viernes, 27 de enero de 2017

Entre la obediencia y el deseo

Siempre he creído en la posibilidad de hacer del deseo una obediencia y de la obediencia un deseo. Cuando prevalece uno de los polos, el otro se difumina hasta prácticamente desaparecer. Es lo que ocurre cuando aturullamos a nuestros alumnos con normas y principios sin darles ocasión a que enciendan su deseo. Tampoco el polo opuesto es deseable, cuando desaparecemos como autoridad y nos comportamos como meros sujetos pacientes de sus vicios y caprichos. Ya recomendaba Aristóteles vivir en el límite (que no al límite), o próximo a él. De otra forma, seguro acabamos alcanzados por el dolor, en cualquiera de sus formas.

Sin embargo, como profesores, no es fácil muchas veces medir y encontrar esa zona limítrofe que a tantos filósofos ha encantado. La madre de Goethe la creyó encontrar en aquellos cuentos inacabados que estimulaban a su hijo a darles un final. Algunos profesores desconfían de ella, imponiendo a sus alumnos un camino demasiado acotado para ser recorrido. Los hay, también, que pretenden explotar la creatividad del alumno dejándola a su suerte, como si ésta naciera por ciencia infusa cual milagro de alguna fuerza misteriosa.

Más bien, quizá debamos hacer caso a los sabios consejos del filósofo peripatético y trabajar, como profesores, desde el límite: autorizando al alumno a dar rienda suelta a su deseo y haciendo de éste la mejor herramienta para su aprendizaje.