domingo, 25 de diciembre de 2016

La evaluación perversa

Sócrates no cobraba sus enseñanzas, porque tampoco pretendía evaluar el aprendizaje de sus alumnos. Allí donde acudía convertía a la multitud en auditorio, pero sin pretender cerciorarse de que éste verdaderamente hubiera comprendido lo que él transmitía. No había motivo para hacerlo. La evaluación nace en el momento en que la enseñanza se profesionaliza, en el momento en que hay que justificar la existencia de instituciones, métodos, teorías, creencias, con las que se pretende encauzar y dirigir la educación. La evaluación se aplica sobre todo, no hay nada que se salve de ser evaluado: se evalúa a alumnos, profesores, métodos, programas, cuerpos, instituciones, sistemas, los propios métodos evaluadores... Pero siempre en aras de un mismo propósito: el de justificar el sentido y la operatividad de todo cuanto forma parte del sistema educativo, incluido el propio sistema. Por ello, un profesor vocacional, de los que enseñan sin esperar nada a cambio, movido por la sola necesidad de enseñar, ve la evaluación como una sobrecarga innecesaria. Interiormente se pregunta: ¿por qué tengo que evaluar al alumno si ya le he transmitido todo lo que sé? Asimismo, hay todavía alumnos que se resisten a ser evaluados, que suspenden no por falta de conocimientos, sino porque se niegan a aceptar las reglas del juego.

La perversión no sólo está en el imperativo a evaluar, sino en el criterio que se ha elegido para obedecerlo. Los números, que tanto servicio han hecho a la ciencia, las artes y la historia, se han convertido en el instrumento con el que sistema cuenta para evaluar y justificar la toma de decisiones. La perversión de pretender cuantificar el aprendizaje radica en considerar que el conocimiento es una realidad numerable. Son numerables las cosas, las velocidades, las distancias, la profundidad, la altura, la anchura, ¿pero lo es el conocimiento? No entiendo como, siguiendo el mismo principio que se aplica a la evaluación en los sistemas educativos, no hay quien no ha inventado una técnica para medir el amor, la amistad, el odio o la envidia. ¿O ya se ha inventado? Sin duda, uno de los signos inequívocos de los sistemas totalitarios consiste en el diseño y aplicación de métodos para evaluar el grado de imbecilidad y docilidad de los individuos a los que se pretende someter.

Afortunadamente, todavía hay profesores a los que les incomoda la tarea de evaluar y alumnos que se resisten a ser evaluados.

martes, 6 de diciembre de 2016

La escalera interminable

Me hallaba en una piscina de descomunales proporciones, toda ella pintada de blanco, y el agua cristalina sin ninguna onda que la atravesara. Era un día sin nubes. El sol se había retirado pero una luz intensa irradiaba todas las cosas. Lo llamativo del recinto era que no había entrada ni salida. Tampoco veía relojes ni calendarios. Los pocos bañistas tumbados en el cemento blanco me miraban, como aguardando una decisión que debía tomar. Pero el agua no invitaba a bañarse ni el sol a ser tomado. No podía más que subir a lo alto de un trampolín que yacía en medio. 

Sabía que una vez arriba no podría bajar si no tirándome al vacío. Mientras hacía el último esfuerzo para conquistar lo alto, veía salir del trampolín una escalera mecánica que subía hasta casi perderse. En uno de los peldaños se encontraban sentados, entretenidos en una amigable conversación, una jovencísima Ingrid Bergman y Vicente Minnelli, y junto a ellos dos personas cuyo rostro no logro recordar. La escalera avanzaba interminable, mientras ellos elevándose reían y se divertían.


Sueño de la noche del 5 de diciembre

viernes, 2 de diciembre de 2016

¿De qué nos sirve ser creyentes?

No entiendo cómo pudieron estar reñidas la ciencia y la fe, si cualquier teoría científica precisa de un acto de fe. Pensemos en la idea de que el Universo se originó de una gran explosión....Una gran explosión, ¿a partir de qué?, ¿y por qué se produjo?... Dicen que a partir de un punto de densidad casi infinita...Vaya artilugio, vaya impostura. En una entrada anterior reclamábamos la naturaleza ficticia de la ciencia; ahora añadimos que el componente ficticio se encuentra desde el principio. Vayamos a la ciencia médica. Se dice que se puede vencer una enfermedad cuando se conocen sus causas, pero no se dice por qué se producen aquéllas. Sencillamente, se arbitra que ocurren.

