jueves, 13 de diciembre de 2007

Cioran y el sueño

El sueño, esa disolución temporal del yo, nos familiariza con la muerte, y cuanto más profundo es el sueño, más familiar nos es. El pobre de Cioran era insomne, y quizá por ello nunca acabó de despreocuparse de la muerte, de familiarizarse con ella. Se diría que Cioran quiso hasta el final mantener viva su consciencia, como un enfermo que en estado terminal se resiste a conciliar el sueño por temor a que en ese momento se desvanezca su yo.
Entre exámenes, correcciones, evaluaciones, y otros menesteres, aprovecho este momento para mostraros un pensamiento genial del escritor rumano que ejemplifica lo dicho:

"Se cambia de ideas como de corbatas, pues toda idea, todo criterio viene de lo exterior, de las configuraciones y los accidentes del tiempo. Pero hay algo que viene de nosotros mismos, que es nosotros mismos, una realidad invisible, pero interiormente verificable, una presencia insólita y de siempre, que puede concebirse en todo instante y que no nos atrevemos jamás a admitir, y que no tiene actualidad más que antes de su consumación: es la muerte, el verdadero criterio..." (Emil Cioran, Breviario de podredumbre, Taurus, Madrid, 1972, p.27)

martes, 4 de diciembre de 2007

Emil M. Cioran, un pesimista seductor

Creo que es en Anni Hall ¿o era en Manhattan? donde Woody Allen se acerca a un estante de libros de filosofía y tomando uno confiesa a Diane Keaton su obsesión por el tema de la muerte. Bien pudiera tratarse de un ensayo de Emil M. Cioran (1911-1995), por entonces ya un pensador de culto y traducido a numerosos idiomas. Frente a algunos de sus referentes, como Platón, Shopenhauer, Nietzsche, Kierkegaard, más literato que filósofo, Cioran no convierte la muerte en problema, de ahí que sea absurdo pretender ver en su pensamiento un sistema, una propuesta, una preparación. Se limita a expresar con sus armas literarias, aforísticas, poéticas, la inquietud que le despierta la muerte o fenómenos derivados como el hastío, el suicidio, el deseo...

Os dejo aquí una de sus reflexiones más entrañables sobre la inquietud misma por la muerte, tomada del ensayo Cioran: el pesimista seductor:

"En mi infancia, mis amigos y yo nos divertíamos mirando trabajar al enterrador. A veces nos dejaba un cráneo con el que jugábamos al fútbol. Ése era para nosotros un placer que ningún pensamiento fúnebre empañaba. Durante muchos años viví en un ambiente de sacerdotes que habían oficiado miles de extremaunciones; a pesar de ello, no conocí ninguno a quien la muerte intrigara. Más tarde comprendí que el único cadáver del que se puede sacar algún provecho es del que se prepara en nosotros."(Silogismos de la amargura, Tusquets, Barcelona, 1990)