonces a tocar la guitarra, cantando, y lloraba con dulzura. Luego lloró en el fondo de su corazón y sólo las lágrimas eran sonidos."- Para expresar primero hay que tener algo que expresar. Pero no sólo eso, sino que precisamente es el dolor, la necesidad vivida, lo que mueve a la expresión. Este es el tema de El problema de Aladino; también Schopenhauer lo enuncia con estas palabras: "Templos e iglesias, pagodas y mezquitas, atestiguan en otros tiempos, con su magnificencia y su grandeza, la necesidad metafísica del hombre, que, fuerte e indestructible, sigue paso a la necesidad física." (El amor, las mujeres y la muerte)

Y es que no sólo nos movemos por fines o valores. La concepción occidental del progreso se reafirma en la idea de que el fundamento del progreso, en cualquiera de sus modalidades, es la capacidad de valoración, de atribución de fines valiosos, dando a entender que sólo el fin proyectado mueve, o que la única manera de avanzar es progresando. Claro que para que la necesidad mueva, ésta tiene que despertar, manifestarse. La misión del enviado Phares en El problema de Aladino es precisamente ésta: revelar lo misterioso del mundo, lo asombroso del Ser, escenificado magistralmente en un jardín de suyo inexplicable, a fin de despertar el eros de conocimiento: "Los esfuerzos de Phares apuntaban si no a superar sí por lo menos a tender un puente sobre el dualismo y volver atrás pasando por todas las escisiones; también pasando por aquéllas en plantas y animales y en géneros. Para ello habría que sacudir en primer lugar los pilares del bien y del mal. Y entonces también podría caer la barrera entre hombres y dioses."

La experiencia del misterio es la chispa que enciende la llama. Lo primero no es el Ser, la Vida o el Yo. No hay realidades, sino experiencias primeras, y aquí confluyen la ciencia, el arte y la metafísica.

sábado, 23 de febrero de 2013

El Crack (1.929) pone la Cara B de la Gran Guerra

Primera canción: La aspiradora sobre Francia

Y no quedaron ni los recuerdos, y aquellas palabras que te repetiste, una y otra vez, cuando volviste del frente han quedado vacías.

 
Y las condecoraciones se marchitan, se oxidan entre tus dedos y el viejo uniforme de campaña se esfumó dejando una nariz de payaso.

 
Te pegaste cuatro años matando al enemigo y ahora desearías ser uno de ellos, nada más cruel que ser un perdedor en un país victorioso.

 
Mal asunto, habrá reproches, nadie querrá escuchar tus cuentos, chirrían, escuecen, sólo conseguiste salvar el pellejo y eso a nadie le importa.

 
Y tu garganta se estrecha, te ahoga, cuando vas a contar aquel día de sudor y bayoneta calada, ¿para qué sirvió tu lucha?.

 
De los muertos nadie duda, allí están sus monumentos, pero tú estás vivo, a saber por qué, y esta es tu obra, la nada.

 
Tu sitio estaba allí, en ese agujero, donde había ratas y esperanza, un futuro por el que morir, en el que creer y ahora los tuyos deambulan muertos de hambre y no hay nadie a quien disparar.

 
Y fue su guerra la que te succionó el alma, al son de la marsellesa, y te devolvió la cáscara, una individualidad envasada al vacío, hueca, rodeada de alaridos, oscuros, sucios.




“Todos miraron expectantes a ver qué brotaba de aquella tierra ensangrentada. Y no creció nada, se hizo la nada. Y después llegó el Diablo”
 
Samuel

domingo, 17 de febrero de 2013

Reflexiones de un nihilista erótico

Friedrich Baroh es el nihilista erótico. Se trata del personaje principal del ensayo-novela de Ernst Jünger El problema de Aladino (1983) En la solapa de la cubierta de la edición de Juan Conesa tengo escrito las siguientes palabras: "el problema de Aladino es el problema de todo hombre que ve en la arena que discurre por la tobera la eterna erosión del Tiempo." Se trata de algo que escribí hace ya unos diez o doce años cuando leí por primera vez el libro. Ahora mi perspectiva es distinta y con ella su lectura. El tema de fondo es que el puro poder y el disfrute de la técnica no satisfacen los anhelos más hondos del ser humano. El protagonista descubre una nueva necesidad en el hombre, de esas que yacen ahí latentes durante épocas sin haber sido despertadas, y entonces funda un imperio en torno a ese instinto intemporal. "No podemos prometerle la eterna bienaventuranza, pero sí el descanso eterno", o "¿Quisiera estar reunido para siempre con sus seres queridos?", son algunos de los mensajes con los que Friedrich y su tío promocionan su empresa "Terrestra", que acaba convirtiéndose en un gran santuario eterno, un cementerio central para el planeta, en torno al cual no sólo van los muertos, sino multitud de peregrinos que anhelan dar culto a ellos. Su éxito se funda en la recreación de un espacio para que esa necesidad encuentre un lugar, un cauce, en unos tiempos en los que nada dura, todo cambia a ritmo acelerado: "en el fondo, el mundo es una tumba en la que se hunden los tiempos y de la que resurgen como asfódelos. Esto es la semilla y la cosecha, y Orfeo vive en todo historiador." (p.159) Sin embargo, el creciente éxito económico de Baroh no hace más que ahondar en su problema: su irremediable nihilismo: "Federico III, emperador alemán, rey de Prusia, reinó noventa días antes de sucumbir a su cáncer de laringe. Puedo imaginarme cómo Bismarck se acercaba a su cama y le presentaba los documentos a la firma. ¿Qué son las provincias, las cruces del Águila Negra, los disturbios en los distritos silesios, frente al pequeño tumor en la garganta? -el emperador no atiende ya a la voz del canciller, sino al leve carraspeo que trata de abrirse paso por la cánula. El hombre está solo." (p. 171, 172)
 