Necesitamos de la fe, no ya sólo para confiar en nuestras herramientas de aproximación a la verdad, sino para poder decir que nos hemos aproximado a ella. La fe es el pulmón de la ciencia, no su oxígeno. Por ello, creo que es un falso debate el que se plantea en torno a la compatibilidad o incompatibilidad entre fe y razón, como si ambas fueran piezas de un mismo puzzle o elementos de un mismo paisaje.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Empezar la clase por el final

Cuando las condiciones me son propicias suelo comenzar la clase por el final. En lugar de aburrir a mis alumnos con teorías ya caducas sobre el ser o la inmortalidad, procuro que ellos se representen imaginativamente la situación que propició el nacimiento de aquellas teorías. Procuro hacer de máquina del tiempo para transportar a mis alumnos al momento fundacional de la teoría. El otro día, por ejemplo, en la clase de Filosofía de 4ºESO llegó el momento de tener que explicar la teoría de la inmortalidad del alma de Platón. La pregunta inicial no fue "qué quiso decir Platón con su defensa de la inmortalidad del alma", ni "qué llevó a Platón a argumentar en su defensa" (entender dichas cuestiones presupone, por otra parte, todo un bagaje amplio de conocimientos sobre la concepción metafísica del filósofo que un alumno de 4ºESO no tiene por qué tener) 

La pregunta inicial fue "por qué es deseable (si lo es) ser inmortales." La clase se transfiguró y fueron ellos los que, por unos instantes, ejercieron de enseñantes, adivinándose en su forma de expresarse una auténtica necesidad de dar(se) a conocer sus pareceres sobre el tema. Alumnos que hasta el momento habían permanecido mudos, atentos a unas explicaciones que no siempre circulan por la vía del sentido común, de pronto alzaban la mano afanosos en dar forma a unas ideas que parecían despertar de ellos: hubo quien defendió que damos valor a las cosas en tanto que son perecederas, que la condición de la estima y la belleza es la mortalidad, otro alumno afirmó que el anhelo de inmortalidad se fundamenta en la aversión a no ser, un tercero se aventuró a decir que la condición de la felicidad plena es la inmortalidad, en tanto que sólo por ésta puede alcanzarse la plenitud, y así hasta el último de los alumnos...

El resto de la clase fue fácil: completar sus pareceres con el de Platón.

viernes, 28 de octubre de 2016

El arte de provocar

Con medidas históricas, temporales, que no hacen sino lastimar o reforzar los artificios que ya lastra la educación, no va a solucionarse el problema. De hecho, no creo que la educación sea un problema. Lo será no cumplir con ciertas expectativas de ciertas autoridades, muchas veces viciadas por intereses espurios y mal camuflados. No, no debemos ver con el prisma de «lo problemático» la educación. Eso ya lo hacen los políticos, los psicólogos, los sociólogos, y todos aquellos que andan afanosos en ver problemas para luego ponerse medallas. Es sabido que la curiosidad es la madre del conocimiento, no de las ciencias, que se vuelven contra aquélla hasta hacerla casi desparecer.

Más bien, debemos ver la educación como un arte, esto es, como una «provocación», sólo que no dirigida a la piedra, a la luz o al silencio, sino al deseo. Cada vez estoy más convencido de que el profesor, como el artista o el mago, debe provocar al deseo, haciéndolo despertar de allí donde dormita, invocándolo para que luego discurra por un camino ya ajeno a la voluntad. Un alumno que afanoso levanta la mano esperando que alguien acoja su pregunta, que aguarda en silencio el término del discurso o siente el pálpito de la nueva intuición naciente, son la mejor muestra de que tal provocación ha acontecido. El maestro sabe entonces que ha penetrado en «lo intemporal», allí donde ninguna medida puede alcanzar o ninguna historia puede narrar.

sábado, 15 de octubre de 2016

Nuevos lugares habitables

Siempre que he entrado en un centro comercial he pensado que allí se trajina algo más que el mero hecho de ir de compras o de curiosear por los escaparates. Nunca me ha parecido que fuera un lugar de paso, que se deja una vez se ha obtenido lo que se desea (como un puente que se abandona una vez ya se ha cruzado, o una estación que se deja atrás cuando se ha tomado el tren) Más bien, me ha parecido que los grandes almacenes, más cuando adquieren proporciones mastodónticas, son lugares pensados para ser vividos. A nadie que no fuera un indigente se le ocurriría vivir en un puente, en una estación o en una plaza, lugares todos ellos de paso, aptos para la trashumancia y el transeúnte. No ocurre lo mismo con los grandes almacenes, que atraen a su seno a millones de personas diariamente, quienes, desde luego, no permanecen allí lo que les ocupa hacer sus compras sino todo su tiempo de ocio. Los nombres que adquieren algunos centros comerciales, como "parques de ocio" o "centros temáticos", y que incluyen calles y plazas, fuentes y jardines, galerías para exposiciones, bibliotecas y restaurantes, definen muy bien esta cualidad de ser lugares habitables, adecuados para la permanencia.

