viernes, 17 de enero de 2020

Generaciones

A mi grupo de 4º de ESO de Filosofía,
 
En las antípodas de lo esperado, allí donde el conocimiento aún es posible, una alumna en clase de Filosofía pensaba en voz alta: cuando la filosofía habla de la felicidad se hace desde la presunción de que la vida es una o está fragmentada en unidades sucesivas -los instantes-. Pero la vida ni es una ni está fragmentada. ¿O no hay experiencias que generan vida y otras que la quitan? Sí, obcecados por el resultado y los objetivos nos quedamos sin experimentar la intensidad de la vida.
 
Y es verdad. Enseguida pensé en el primer amor, vivido secretamente por temor a que el tiempo acabara con él. Y en la primera luz que, colándose por la cortina, mortalizó para siempre al sol. Y en la primera medianoche con su cielo estrellado y su luna refulgente. Y en el primer mar, que todavía en las noches de invierno aparece envolviendo cuerpos y corazas. Y en todo ello, a un sólo tiempo. Y pensé que perdiendo estas experiencias, dejándolas ir, nos perdemos para siempre.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sería lo que entiendo como Poesía de la vida. Es decir, aquello que tiene que ver con lo más real, con el núcleo fundador de lo demás y no con la belleza envilecida que se confunde con lo bonito y el buen gusto. Lo que no puede disolverse en ningún mandamiento.

David Porcel Dieste dijo...

"Por la noche, con la luz apagada,
miraba a través de los cristales,
entre los conocidos huecos de la persiana.
Como un rito o una extraña costumbre
la escena se repetía, día tras día,
igual siempre a sí misma.
Frente a frente su ventana,
la veía aparecer y bajo la tenue claridad de la luz,
lentamente, irse haiendo desnuda.
Sus ropas caían sobre la silla,
primero grandes, luego más pequeñas,
hasta llegar al ocre color de su cuerpo.
Andando o sentada, sus movimientos tenían
la inútil inocencia del que no se cree observado
y la imprevista ternura del cansancio.
Cuando todo volvía a la oscuridad,
los apresurados golpes del corazón
se aquietaban con una sosegada plenitud.
De quien así, ocultamente deseé,
nunca supe su nombre
y el romper de su risa es aún el vacío.
Sin embargo allí, en la perdida frontera de los catorce años,
por encima del Latín imposible
y de los misteriosos números de la Química,
el temblor detenido de mis manos,
la turbia fijeza de mis ojos sobre ella, permanecen,
dando fe de aquel tiempo, memoria de la carne."

Juan luis Panero. Memoria de la carne

M. A. Velasco León dijo...

La vida no es una, somos muchos, pero ¿los somos simultaneamente? ¿o de forma sucesiva? aunque volvamos a aquellos que fuimos y, por tanto, somos.
Vital poema y vital reflexión.
Gracias por ambos.

David Porcel Dieste dijo...

Sí, me da que muchas de las reflexiones tradicionales de la vida se han hecho con la medida de la geometría (y además euclidiana) "Sucesión", "continuidad", "segmentación", son todos conceptos heredados de ella. No sé, me da que la vida no conoce medida.