El nihilismo, por el que se piensa desde el convencimiento de que no hay propósito alguno que rija el devenir de la historia o la evolución de las especies, es algo que, si bien no puede ser abolido, puede pacificarse. Y la cura, como bien sabe el autor-protagonista, no está en un nuevo idealismo, precisamente porque, como ya anticipa el Viejo Cabeza de Pólvora, el nihilismo es el idealismo llevado hasta sus últimas consecuencias. No, la solución está en el eros, en el deseo puro, sin objeto ni finalidad que lo mueva. Lo encontramos en la amistad, el amor (no a un ideal, sino a una persona concreta), las musas o el juego. Y es verdad porque, bien pensado, quien se entrega al erotismo y la embriaguez olvida provisonalmente su yo y, con ello, la miseria y fugacidad del mundo.  El eros es el poder fundamental que todo lo une, que todo lo mueve. Y cuando éste falta, sobreviene el nihilismo.


 
Madagascar, Bdas

lunes, 11 de febrero de 2013

Promesas visibles

La técnica exige un hombre visual, y el hombre que vive en el medio técnico exige que todo pueda visualizarse (…) La perfecta integración en el sistema técnico sería la de un hombre adaptado al funcionamiento, fascinado por la creciente facilidad de la vida y divertido y evadido en el reino de las imágenes. (J. M. Esquirol, Los filósofos contemporáneos y la técnica)
 
 

 
Imágenes epidérmicas, translúcidas, que no conducen a ninguna revelación, sino que, más bien, se quedan en la promesa.

miércoles, 6 de febrero de 2013

¿Adiós al entendimiento...?

En el ámbito más profundo de la técnica, allí donde ésta se convierte en hechizo, lo económico, el aspecto del poder cautiva menos que el aspecto lúdico. Queda claro entonces que somos presas de un juego, de una danza del espíritu que ningún arte aritmético es capaz de captar. El último confín de nuestra ciencia es la intuición, la llamada del destino es la mera figuración. (Ernst Jünger, Abejas de cristal)
 
Escuchando sin entender, a sordos se asemejan (Heráclito)

sábado, 2 de febrero de 2013

Aforismos XIV (otra vez sobre la filosofía)

La filosofía responde a una demanda del ser, no aspira a nada.

La filosofía nace de la confianza en que hay motivos para desconfiar.

Un filósofo crédulo es como un cuadrado redondo: un ser imposible.

Leer filosofía es comprender; filosofar, expresar lo que se ha comprendido.

Comprender una obra significa agotar sus posibilidades.

Una buena interpretación es aquella que prepara el camino para la crítica.

La filosofía es una de las maneras como el lenguaje se hace a sí mismo.

sábado, 26 de enero de 2013

Fuera del cerco. 1.945.

El apátrida General va muriendo en una decadente espera, repasa la última comunicación recibida y con las manos tapa su cara.

“No ha habido novedades, no hay nada que hacer” eso decía.

Aún tuvo cuajo para redactar una última arenga pero el teléfono no dijo nada, se acabó.

Cuando sólo queda pedir perdón a la bandera, la tuya, recuerdas con añoranza los días de la guerra, aquellos maravillosos tiempos en los que el frenesí de las derrotas te dejaba soñar con una última ofensiva, la decisiva.

Tu ejército ahora cría malvas o se pudre entre dos rejas, y no te queda nada, la diplomacia nunca da crédito a un General sin divisiones.

En el exilio también hay salud y república, y varios compinches para echar la partida, pero no hay invierno ni verano, todo tiene el mismo sabor.

Lanzas un mensaje a la otra orilla y afinas el oído, rezas para escuchar jaleo dentro del cerco y volver a combatir con tus muchachos, aunque sea de noche, pero no se oye ni una mosca, ¡nada!, ¿pensará mi pueblo que yo soy el enemigo?.

Y un escalofrío, una gélida sacudida que timbra en la parte posterior de tu cabeza, te despierta a media noche, ¿se marchitarán mis paisanos en un triste blanco y negro?.



Un extraño pájaro blindado envuelve tus piedras, has fracasado, no encuentras la manera de abatirlo y cumplir tu cometido: acabar con la dictadura del miedo.


Samuel Porcel Dieste.