La idea de convertir un lugar de paso en un lugar de permanencia no es nueva, y ya la encontramos materializada en los grandes almacenes de finales del siglo XIX, como los famosos "Palacios de cristal y hierro", que tan elocuentemente retrata Emile Zola en El paraíso de las damas. Los grandes almacenes que comienzan a aflorar en los centros urbanos de las metrópolis emergentes -París, Londres, Berlín, Nueva York, Milán, Barcelona- pronto se convierten en el centro de gravedad hacia el cual se dirigen los nuevos trazados urbanos con sus miles de transeúntes. Como recuerdan Hugo Aznar y Marcia Castillo, en su capítulo dedicado al tema "El palacio de la mercancía: gran almacén y cultura moderna", De la polis a la metrópolis: "En vez del angosto entramado urbano medieval -apegado también a la necesidad, a la orografía del lugar -y tejido en torno a la posición central de las catedrales, ahora las grandes vías lineales de las metrópolis tendrán uno de sus centros en el gran almacén, convertido en referencia espacial, visual, vital y simbólica de sus transeúntes." (p. 84)

                                   Georg Grosz, Metrópolis (1916-17)

Tampoco es nueva la disposición interior de los grandes almacenes, de cada una de sus tiendas, de cada uno de los escaparates con sus luces y destellos, de cada uno de los pasillos y probadores, ni la forma de abrirse las puertas o de dirigirse a nosotros los dependientes, siempre atentos a nuestra avidez. Todo ello parece ir referido a nosotros, haciéndonos partícipes de un entramado premeditado, dispuesto por una especie de "mago" que aguarda tras las paredes, como si fuera él el único capaz de contentar nuestras fantasías más inconfesables.

Al llegar a la gran galería, alzó la vista. Era como estar en la nave central de una estación, que rodeaban las barandillas de las dos plantas, que interrumpían las escaleras colgantes, que cruzaban las pasarelas. Las escaleras de hierro de doble espiral subían en atrevidas curvas y múltiples rellanos. Las pasarelas de hierro, proyectadas sobre el vacío, lo franqueaban en línea recta, a gran altura. Y todo aquel hierro trazaba, entre la luminosa claridad de las cristaleras, una liviana arquitectura por la que se filtraba la luz; era aquélla la moderna plasmación de un palacio de ensueño, de una torre de Babel en la que se acumulasen pisos, se ensanchasen salas, se abriesen perspectivas hacia otros pisos y otras salas, hasta el infinito. 

E. Zola, El paraíso de las damas. 

sábado, 8 de octubre de 2016

Nueva edición de la Olimpiada aragonesa de Filosofía

¡Bienvenidos a la cuarta Olimpiada aragonesa de Filosofía!... La nueva edición se presenta con nuevos cambios y aportaciones, de los que os iremos informando en el blog. Uno de los cambios es que en esta ocasión la Olimpiada filosófica va a ser temática. Esto supone que las diferentes modalidades (disertación, dilema moral, fotografía filosófica y vídeo) girarán en torno a un mismo tema, y que además será el mismo para la fase nacional. 

El tema elegido en esta edición es "Nuevas tecnologías e identidad humana". Se trata de un tema abierto, abordable desde muchos puntos de vista, y que aúna tanto el aspecto simbólico del ser humano como su faceta tecnológica. Algunas cuestiones que podrían ser de utilidad para orientar el tema son: ¿Podrán los robots llegar a ser considerados personas? ¿Quién eres tú en la Red? ¿Perdemos o ganamos nuestra identidad con las nuevas tecnologías? ¿Es la tecnología un mecanismo evolutivo? ¿Cuáles son los límites de lo humano en la civilización tecnológica? ¿Del australopithecus al cyborg? ¿Puede pensar una máquina? ¿Puede vivir una máquina?




La comunidad anfitriona de la IV Olimpiada Filosófica de España es Murcia y tendrá lugar los días 5 y 6 de mayo de 2017.

Nuevos premios, nuevas oportunidades, nuevas experiencias, os esperan si os animáis a participar en esta estimulante aventura que es la Olimpiada filosófica. Pronto anunciaremos el calendario de actuación con los nuevos cambios introducidos para que, tanto profesores como alumnos, vayáis preparándoos para esta nueva edición.

Fdo: Comité organizador de la Olimpíada de Filosofía de Aragón

domingo, 24 de julio de 2016

Educación interdisciplinar

Una asignatura interdisciplinar es aquella que necesitamos conocer para entender cualquier cosa. Los actuales sistemas educativos, al menos los nuestros, nos quieren vender la idea de que la interdisciplinariedad se puede crear, se puede inventar, como cualquier otra técnica o artificio. Los intentos políticos de convertir un idioma extranjero en la lengua vehicular o de tecnologizar los procesos formativos son un ejemplo claro de ello. Pero no siempre ha sido así. Otras veces, en el pasado, asignaturas como historia, filosofía, semántica, tenían una especial importancia, y no tanto por lo que decían como por su condición de asignaturas interdisciplinares.

El carácter interdisciplinar de la historia se sustenta en una determinada filosofía por la que se considera la historia como un camino tendente a un fin, ya sea la verdad, el bien o la justicia. La idea es que todo profesor debería ser, al mismo tiempo, un historiador de su disciplina, porque la enseñanza, si ha de ser efectiva, ha de discurrir históricamente. Así lo expresa Neil Postman en Tecnópolis: “Porque enseñar, por ejemplo, lo que sabemos hoy de biología sin enseñar también lo que supimos antes, o lo que creíamos que sabíamos, es reducir el conocimiento a un mero producto de consumo. Es privar a los estudiantes de un sentido del significado de lo que sabemos y de cómo lo sabemos. Enseñar el átomo sin Demócrito; la electricidad sin Faraday; la ciencia política sin Aristóteles o Maquiavelo, o enseñar música sin Haydn es negar a nuestros estudiantes el acceso a «la gran conversación».”

