martes, 4 de diciembre de 2007

Emil M. Cioran, un pesimista seductor

Creo que es en Anni Hall ¿o era en Manhattan? donde Woody Allen se acerca a un estante de libros de filosofía y tomando uno confiesa a Diane Keaton su obsesión por el tema de la muerte. Bien pudiera tratarse de un ensayo de Emil M. Cioran (1911-1995), por entonces ya un pensador de culto y traducido a numerosos idiomas. Frente a algunos de sus referentes, como Platón, Shopenhauer, Nietzsche, Kierkegaard, más literato que filósofo, Cioran no convierte la muerte en problema, de ahí que sea absurdo pretender ver en su pensamiento un sistema, una propuesta, una preparación. Se limita a expresar con sus armas literarias, aforísticas, poéticas, la inquietud que le despierta la muerte o fenómenos derivados como el hastío, el suicidio, el deseo...

Os dejo aquí una de sus reflexiones más entrañables sobre la inquietud misma por la muerte, tomada del ensayo Cioran: el pesimista seductor:

"En mi infancia, mis amigos y yo nos divertíamos mirando trabajar al enterrador. A veces nos dejaba un cráneo con el que jugábamos al fútbol. Ése era para nosotros un placer que ningún pensamiento fúnebre empañaba. Durante muchos años viví en un ambiente de sacerdotes que habían oficiado miles de extremaunciones; a pesar de ello, no conocí ninguno a quien la muerte intrigara. Más tarde comprendí que el único cadáver del que se puede sacar algún provecho es del que se prepara en nosotros."(Silogismos de la amargura, Tusquets, Barcelona, 1990)