sábado, 8 de abril de 2017

Me habían dicho que esto iba de enseñar

Quienes llevan ya una larga trayectoria en esto de la educación en España aseguran que ahora los profesores hacemos de todo, menos enseñar. Recuerdo que cuando entré a formar parte de la profesión, lleno de entusiasmo y vocación, acogía aquellos comentarios con cierto escepticismo y desdén. Me decía, "estos ya están quemados, no deben saber lo que es enseñar." Y ahora, después de unos cuantos años ya dedicado a la enseñanza, voy dándome cuenta de la verdad de aquellas palabras, como cuando escuchábamos a nuestros abuelos decir aquello de "lo importante es estar sanos, tened salud". Hay verdades que necesitan tiempo, tiempo vivido, para ser reconocidas. Ahora resulta que los profesores, voluntariamente, faltaría más, podemos ya administrar medicamentos a alumnos con enfermedades crónicas. Vamos, que se nos ha facultado para medicar, nada más y nada menos. Pero es que ya éramos guardianes, vigilantes, psicólogos, informáticos, instructores, gestores, administrativos, bilingües, agentes de viajes, relaciones públicas, y yo que sé cuántas cosas más.... Todo, menos enseñar.

¿Qué nos está pasando? Cuando entré en la profesión creía que esto iba de enseñar, de leer, de investigar, de estudiar cuanto más mejor, para luego enseñar. Pero ahora, con los años, me doy cuenta que esto va de otra cosa. Pensaba, iluso de mí, que un centro escolar, daba igual cuál fuera el nivel o grado, era una especie de fábrica de conocimientos. Me lo imaginaba como un entramado de relaciones encaminado al desarrollo del conocimiento con vistas a su mejor transmisión. Imaginaba a los profesores paseándose por los diferentes departamentos para ver de qué conocimientos podían servirse para explicar mejor una determinada lección. Imaginaba que, procedentes de familias comprometidas y responsables, como ha sido la mía, los alumnos tendrían ya inculcada cierta disciplina para saber acatar las órdenes y cumplir sus obligaciones. Imaginaba cierta curiosidad innata en muchos alumnos que, con semejante oportunidad que se les estaba brindado, no querrían desaprovechar. En fin, me lo imaginaba como un lugar que ahora, echando la vista atrás, me doy cuenta solo ha existido en mi imaginario.

Menos mal que quedan las noches, esos tiempos muertos, fuera del trajín y del mundanal ruido, a veces en una parada de autobús, otras en el retrete (como lugar de retiro), o postrado en el sofá mientras el viejo Sol se levanta. Ahí es cuando se cuecen esas ideas, que luego, algunas, se transmutan en una lección de vida que quizá posen en ciertos corazones, y quién sabe, si germinarán como en ti lo han hecho.

8 comentarios:

Rocío dijo...

Yo también pensaba que enseñar sería diferente. Había tomado como un axioma esa primera frase de la metafísica aristotélica de que todos deseamos saber, de que somos curiosos por naturaleza, quizá porque a mí siempre me ha gustado aprender. Pero no es así, no existe tal axioma. Tampoco la maternidad o la paternidad son lo que había creido. A cierta edad de la vida, parece que pocas cosas son lo que en un principio parecían. Tal vez madurar sea darse cuenta de eso, y aún así seguir manteniendo la ilusión, la esperanza de que cuanto hacemos sigue mereciendo la pena.

David Porcel Dieste dijo...

Querida Rocío,

conociéndote es fácil darse cuenta que has tenido que ver en los alumnos unas personas afanosas por saber, por descubrir, por compartir, porque dicen que uno proyecta en los demás lo que es uno mismo (o lo que ve en sí mismo) Quizá, después de todo, la mayor fortuna sea tener la oportunidad de madurar con otras personas que, como tú, no dejan pasar el tiempo sino que hacen de su tiempo la fuente de maduración. Como sabiamente sugieres, la maduración conlleva cierta decepción, pero solo el que antes había deseado, sentido, amado, ahora puede vivir la pérdida que supone dejar la semilla que una vez fuimos. Gracias por tan sabio comentario. Un abrazo

M. A. Velasco León dijo...

Esto iba de enseñar, así es, pero ¿de qué va eso de enseñar?
Y su correlato: ¿de qué va eso de aprender?
Seguramente mis profesores de bachillerato me consideraban un mal alumno. Quien me dió Filosofía en 3º de bup, dijo que mi mente no servía para la filosofía.
¿Dónde va a germinar la semilla? si a veces, incluso ignoramos que la hemos lanzado.
¿Cuáles de estas, sobre todo de estas, las que sembramos sin darnos cuenta, van a dar insospechados frutos? Insospechados, no quiero calificarlos, no puedo calificarlos moralmente, ni socialmente.
Esto de enseñar parece que va de aprender siempre, de dar palos de ciego guiados por los ciegos que creemos ven más que nosotros y contra los que creemos miran a la meta equivocada.
Esto va de vivir, y hacerlo más expuesto que la mayoría, cara a cara con el futuro, ese futuro siempre ingénuo, siempre inmaduro, siempre de unos 16 años.
Saludos

David Porcel Dieste dijo...

Ahí queda eso. Un abrazo.

Celeste Cordón dijo...

El impacto que los docentes pueden llegar a provocar en sus alumnos es sencillamente increíble. La fuerza de la semilla del conocimiento es imparable, pues se trata de un proceso que requiere constante alimentación y puede desencadenar procesos tan potentes como establecer la frase "sapere aude" como meta a perseguir día a día. Eternos agradecimentos.

David Porcel Dieste dijo...

Completamente deacuerdo, Celeste. Vaya sorpresa tenerte por aquí. Un fuerte abrazo y mis mejores deseos para ti.

Anónimo dijo...

Buenas tardes David. Estaba en mi casa leyendo tus publicaciones y me parece momento de escribirte lo que reflejas desde mi punto de vista. Para mantener el misterio te diré que soy un@ alumn@ tuy@ de bachillerato. Sólo uso esto para decirte que por favor sigas escribiendo, tus publicaciones reflejan muy bien tus pensamientos y tu manera de expresarte. Nunca he sido un@ alumn@ de gustarme una asignatura en concreto o destacarla, ni mucho menos un profesor, pero ahora sé que ha sido por que nunca he tenido el gusto de que me dieses clase, y mira que llevo años en el instituto. Ningún profesor me había dado confianza cómo para escribirle lo que pienso. Quería aprovechar para agradecerte tu paciencia y lo amenas que se hacen las clases hasta a últimas horas. Da gusto tener profesores así. No me alargaré mucho más, sólo pedirte que no dejes de escribir y de ser como te muestras,como lo que veo en el aula. Has echo que no deteste la filosofía y al verla en el horario no se me haga pesada si no todo lo contrario.. Enhorabuena David, en un futuro espero encontrarme con un profesor así. Un abrazo, te veo el martes.

David Porcel Dieste dijo...

Muchas gracias por tan amable comentario. Decirte que, como sabes, no hay mayor alegría para mí que tener la oportunidad de dar clases a alumnos con verdadero interés. Un gran abrazo. David