Asimismo, convertir la filosofía en la asignatura vertebral del currículo exigiría del profesorado un alto grado de reflexión y de análisis sobre los contenidos que tuviera que impartir. Todo docente debería ser, antes que un especialista, un filósofo de su materia: de la ciencia, de la tecnología, de la política, del arte, de la religión. Por ello, no sólo trataría de proveer a sus alumnos de los conocimientos fundamentales, sino que les instaría a reflexionar sobre cuestiones metarreferenciales del tipo "qué es la verdad científica", "cuáles deben ser las condiciones óptimas de un experimento científico para que sea válido", "a qué llamamos una forma de gobierno juta", "qué es la belleza" o "si podemos demostrar la existencia de Dios". 

Finalmente, el conocimiento interdisciplinar de la semántica sería extremadamente útil para el desarrollo de la inteligencia y la identificación de los principios fundamentales del lenguaje. La semántica no sólo trataría de los diversos usos del lenguaje, sino de la relación entre las cosas y las palabras, los símbolos y los signos, las afirmaciones basadas en hechos y opiniones, la gramática y el pensamiento. Los alumnos, independientemente de la materia que cursaran, reflexionarían en todo momento sobre el sentido y la verdad de lo que están leyendo y escribiendo, descubriendo con ello los supuestos subyacentes de lo que se les dice. Al profesor se le exigiría, antes que nada, ser un lingüista.

Frente a estas alternativas, la pretensión actual de convertir las asignaturas vehiculares (como un idioma extranjero o el lenguaje tecnológico) en materias interdisciplinares, y, por tanto, exigibles a todo el profesorado, no sólo atenta contra el sentido natural del conocimiento, sino que acarrea un problema que no existiría en el caso de que fueran la historia, la filosofía o la semántica las asignaturas vertebrales. Y es que la introducción de artificios genera siempre una nueva realidad. En este caso, la introducción de una asignatura instrumental como el eje vertebral de la enseñanza genera un nuevo objeto de conocimiento, con lo que cambian las condiciones de accesibilidad al conocimiento de cualquier materia. Si hacemos del medio un fin y convertimos el dominio de las TICs o de un idioma extranjero en la condición de la enseñanza, ponemos al alumno ante un nuevo objeto de conocimiento (el lenguaje tecnológico, el idioma extranjero), que, como tal, exige de nuevas pautas de aprendizaje, de una nueva historia, de una nueva filosofía, de una nueva semántica.

jueves, 23 de junio de 2016

Próximamente... entrevista a Antonio Campillo

En el próximo número que la Revista Ábaco dedica al tema de las migraciones y exilios realizamos una entrevista al actual Presidente de la Red española de Filosofía, Antonio Campillo. En ella el filósofo desmonta algunos de los prejuicios más extendidos de nuestro tiempo referentes al lugar o al papel de la filosofía en las sociedades actuales. La filosofía, constitutiva de la condición humana, es una disciplina abierta que debe tender puentes, alianzas, entre las diferentes formas de conocimiento, contribuyendo a forjar los referentes desde los que enjuiciar y afrontar los problemas globales. La filosofía no sólo ha de librar batallas para combatir la raíz de leyes educativas que, como la actual LOMCE, la desplazan del sistema educativo, sino también para hacerse un lugar entre las diferentes ciencias con vistas a constituir un saber planetario que esté a la altura de nuestro tiempo.

En breve podrá adquirirse el número impreso, también disponible en formato digital.

domingo, 29 de mayo de 2016

Lectores silenciosos (segunda parte)

Es la pertenencia a la construcción orgánica, que integra elementos técnicos y humanos, lo que determina las posibilidades de elección. El sistema técnico impone el espacio donde luego puede intervenir la voluntad. Uno no se adhiere a una construcción orgánica por un acto de voluntad, sino que, más bien, casi por el hecho de existir, se impone la obligatoriedad a pertenecer a ella. Desde el momento en que me siento ante el ordenador me instalo en una construcción orgánica, instalada, a su vez, en otras mayores. Google, por ejemplo, se presenta como un servicio, pero más bien es el usuario quien sirve a Google (pregúntenles a sus fundadores cuánto se embolsan al año por las búsquedas) El sistema determina también las posibilidades del lenguaje (y si no lean un tweet, un post); esto es, nos pone ante el espacio donde debe discurrir el juego, sabedor de que, si no juegas, no eres. ¿Estamos obligados a saludar cuando alguien nos ofrece en público la mano? No, pero nos sentimos impelidos a ello. Cabe la posibilidad de no ofrecer la mano, pero nadie lo hace. El hecho es que hoy en día necesitamos hacer uso de las nuevas plataformas para formarnos, relacionarnos, abrirnos y mostrarnos al otro.

