domingo, 27 de abril de 2008

Hagamos que la realidad hable

En el pasado siglo fueron varios los movimientos y las escuelas que crecieron con el único afán de combatir la pretensión racionalista de idear un mundo - el mundo de la ciencia- basándose en principios lógicos derivados de la razón. La constitución de un corpus científico, basado en los contenidos y principios de la racionalidad, proporcionaría para el racionalista la mejor forma de entender y habitar nuestra naturaleza, de ahí que su esfuerzo se orientara a una reflexión sobre la razón misma y a una exploración de sus posibilidades. Aquellas corrientes y escuelas vieron en esta tarea un esfuerzo infructuoso, y en su lugar propusieron formas alternativas de acercanos a la realidad, como parece indicarnos el teórico francés B d.'Espagnat:
Si lo real en sí se niega a decirnos lo que es -o cómo es- por lo menos consiente en decirnos, en cierta medida, lo que no es. No es conforme a los esquemas clásicos del mecanicismo, del materialismo atomista, del realismo objetivista, es decir, a ninguna de las variantes del realismo próximo (...) Es pues legímito calificarlo de lejano. Más aún, parece más o menos quimérico esperar que se pueda construir una imagen científicamente justa (libre de elementos arbitrarios) con ayuda de conceptos tomados de las matemáticas. En consecuencia, parece muy legítimo calificarlo como inconocible o velado. Pero de las dos palabras, es la segunda la que parece más correcta (...) Lo real en sí, aunque no es conocible en el sentido habitual de la palabra, no es tampoco rigurosamente inconocible; está velado.
B. d'Espagnat, Une incertaine réalité (en Los científicos y Dios, Antonio Fernández-Rañada)