martes, 20 de octubre de 2009

Filosofía como conocimiento radical, integral y necesario

Es sabido que numerosos filósofos y estudiosos de la filosofía ven en la tesis de Tales de Mileto - todo es agua - el origen de la filosofía. Alegan que con Tales se inaugura la búsqueda incesante del principio o elemento fundamental que compone la existencia de cuanto hay. Al plantear la pregunta por la esencia de la Naturaleza, por lo que ésta es verdaderamente, el filósofo jonio abre un campo vastísimo de posibilidades para la ciencia postrera, de ahí que quepa interpretar la pregunta por la esencia de lo natural como una forma de encauzar la reflexión filosófica hacia la búsqueda del ser en que ha de consistir el Universo. Y así, basándose en la observación y la inferencia inductiva, Tales responde que el conjunto de la diversidad de lo natural consiste en lo húmedo; Anaxímenes se refiere al aire como el ser fundamental; Anaximandro a lo indefinido; y Empédocles a los cuatro elementos... Así, defienden aquellos estudiosos, la razón por la que cabe atribuir a éstos la categoría de filósofos no consiste en la respuesta que dan a la pregunta por el principio, sino al hecho de que se pregunten por la esencia de lo natural:
La filosofía griega comienza, al parecer, con una fantasía absurda: con la proposición de que el agua es el origen, el seno materno de todas las cosas. ¿Merece la pena, realmente, parar mientes en ella y considerarla con seriedad? Sí, y por tres razones: En primer lugar poorque esta proposición enuncia algo sobre el origen de las cosas. En segundo lugar porque lo hace así sin metáforas ni fábulas. En tercero y último lugar, porque en ella está contenida, aunque sólo en frase de crisálida, la idea de que todo es uno. La primera de las razones aducidas deja aún a Tales en compañía de gentes religiosas y supersticiosas. La segunda, empero, lo saca ya de esa compañía y nos lo muestra como un filósofo de la naturaleza. Por la tercera Tales pasa a ser el primer filósofo griego. (Nietzsche, La filosofía durante el período trágico de Grecia)

Existe, sin embargo, otra suma de críticos, historiadores y estudiosos que apuestan por la tesis de que con los jonios se inicia la ciencia, pero no la filosofía. Desde este punto de vista, la filosofía no debe entenderse como la construcción de cosmovisiones o la investigación de la esencia de lo natural, sino como una reflexión, consciente y sistemática, sobre aquellos presupuestos que sostienen y vertebran las concepciones científicas, estéticas, morales, o políticas. Al igual que los científicos, los primeros filósofos se preguntan por la esencia, pero no del ser humano o del cosmos, de la naturaleza o del alma, sino de aquello que está supuesto o latente en las construcciones científicas. De ahí que estos estudiosos se refieran a Parménides y Heráclito como los primeros grandes filósofos de Occidente: En efecto, la teoría ontológica de Parménides nace de la pregunta por la esencia del ‘ser’, concepto que se encuentra articulando y sosteniendo los axiomas y teorías de los milesios (Todo es agua, aire, fuego…); la reflexión de Heráclito se encamina a aclarar en qué consiste el cambio, el devenir, a los que continuamente se refieren los científicos en sus teorías sin aclarar su naturaleza; y Sócrates y Platón, cuyas investigaciones en teoría política buscan aclarar el significado del concepto fundacional de justicia, continúan en el ámbito de lo político la senda abierta por aquellos filósofos en el de la Naturaleza:

¿Qué es, pues, la filosofía? La utilización de modos de pensar de la ciencia, de la polis, de la cultura, para, logrando un lenguaje más general y abstracto, aplicarlos a analizar la totalidad de las cosas. Por ejemplo, los jonios no se habían planteado qué es el conocimiento, qué la verdad, qué el método (o los diversos métodos). Cuando tales preguntas se formulan, se abre el pórtico a la epistemología y a la metodología. Ello es lo específico de la filosofía. (Alegre Gorri, en “Interrelaciones ciencia-técnica-filosofía”, Historia de la filosofía antigua)