Detrás de todo hay siempre un Zapparoni, que vive sustraído del ritmo frenético, rodeado de relojes de arena. Zapparoni es un mago. Conoce el truco. Introduce el remedio para un virus que él mismo ha expandido y luego se sirve de la vacuna que le inmuniza contra él. No siente la necesidad de vivir conectado porque tiene todo lo necesario para vivir. Se conforma con llevar una vida contemplativa, pero es precisamente esto, la vida contemplativa, lo que no está al alcance de quienes viven conectados: "Zapparoni era un zorro astuto, que sabía vivir en su Malpertius y lo hacía a expensas de los tontos, como los boticarios que cobran a precio de oro sus drogas y remedios milagrosos mientras ellos y los suyos se mantienen sanos con los métodos de sus padres.” (Abejas de cristal, E. Jünger)

¿Qué cabe esperar? El problema es que no se educa en los medios si no interesa consumir este tipo de educación. Y todo lo que se aparta de la tendencia consumista no interesa. Es decir, la pedagogía del uso, que ve la técnica como un medio, funciona, pero sólo en aquellos casos en los que el ser humano se comporta como un fin y la técnica como un medio. Pero ahora ocurre al revés: el sistema es el fin y el usuario el medio (esto ya lo dijo Taylor hace más de cien años en Los principios de la administración científica) Tampoco la ética kantiana, que apela a la voluntad, puede servirnos, pues precisa de un querer sustraído de las determinaciones impuestas o preestablecidas. Lo primero no es ya la apelación a la voluntad, sino la determinación del campo de elección, que puede o no incluir aquella posibilidad. No, en realidad, ni la ética ni la pedagogía pueden ayudarnos. De hecho, el concepto de "ayuda" es inservible, está en desuso, porque nadie la reclama. La ayuda puede existir cuando alguien la solicita, y alguien la solicita cuando la necesita. Pero, ¿y si no hay necesidad de ayuda? Las éticas para náufragos no sirven. No es mediante la ayuda como podemos afrontar la situación en la que nos encontramos. De hecho, la pedagogía del uso y las éticas para náufragos pronto adquirirán la belleza de los fósiles raros.

Lo único que puede desconectarnos es el encuentro con lo real. Al topar con lo otro, con lo absolutamente otro, sobrevienen experiencias ancestrales como la admiración, el extrañamiento, el misterio, capaces de producir sobrecogimiento, de suscitar la pregunta por el sentido. Tenemos que vernos desnudos, en sentido literal. Tenemos que vernos como seres naturales que pertenecemos a un mundo natural, que estaba ya mucho antes del mundo tecnológico que nos habita. Tenemos que vernos como seres infinitamente ignorantes, a pesar de lo que sabemos por Internet. Tenemos que ver en Google un buscador de respuestas ya preestablecidas. Tenemos que ver, en definitiva, que las respuestas a aquellas preguntas ancestrales sólo las podemos responder nosotros.

viernes, 13 de mayo de 2016

Lectores silenciosos

La historia de la racionalidad suele distinguir entre "racionalidad de medios" (saber cómo llegar a una meta) y "racionalidad de fines" (saber si esa meta es adecuada o razonable), y entonces cae en el lastimoso error de atribuir una autonomía a los fines y otra a los medios. Fines y medios, contra lo que nos dicen las políticas educativas o la investigación tecnocientífica, no son realidades separadas ni separables. Basta atender a la historia de la técnica del libro, como hace Nicholas Carr en su libro Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, para darse cuenta de que los cambios producidos en el medio obran en el elemento orgánico, emocional, cognitivo, creando por tanto nuevas necesidades y nuevas expectativas. Vistas así las cosas, ¿qué sentido tiene reflexionar sobre los medios sin tener en cuenta los fines o analizar éstos sin considerar aquéllos?

Carr describe cómo la lectura silenciosa, atenta, pausada, analítica, no era posible con la scriptura continua, cuando los transcriptores se limitaban a reproducir el lenguaje hablado. El esfuerzo que debía hacer el lector para separar mentalmente las palabras, las frases, los párrafos era tan arduo y costoso que no era muy habitual encontrarse con lectores silenciosos. Tanto es así que cuando alrededor del año 380 san Agustín vio a san Ambrosio, obispo de Milán, leer en silencio para sí mismo, se preguntó si Ambrosio no estaría en realidad ahorrando voz, pues se volvía ronca con facilidad. No sería hasta mucho después de la caída del Imperio romano cuando la forma del lenguaje escrito rompió por fin con la tradición oral. Por fin, en el siglo XIII, la scriptura continua quedó obsoleta. Ahora la escritura iba dirigida al oído y a la vista.

La generalización de los signos de puntuación, la colocación de espacios entre las palabras, aliviaron la tensión intelectual que requería el desciframiento del mensaje, propiciando la lectura silenciosa y atenta. El fin de la scriptura continua propició la creación de un nuevo tipo de lector: silencioso, paciente, analítico, creador de nuevos libros y afanoso, ahora, de nuevas metas. La lectura había despertado en el lector la necesidad de nuevos medios, aptos para la consecución de fines que antes no existían: “Los avances en la tecnología del libro cambiaron la experiencia personal de la lectura y la escritura. También tuvieron consecuencias sociales. La cultura en general comenzó a moldearse, de manera sutil pero evidente, en torno a la práctica de la lectura en silencio. La naturaleza de la educación y la erudición cambió, las universidades comenzaron a hacer hincapié en la lectura privada como complemento esencial a las lecciones magistrales. Las bibliotecas comenzaron a desempeñar un papel mucho más central en la vida universitaria y, en general, en la vida de la ciudad. La arquitectura bibliotecaria misma evolucionó. Los claustros y cubículos privados, pensados para la lectura oral, fueron arrancados y sustituidos por grandes salones donde estudiantes, profesores y otros usuarios se sentaban juntos en largas mesas de lectura personal y silenciosa. Libros de consulta como diccionarios, glosarios y concordancias adquirieron importancia como ayudas a la lectura. Era corriente encadenar los ejemplares de textos preciosos a las mesas de lectura. Para cubrir la creciente demanda de libros, comenzó a tomar forma una industria editorial.” (p. 87)

