domingo, 12 de abril de 2020

Entre líneas

A los primeros maestros,

¿Qué me llevaría a escribir aquellas palabras con trece o catorce años? ¿A desperezarme del sofá y teclear aquellas letras borrosas de la máquina de escribir de mi padre? ¿A irrumpir la placidez del sueño y aventurarme a juegos más serios? El caso es que no tendría más de trece o catorce años cuando vi El séptimo sello, de Ingmar Bergman. La vi no para buscar respuestas -¿qué podría buscar un niño de trece o catorce años?-, sino seducido por aquellos extraños personajes que trataban con la muerte o a quienes se les aparecían Vírgenes en medio de días claros. 


                                           Notas sobre El séptimo sello

A la luz de lo escrito, debí entrever la tensión que aúna el amor como fuente de verdad y el odio como origen de imposibilidad. Esta idea, sin duda, ha recorrido nuestra tradición desde que Empédocles asentara aquello de que el Amor es fuente de concordia y su ausencia (Odio) de división y discordia.


Ello se hace manifiesto en el volumen de los mortales
        miembros;
pues a veces por Amistad se aúnan todos
los miembros que conforman algún cuerpo, en la cima de la
        vida floreciente,
otras por el contrario, desgarrados por malévolas Discordias,
vagan errantes, cada uno por su lado, por la rompiente de
        la vida.

Empédocles de AcraganteAcerca de la naturaleza

4 comentarios:

Robin de los bosques dijo...

¿Y no te parece que ya en germen estaba entonces de algún modo todo cuanto ahora somos?
Me lleva a pensar, David, la importancia de tener a la mano el acceso a la cultura desde muy jóvenes. El impulso hacia el conocimiento o la verdad encuentran el camino con mucha más facilidad si hay acceso a alimento que nutra ese impulso.
Qué suerte conservar ese fragmento de tu identidad.

David Porcel Dieste dijo...

Así lo veo también. Siguen ardiendo los mismos fuegos. Y sí, hay quien nace con las botas puestas y hay quien no tiene ni camino. La injusticia, en el comienzo. Un abrazo

M. A. Velasco León dijo...

EL séptimo sello. Debía tener unos diez o doce cuando la vi por primera vez. Recuerdo una fuerte impresión con la figura de la muerte y la gran sorpresa por el atrevimiento de que alguien jugase al ajedrez contra ella.
Fue en la televisión, que en aquellos años ofrecía un nivel cultural incomparablemente superior al actual. Y como es lo que había, la normal y la UHF, casi todo el mundo tenía acceso a ella y podía encontrarse con una cultura, censurada por supuesto, pero de un enorme nivel.

David Porcel Dieste dijo...

Ahí me explicó tu nostalgia. Estupendo recuerdo.