viernes, 10 de abril de 2020

Palabras compañeras


Hoy más que nunca los discursos pueden apaciguar, acompañar a tantos corazones sumidos en la confusión y la incertidumbre. Quizá, como en ningún otro tiempo, las palabras deban apartar a la razón de promover la inquietud acariciando el dolor de tantos hombres y mujeres prisioneros. Es el momento de hacer del lenguaje un sutil instrumento cuya eficacia moral sólo se verá recompensada por un gracias o un te quiero, como antiguos mitos que acompañaban a almas desamparadas preparándolas para el bien morir. Quizá vaya siendo hora de abandonar la confrontación y la dialéctica para dejar paso a ese otro discurso de palabras suaves, endulzadoras de tiempos cegados por el desasosiego. Abandonaremos aunque sea durante unos días la disputa sobre quién lo hizo o por qué no tomaron medidas, como cuando recibíamos de nuestros padres aquellos cuentos regalados que nos abandonaban al sueño. Miraremos los ojos de los demás como estando necesitados de consuelo y de verdad. «La recompensará será bella y grande la esperanza».

                              José Antonio Porcel, Caminando

4 comentarios:

M. A. Velasco León dijo...

Debería llegar esta propuesta, que la mayoría hacemos nuestra -o eso creo-, especialmente a todos esos amplificadores, voceros inconscientes que colaboran difundiendo el veneno de los "políticos" del cuanto peor, mejor.

David Porcel Dieste dijo...

Muy cierto. Haciéndola nuestra ya hacemos mucho. Gracias por pasarte a la hora del vermú.

Robin de los bosques dijo...

Alguien muy especial para mí decía siempre que nunca se debería hablar solo para destruir. Que siempre cabía una palabra amable.
Ojalá aprendamos algún día y como dices, podamos ver consuelo en los ojos del otro.

David Porcel Dieste dijo...

Pues esa persona te quería el bien.