Por ello, desde la consideración de los medios como realidades que obran en los fines, transformándolos, regenerándolos, pierde todo su sentido esta pedagogía imperante que proclama el "aprender a hacer un buen uso de los medios", como si aprendiendo a usar los medios estuviéramos ya liberados de cualquier influjo de éstos sobre nosotros. El uso de cualquier técnica, como la del libro, nos convierte en seres expuestos a influjos orgánicos, cognitivos, que llegan a transformar no ya sólo nuestra manera de pensar, sino nuestras preferencias acerca de las nuevas técnicas que queremos medien en la búsqueda de fines.

jueves, 28 de abril de 2016

Nuestros alumnos en la III Olimpiada de Filosofía

Los días 15 y 16 de Abril profesores aragoneses de filosofía acudimos a la celebración de la tercera edición de la Olimpiada española de Filosofía, con motivo de la clasificación de nuestros alumnos. No hubo suerte y volvimos sin medallas, pero sin duda el mejor premio fue la experiencia allí vivida, el encuentro intercultural y filosófico de un evento que reunió a 15 comunidades autónomas. Además, el ejercicio propio de la Olimpiada fue acompañado por numerosas e interesantes visitas culturales por la tierra asturiana, organizada tanto para alumnos como para profesores. Pudimos conocer un poco mejor el centro histórico de Oviedo, los monumentos prerrománicos situados en el Monte Naranco o la historia del pueblo minero Bustiello, una excepción dentro del patrimonio industrial asturiano. Sin duda alguna, la Olimpiada española se convirtió en un intercambio de ideas y experiencias que a nadie se nos olvidará.



                                              Subiendo al Monte Naranco



                                           Algunos de nuestros alumnos aragoneses


                                  En esta ocasión con otros de otras comunidades


                                  Frente a la Iglesia de San Miguel de Lillo


                                    Ni Santa María nos libra de la lluvia



                             Escuchando la historia de los mineros de Bustiello


                                  Dispuestos a darlo todo en el Parlamento asturiano


Escuchando atentamente el procedimiento de la Final


Se anuncian los ganadores


                    El mayor premio ha sido la experiencia de compartir experiencias



LISTADO DE ALUMNOS GANADORES:

Disertación filosófica
1.- Alberto Pezonaga Torres
2.- Jimena Moreno Rubio
3.- David Gómez Martínez
Dilema moral
1.- Sofía Palmerín
2.- Marina Laguna Calvo
3.- Marta de Sevilla García
Fotografía
1.- Andrés Gutiérrez Bermejo
2.- Cristina Fonteboa Sánchez
3.- Raquel Pino Gómez
Vídeo
1.- Eva Juez Stapleton
2.- Martín López Pérez
3.- Daniel Sabiti Vázquez

ENLACES DE INTERÉS RELACIONADOS CON LA OLIMPIADA:





viernes, 8 de abril de 2016

El secreto del profesor

Es una perversión considerar el conocimiento como un añadido, un excedente, o como algo que falta al hombre precario. Somos herederos de una tradición que ha considerado el conocimiento como conocimiento de algo. Primero fueron las Ideas, luego las formas esenciales, más tarde las ideas simples, los fenómenos puros, los datos...y así hasta un sinfín de realidades que, en primera instancia, se presentaban como realidades extrañas que debían recuperar su lugar propio en el intelecto. Y así, estos mismos esquemas de pensamiento los reproducimos en nuestras relaciones con aquellos que consagran su energía al aprendizaje y la conquista de títulos. Sí, los títulos parecen estar ahí aguardando el reconocimiento por todo un esfuerzo realizado. El título, más que en un pasaporte, se ha convertido en el testimonio de una batalla librada....

Pero, ¿y si el aprendizaje no va de esto? A estas alturas a nadie se le escapa que la acumulación de títulos no garantiza una buena disposición para el aprendizaje. Me decía un alumno ya avezado en eso de conseguir títulos que el secreto está en saber cómo y dónde conseguirlos, no tanto en dedicar horas al conocimiento de la materia. Hasta hace unos años el título trascendía su mera materialidad y abría a un mundo de posibilidades laborales, pero ya no es así. El leitmotiv no puede ser ya la obtención de un mero papel, de ahí que, tarde o temprano, sanemos de "titulitis". Tampoco la adquisición de conocimientos, cual realidades ajenas a nosotros que han de encontrar su lugar propio, es suficiente para explicar nuestra inclinación hacia ellos. Los alumnos que a fuerza de memoria y de asimilación se quedan sólo en eso, en el dominio de la destreza de memorizar y de comprender, acaban viendo el aprendizaje como un algo tedioso que termina por abandonarse.

