sábado, 21 de febrero de 2009

Las cosas pueden ser y no ser

La epistemología clásica (pienso en Parménides, Platón, Aristóteles) entiende el principio de tercio excluso (exclusión de un tercero) como un principio determinante de la estructura de la realidad; como tal, hace que ésta no sea de cualquier forma, sino de una manera determinada, limitada. Así, haciendo uso de este principio, puede decirse de culquier cosa, sin riesgo a equivocarse, que es o no es, que tiene forma esférica o no la tiene, que es blanca o de cualquier otro color, y así sucesivamente. No puede decirse, en cambio, al menos sin que le tachen a uno de haber perdido el sano juicio, que una cosa es y no es, que es esférica y cuadrada, blanca y amarilla...., pues estas propiedades que se predican de las cosas son entre sí excluyentes por referise a lo mismo y al mismo tiempo.
Un hecho que revolucionó este modo de pensar fue el descubrimiento que realizaron físicos como Albert Einstein (1879-1955) o Niels Bohr (1885-1962) sobre la naturaleza de la luz. Los nuevos hallazgos en física cuántica revelan, contra el modo de pensar clásico, que la realidad no se comporta conforme a los principios lógicos del pensamiento, como el de identidad o el de tercio excluso. Desde luego resulta extraño, ajeno a la intuición, que la luz sea, a la vez, onda continua (como las de la superficie de un estanque) y partícula localizada (como una bola pequeña de acero), pero los continuos experimentos que se han hecho desde aquel descubrimiento revelan en la naturaleza de la luz la presencia de propiedades tradicionalmente consideradas como excluyenes y contradictorias. El principio de tercio excluso deja paso a lo que el físico Niels Borhr llama principio de complementariedad, que insiste en la necesidad de referir a las cosas pares de propiedades aparentemente excluyentes, pero ambas necesarias para una comprensión completa del fenómeno. A la luz del nuevo principio se dice que un electrón es onda y partícula a la vez, pues, aunque ambas propiedades no se manifiesten fenoménicamente al mismo tiempo (¿cómo iban a hacerlo?), los experimentos demuestran su existencia conjunta.
Las cosas no son lo que parecen, ni como pensábamos que debían ser. Ahora resulta que las cosas pueden ser y no ser, al mismo tiempo y en un mismo aspecto.

lunes, 16 de febrero de 2009

Un llamamiento a lo sagrado

Nosotros científicos (...) apelamos a la comunidad religiosa del mundo para comprometernos a preservar el medio ambiente de la Tierra (...) Como científicos, muchos de nosotros hemos tenido experiencias profundas de respeto y reverencia ante el universo. Nuestro hogar planetario debe considerarse sagrado y los esfuerzos por salvar el medio ambiente deben ser infundidos con una visión de lo sagrado (...) Esperamos que este llamamiento estimule un espíritu de causa común y acción conjunta para salvar la Tierra.

Carl Sagan

domingo, 1 de febrero de 2009

El igualitarismo: causa de desigualdad

La idea de igualdad, tan necesaria en el conocimiento de la aritmética y de la geometría, aplicada a las sociedades humanas, puede producir efectos contrarios a los propósitos de su aplicación. Pensemos, por ejemplo, en el ámbito de la educación, más concretamente, en el de la Educación Secundaria Obligatoria, en el que una diversidad creciente de alumnos sigue un mismo programa educativo con similares itinerarios y asignaturas. La idea que anima este propósito, se supone bienintencionado desde un comienzo, es la de igualar a los alumnos en lo que respecta a sus conocimientos y actitudes. En efecto, no se obligaría a los alumnos a cursar dicha etapa educativa, si no se pensara en la conveniencia de recibir todos una misma educación básica, preparatoria para futuros programas y estudios. Sin embargo, este empeño acaba materializándose en una realidad, la de las aulas del día a día en el Instituto, que, lejos de favorecer el aprendizaje común, lo dificulta y, para el perjuicio de todos, en ocasiones, lo llega a impedir.

No viene mal recordar que la realidad social de un aula, sobretodo en los niveles de la E.S.O., se traduce en una variedad absoluta de preferencias, aptitudes y actitudes, encarnadas en adolescentes procedentes de diferentes contextos culturales y poseedores de unas cualidades personales y propias: Hay alumnos aplicados y, dentro de éstos, están los inquietos y los conformistas, los ambiciosos y los 'pelotas'; luego están los alumnos que no terminan de aplicarse, los que 'pasan' de atender y tomar notas en clase, pero que luego estudian en casa cuando sus compañeros no les ven; también los hay 'saboteadores’, alumnos que ante todo prefieren sabotear la clase, aun sabiendo del castigo consecuente, y los alumnos inadaptados, que nunca terminan de sentirse bien en ningún grupo; y están también los alumnos impasibles, que no se inmutan por nada, a los que todo les resbala, más todavía los cultismos y los conceptos...., y así muchos otros más.

Teniendo en cuenta esta diversidad social, pensamos que cualquier pretensión educativa de igualar las diversas actitudes de un grupo de alumnos está condenada al fracaso, si éstos no poseen, al menos, una serie de disposiciones compartidas, exigibles para la asimilación de un buen comportamiento. Por lo mismo, la pretensión de igualar cognitivamente a un conjunto de individuos puede llevarse a buen término, pero sólo si éstos presentan al menos similares conocimientos previos y capacidades, así como una mínima disposición previa para el aprendizaje, hechos que por lo general no se dan. El problema a nuestro entender, por tanto, consiste en la inexistencia de este conjunto de factores comunes, imprescindibles para un desarrollo y crecimiento conjunto de los estudiantes. Como la variedad de intereses y preferencias, de conocimientos previos y aptitudes, es muy vasta y acentuada, no hay principio ni programa educativo alguno que consiga materializar ese ideal de igualdad social, produciéndose el efecto contrario de dificultar un aprendizaje común de calidad.