Asumiendo este nuevo punto de vista, con el cual estamos de acuerdo, podemos concluir que la filosofía es una forma de conocimiento radical, en tanto que se ocupa del estudio de la raíz de las ciencias; un saber integral, pues contribuye a la construcción de teorías completas sobre el cosmos y el ser humano; y necesario, en la medida que necesitamos contar con aquellas concepciones de los principios y conceptos fundamentales para levantar el edificio de las ciencias. La filosofía puede entenderse, en este sentido, como una clarificación, una explicitación de aquello con lo que se cuenta pero en lo que todavía no se ha reparado.

jueves, 8 de octubre de 2009

Pedagogía cartesiana

El científico y filósofo René Descartes, artífice de las Reglas para la dirección del espíritu, constituye un claro referente de cierta tendencia pedagógica actual. Es sabido que en dicho ensayo se plantea un método, riguroso y lógico, aplicable a todas las ciencias y garante de progreso científico. Lo llamativo de este planteamiento, que tantas disputas continúa generando, consiste en admitir la existencia de una serie de reglas aplicables a cualquier ciencia y por las que toda forma de conocimiento pueda progresar. El método es relevante en tanto que siempre es válido, con independencia de cuál sea su objeto de aplicación. Figúrense las consecuencias de este modo de pensar: los científicos habrán de acogerse a las pautas del método científico, no podrán desatender cada una de las reglas ni inventarse otras... Los detractores del método cartesiano argullen que éste, lejos de impulsar la ciencia, pone bridas a cualquier intento de creatividad o anarquismo intelectual, restando con ello posibilidades al progreso científico.

Como hoy día nos advierte el profesor e investigador Ricardo Moreno en su alegato recién publicado No es verdad que no sea verdad, advertencia que magníficamente recoge el blog Antes de las cenizas, existe en la actualidad española cierta tendencia de la pedagogía actual que, casualmente, se fundamenta sobre presupuestos similares a los cartesianos. Dicha tendencia, entre otras cosas, insiste en que los docentes nos convenzamos de que es necesario poseer una metodología de validez universal para ‘aprender a enseñar’, lo mismo que los alumnos, antes de ejercer su oficio de aprendices, deben ‘aprender a aprender’. Sobre ello opina Moreno:

En cuanto a lo de “aprender a aprender”, es una solemne majadería, por muy prestigiada que esté en ambientes pedagógicos. A aprender se aprende aprendiendo, igual que a andar se aprende tirándose a la piscina. No hay algo así como un “aprender a aprender a nadar” que luego te permita aprender a nadar (No es verdad que no sea verdad, Ricardo Moreno)

La idea que defiende Moreno, y que compartimos plenamente, es que no existen herramientas, reglas o habilidades de validez universal, aplicables a cualquier materia y necesarias para su aprendizaje. Ni el docente ni los alumnos deben acogerse a ellas. La única regla, si se quiere, es que no hay reglas, que son sólo necesarios el esfuerzo y la pasión por el conocimiento para que éste se desarrolle, tanto en las pizarras como en los pupitres. No existe ‘el aprender’ desligado de aquello que se aprende, como no existe ‘el percibir’ separado de una percepción concreta. Eso es sólo una abstracción, y como tal se la debe considerar. Porque, en cuanto se la toma como algo real, aparece el empecinamiento cartesiano de ciertos pedagogos actuales de someter la labor del profesor a las innumerables y vacías reglas de sus metodologías.

A través de la pedagogía, en el mundo de la Educación han entrando y con influencia unas personas a las que se podría llamar “anti-educadores”. Ya que los pedagogos no tienen una materia propia, tienen tendencia a socavar la importancia de todo conocimiento específico de materia, sobre todo lanzando la idea de que sería posible aprender a aprender sin aprender nada específico. En mis momentos de pesimismo me pregunto si estas modas no van a acabar con la civilización occidental tal como la hemos conocido, basada en el humanismo, el racionalismo y la ciencia, porque estos valores han sido transmitidos a través de la Educación y esta transmisión funciona ahora menos bien (“Los pedagogos socavan la importancia de todo conocimiento específico”, Inger Enkvist)