El conocimiento no es conocimiento de algo. Decía Goethe que una nueva idea es como un órgano desde el que entender el mundo. El conocimiento es ese órgano sin el cual no podemos abrirnos a nuevas maneras de ver nuestro mundo. El alumno que seguirá yendo a la biblioteca o gastando su dinero en libros es ése que, durante las horas muertas o en su tiempo vacante, comienza ya a vislumbrar que el secreto no está en lo que dice el profesor, sino en su empeño en decirlo, señal de que el mundo se está abriendo a sus ojos.

miércoles, 23 de marzo de 2016

III Olimpiada de Filosofía de Aragón

Desde aquí quiero dar la enhorabuena a nuestros alumnos por su buena clasificación en la III Olimpiada de Filosofía de Aragón.... Ya sabéis que la historia no acaba aquí y organizaremos próximamente una exposición en el IES Zurita con los trabajos realizados. A continuación os dejo algunos de los trabajos ganadores:



Autor: Antonio Amenara Begue
Segundo premio por la modalidad de Fotografía filosófica


Autor: José Asensio Gómez
Fotografía filosófica clasificada entre las diez primeras de Aragón


Vídeo filosófico clasificado entre los diez primeros de Aragón
Autora: Clara Abánades Catalán

Vídeo filosófico clasificado entre los diez primeros de Aragón
Autora: Susana Simón Saiz

jueves, 11 de febrero de 2016

¿Hacia dónde vamos? Un recorrido filosófico por las diferentes formas de inseguridad

El trabajo que publicamos con el título ¿Hacia dónde vamos? Un recorrido filosófico por las diferentes formas de inseguridad en el Nº 86 de la Revista Ábaco, no pretende ser una nueva conquista conceptual, esto es, la acuñación de una nueva significación a términos que aparecen en el título como el de «experiencia» o el de «seguridad». Más que de enseñar, se trata de mostrar, o, más exactamente, de prestar un espejo al lector para que él mismo, con todo lo que le circunda, pueda mostrarse. Tampoco hemos pretendido, como el título parece sugerir, agotar o categorizar toda la tipología de formas de inseguridad existente; más bien, servirnos de la que ya hay para iniciar al lector en la serie dialéctica de formas de inseguridad que entendemos se han sucedido históricamente. Tres son las formas de inseguridad que hemos analizado: el «extravío», el «naufragio» y el «ser a la deriva».




Gracias de nuevo a la Revista Ábaco por concedernos un lugar en su ya más que consolidado espacio para la cultura.

Aquí puede adquirirse el número impreso y en breve también podrá adquirirse en formato digital.

lunes, 1 de febrero de 2016

Tiempo que te encuentra

El tiempo no es. O es una mera abstracción, consecuencia de esa actividad intelectiva que tan bien nos define. Se dice del tiempo que pasa cada vez más rápido, como si fuera un tren que circula a gran velocidad. Tampoco se ahorra o se gana tiempo; en todo caso, se estira la sensación de premura o de apresuramiento. ¡La cantidad de negocios que se alimentan de la imposición a vivir deprisa! 

Ahorra tiempo quien vive deprisa, quien se apresura por vivir. Pero, dice un antiguo proverbio, al hombre feliz el reloj no le da las horas.

Luego está el otro tiempo, el que no se busca, sino que te encuentra. Y entonces descubres atónito que el Tiempo no existe, porque lo que hay son tiempos, formas diferentes de vivir el tiempo superpuestas unas a otras, como universos paralelos...

A un asceta ilustre llamado Nârada, que había ganado por sus innumerables austeridades la gracia de Visnu, se le apareció el Dios y le prometió realizar cualquier voto que hiciese. "Enséñame el poder mágico de tu Mâyâ", le pide Nârada. Visnu asiente, y le hace signo de que le siga. Poco tiempo después, hallándose ambos en un camino desierto y lleno de sol, y sintiendo sed, Visnu ruega a Nârada ande unos metros más, hacia donde se divisa un pueblecito y le traiga agua. Nârada se precipita y llama a la puerta de la primera casa que encuentra. Le abre una muchacha muy bella. El asceta la mira largamente y se olvida a qué había venido. Entra en la casa y los padres de la muchacha le reciben con el respeto debido a un santo. El tiempo pasa. Nârada acaba por casarse con la muchacha y conoce las delicias del matrimonio y la dureza de una vida de campesino: Nârada tiene ahora tres hijos, y después de la muerte de su suegro es propietario de la granja. Pero en el curso del decimosegundo año, lluvias torrenciales acaban por inundar la región. En una noche, se ahogan los rebaños, se hunde la casa. Sosteniendo con una mano a su mujer, con otra a sus dos hijos, y llevando al pequeño sobre el hombro, Nârada se abre difícilmente camino a través de las aguas, pero la carga es demasiado pesada. Se escurre, y se le cae al agua el pequeño. Nârada suelta a los otros dos niños y se esfuerza por encontrar al pequeño, pero es demasiado tarde: el torrente se lo ha llevado muy lejos. Mientras busca al pequeño, las aguas se han tragado a los otros dos niños, y poco tiempo después a la mujer. El mismo Nârada cae, y el torrente lo arrastra sin sentido como a un pedazo de madera. Cuando se recobra, depositado sobre una roca por el agua, recuerda sus desgracias y se echa a llorar. Pero de pronto oye una voz familiar: "¡Hijo! ¿Dónde está el agua que debías traerme? Te espero desde hace más de media hora." Nârada vuelve la cabeza y mira. En lugar del torrente que todo lo había destruido, vio los campos desiertos, brillantes bajo el sol. "¿Comprendes ahora el secreto de mi Mâyâ?", le pregunta el Dios. (Mircea Eliade, Imágenes y símbolos)

jueves, 28 de enero de 2016

Saber estar

Tener que ser es siempre una carga. Además, generalmente, conduce a sentimientos negadores como el desánimo, la culpa o la frustración. La sociedad, el lenguaje, la propia tradición, anclada en aquella división funesta que ya Parménides estableció entre el ser y el no ser, nos instan a buscar el ser allí donde no lo hay, allí donde se extienden los territorios vírgenes donde todavía no ha llegado esa imposición a "ser" de la que aún se nutre la metafísica occidental. Que si tenemos que ser abogados, juristas, médicos o amas de casa; que si tenemos que ser buenos, justos o pecadores; que si tenemos que conocer el "ser" de esto o de aquello para saber a qué atenernos en nuestros afanes vitales. En fin, desde fuera o desde dentro, emergen un sin fin de "seres" que no sólo nos sujetan a una determinada actividad, sino que nos atan a un determinado camino rara vez transitable. Porque, ¿realmente las cosas son?, ¿qué significa que las cosas sean?, ¿acaso la pregunta no es "si el lenguaje es"?, ¿acaso no es el "ser" por el lenguaje, y no al revés? Aun recuerdo la fascinación de aquellos personajes tarantinianos que, como el Señor blanco en Reservoig Dogs, se afanaban desesperadamente en ver en algún infiltrado, como el Señor naranja, un amigo, alguien que les confiriera una identidad y les hiciera "ser" en medio de ese discurso enmarañado de nombres y situaciones ficticios. Como apunta el filósofo José Luis Molinuevo, a raíz del nuevo retrato cinematográfico de David Foster Wallace, ya va siendo hora de renunciar a ese "tener que ser" en aras de un "estar", liberado siempre de comportamientos ególatras y monomaníacos.

miércoles, 6 de enero de 2016

Ni realismos ni idealismos

Estamos mal acostumbrados a situar el debate filosófico acerca del valor epistémico de la ciencia en la vieja disputa entre realismo e idealismo, como si la única alternativa fuera la de afirmar la posibilidad de conocer el mundo fidedignamente o la de defender el papel inventivo del conocimiento. Vamos, que ya va siendo hora de desbancar esta postura reduccionista por la que parece que el sujeto se limita a reproducir lo observado o a engendrar nuevos órganos de visión. El reduccionismo dicotómico luego conduce a ejercicios sintéticos que, lejos de arrojar luz sobre la cuestión, desvían al lector de su verdadero quid. 

Para el caso del valor epistémico de la ciencia, Wittgenstein advierte que la esencia de la cuestión se halla fuera de los límites de aquella dicotomía, afirmando que la ciencia ni describe el mundo ni lo inventa. Más bien, informa acerca de nuestro modo de describirlo, que será mejor cuanto más útil y preciso resulte. Así, la ciencia, por ejemplo, la mecánica newtoniana, será un sistema de representación o descripción del mundo tan válido como cualquier otro, sólo que en virtud de su aplicabilidad y funcionalidad es el que escogemos. Pero el hecho de que el sistema newtoniano nos sirva para describir el mundo no dice nada de éste. Lo que nos dice algo acerca del mundo es el modo preciso y determinado en que es posible describirlo por este medio. Así, del mundo ya podemos decir con sentido que puede ser descrito mediante la mecánica newtoniana, y del modo como lo hace

"6.342 Y ahora vemos la posición recíproca de lógica y mecánica. (Cabría hacer, también, que la red se compusiera de figuras de otro tipo, de triángulos y hexágonos, por ejemplo.) Que una figura como la arriba citada pueda ser descrita mediante una red de una forma dada, es cosa que no dice nada sobre la figura. (Porque esto vale para cualquier figura de este tipo.) Pero lo que caracteriza a la figura es esto: que puede describirse enteramente mediante una determinada red de una determinada finura. Así pues, tampoco enuncia nada sobre el mundo el hecho de que pueda ser descrito mediante la mecánica newtoniana; pero sí, ciertamente, el hecho de que se deje describir así mediante ella, como, en efecto, es el caso. También dice algo sobre el mundo el hecho de que pueda describirse más sencillamente mediante una mecánica que mediante otra."

(Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus)