domingo, 7 de octubre de 2007

Educación y nuevos ciudadanos

Os dejo aquí un ya célebre artículo que publicó no hace mucho el filósofo y escritor español Fernando Savater justificando la conveniencia para la sociedad española de la introducción de la nueva asignatura Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos. En síntesis, la razón fundamental que el pensador da para justificar la necesidad de dicha asignatura es que es un deber moral del Estado instruir en valores morales a sus ciudadanos para permitir y fomentar un marco de convivencia democrático y plural. De lo que se trata es de fortalecer una educación que prepare y conciencie a los futuros ciudadanos de los principios que deben imperar en países, como el nuestro, democráticos; algo similar a lo que en otro tiempo trataron los filósofos sofistas, aunque en un contexto muy diferente. El tiempo dirá si este tipo de iniciativas logrará resultados, ¿vosotros qué pensáis?
El artículo de Fernando Savater que a continuación se reproduce íntegro fue publicado por EL PAÍS el 12/08/2006.

"Aunque el trazo grueso y la exageración truculenta son el pan nuestro de cada día en los comentarios políticos de los medios de comunicación españoles, las descalificaciones que ha recibido la proyectada asignatura de Educación para la Ciudadanía superan ampliamente el nivel de estridencia habitual. Los más amables la comparan con la Formación del Espíritu Nacional franquista y otros la proclaman una "asignatura para el adoctrinamiento", mientras que los feroces sin complejos hablan de "educación para la esclavitud", "catecismo tercermundista" y lindezas del mismo calibre. Muchos convienen en que si entra en vigor esta materia, el totalitarismo está a la vuelta de la esquina: como una imagen vale más que mil palabras -en especial, para los analfabetos, claro-, el suplemento piadoso Alfa y Omega del diario Abc ilustraba su denuncia de la Educación para la Ciudadanía con una fotografía de un guardia rojo enarbolando el librito también bermejo del camarada Mao. En fin, para qué seguir.

Con tales planteamientos, no puede extrañar que algunos clérigos y otros entusiastas recomienden nada menos que la "objeción de conciencia" docente contra semejante formación tiránica (desde que no hay leones en la arena, los voluntarios para el martirio se van multiplicando). Quienes abogamos desde hace años profesionalmente -es decir, con cierto conocimiento del tema- por la inclusión en el bachillerato de esta asignatura que figura en los programas de relevantes países democráticos europeos podríamos sentirnos ofendidos por esta retahíla de dicterios que nos pone quieras que no al nivel abyecto de los sicarios propagandistas de Ceaucescu y compañía. Pero lo cochambroso y raído de la argumentación empleada en estas censuras tremendistas demuestra que su objetivo no es el debate teórico, sino el más modesto de fastidiar al Gobierno y halagar a los curas integristas, por lo que haríamos mal tomándolas demasiado a pecho.

La objeción más inteligible contra esta materia viene a ser que el Estado no debe pretender educar a los neófitos en cuestiones morales porque ésta es una atribución exclusiva de las familias. Como ha dicho monseñor Rouco, la asignatura culpable no formaría a los estudiantes, sino que les transmitiría "una forma de ver la vida", que abarcaría "no sólo el ámbito social, sino también el personal". Francamente, no me resulta fácil imaginar una formación educativa que no incluya una forma de ver la vida, ni una educación de personas que omita mencionar la relación entre la conciencia de cada cual y las normas sociales que comparte con su comunidad. Pero de lo que estoy convencido es de que la enseñanza institucional tiene no sólo el derecho sino la clarísima obligación de instruir en valores morales compartidos, no para acogotar el pluralismo moral, sino precisamente para permitir que éste exista en un marco de convivencia. Los testigos de Jehová tienen derecho a explicar a sus hijos que las transfusiones de sangre son pecado; la escuela pública debe enseñar que son una práctica médica para salvar vidas y que muchas personas escrupulosamente éticas no se sienten mancilladas por someterse a ellas. Los padres de cierta ortodoxia pueden enseñar a sus hijos que la homosexualidad es una perversión y que no hay otra familia que la heterosexual; la escuela debe informar alternativamente de que tal "perversión" es perfectamente legal y una opción moral asumible por muchos, con la que deben acostumbrarse a convivir sin hostilidad incluso quienes peor la aceptan.

Los alumnos deben saber que una cosa son los pecados y otra los delitos: los primeros dependen de la conciencia de cada cual; los segundos, de las leyes que compartimos. Y sólo los fanáticos creen que no considerar delito lo que ellos tienen por pecado es corromper moralmente a la juventud. Por otro lado, es rotundamente falso que la moral sea un asunto estrictamente familiar: no puede serlo, porque nadie vive solamente dentro de su familia, sino en la amplia interacción social, y no serán sólo sus parientes quienes tengan que soportar su comportamiento. Hace tiempo escribí que las democracias deben educar en defensa propia, para evitar convertirse en semillero de intransigencias contrapuestas y de ghettos incomunicados de dogmas tribales. Nada veo hoy en España ni en Europa que me incline a cambiar de opinión.

Resulta verdaderamente chocante que la oposición considere la Educación para la Ciudadanía un instrumento doctrinal que sólo puede beneficiar al Gobierno. Deberían ser los más interesados en preparar futuros votantes bien formados e informados que no cedan a seducciones demagógicas. En un artículo que analiza muy críticamente la situación política actual en nuestro país ("Cómo se estropean las cosas", Abc, 18/7/06), Álvaro Delgado-Gal se pregunta: "¿Estamos los españoles educados democráticamente? La pregunta es pertinente, ya que la buena educación democrática no se adquiere así como así, ni florece, como las malvas, en terrenos poco trabajados". No parece por tanto que tronar contra la asignatura que pretende remediar estas carencias sea demasiado lógico.

Al menos los críticos deberían distinguir entre la necesidad de este estudio, que es evidente, y la orientación temática que finalmente reciba, sobre la que puede haber mayores recelos y objeciones. En cualquier caso, la menos válida de éstas es sostener que cada familia tiene el monopolio de la formación en valores de sus vástagos... mientras se expresa preocupación por la posible apertura de escuelas de orientación islámica en nuestro país. O nos preocupa el silencio de Dios o nos alarma el guirigay de los dioses, pero todo a la vez, no. Los mismos que reclaman homogeneidad entre los planes de estudio de las diferentes autonomías no pueden negar al ministerio su derecho a proponer un común denominador ético y político en que se base nuestra convivencia. También por coherencia, quienes exigen a Ibarretxe que sea lehendakari de todos los vascos y no sólo de los nacionalistas no deberían censurar que Gallardón se comporte como alcalde de todos los madrileños y no sólo de los heterosexuales. Por lo tanto, produce cierta irritada melancolía que el líder de la oposición, tras una conferencia en unos cursos de verano dirigidos por el cardenal Cañizares, afirmase (según la prensa) que "la laicidad y la Educación para la Ciudadanía llevan al totalitarismo". Vaya, hombre: y seguro que la electricidad y el bidé son causantes de la decadencia de Occidente.

Sin duda, hay muchos malentendidos en torno a la asignatura polémica que deberán ser cuidadosamente discutidos. Como vivimos en una época enemiga de las teorías, cuyo santo patrono es Campoamor ("nada es verdad ni mentira, todo es según el color..., etc."), es de temer que predomine ante todo el afán práctico de lograr comportamientos recomendables. Pero a mi juicio, la Educación para la Ciudadanía no debería centrarse en fomentar conductas, sino en explicar principios.

Para empezar, en qué consiste la ciudadanía misma. Podríamos preguntárselo a los inmigrantes, por ejemplo, pues lo que vienen a buscar en nuestros países -sean más o menos conscientes de ello- no es simplemente trabajo ni aún menos caridad o amparo, sino precisamente ciudadanía; es decir, garantía de derechos no ligados a la etnia ni al territorio sobre los que poder edificar su vida como actores sociales. Los neófitos oyen hablar a todas horas de las carencias de nuestro sistema, pero no de sus razones ni de la razón de sus límites. La ciudadanía exige constituir un "nosotros" efectivo que no sea "no a otros", por utilizar el término propuesto antaño por Rubert de Ventós. Ser ciudadano es estar ligado con personas e instituciones que pueden desagradarnos: obliga a luchar por desconocidos, a sacrificar nuestros intereses inmediatos por otros de gente extraña pero que pertenece a nuestra comunidad, y a asumir como propias leyes que no nos gustan (por eso es imprescindible intervenir en política, ya que luego el "no en mi nombre" es un subterfugio retórico y equívoco). Vivir en democracia es aprender a pensar en común, hasta para disentir: algo que con la moda actual de idolatrar la diferencia no resulta precisamente fácil ni obvio.

No soy de los que dan por hecho el despedazamiento de España a corto plazo, pero la verdad es que también veo apagarse más luces de las que se encienden. Con una izquierda cautiva de los nacionalistas y una derecha cautivada por los obispos, la imbecilización política del país es más que probable. Afortunadamente, gran parte de la ciudadanía no se siente obligada al cien por cien a alinearse con unos o con otros. Hay votantes del PSOE que consideran injustificable la mesa de partidos que nadie se molesta en justificar y votantes del PP que prefieren el teléfono móvil a las palomas mensajeras, a pesar del comprobado parentesco de éstas con el Espíritu Santo. A los hijos de todos estos relapsos les vendrá muy bien aprender Educación para la Ciudadanía, aunque no sea la panacea mágica de nuestros males. Para tantos otros, ay, llega la asignatura demasiado tarde. "

FERNANDO SAVATER. Catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que es acertada tu referencia a los sofistas en el tema de la educación para la ciudadanía. Lo que ocurre es que los sofistas, al menos, consideraban la gramática, la historia, la retórica, la lógica, la poesía, etc. como medios útiles para formar en la virtud a los ciudadanos. Los 'educadores para la ciudadanía' abominan de cualquier tipo de conocimiento en aras de unos 'valores' etéreos, vaporosos, vacíos y atontantes (véase el famoso vídeo de las juventudes socialistas; no se sebe quién es más tonto, el pijo del PP o la ñoña del PSOE)

David Porcel Dieste dijo...

Estamos deacuerdo, y quizá uno de los problemas de la educación hoy en día sea la falta de coherencia interna, como bien señalas, los sofistas articulaban las diferentes disciplinas pensando en un fin común, cada parte era imprescindible y necesaria para el conjunto de la educación y el fin último que se perseguía.

Anónimo dijo...

sí, sí

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con Savater (que según nos han comentado vendrá a dar una charla al d´helhuyar y la espero con ganas), yo también había oído argumentos en contra de la asignatura que no tenían la mínima lógica. Lo único que me fastidia es haber tenido que soportar religión obligatoria(que no intentan influir en los valores morales que va) en vez de esta asignatura.

Saludos profesor, se te echa de menos.

David Porcel Dieste dijo...

Saludos Juan, confío que este curso también te vaya bien

Anónimo dijo...

Hola. ¿Me recuerdas? soy yo, Javier, y, como dicen por aquí "yo soy alumno de david en" y aquí introduzco un sonoro y orgulloso "d'elhuyar" -o, al menos, lo fui (aquel maravilloso año...)-. Lo primero de todo son las disculpas: siento mucho no haber dejado huella alguna ni constancia de mis lecturas de tu blog, pero he de asegurar que han sido frecuentes ;). Bueno, o, al menos, continuas.

Pero, ya se sabe: comienza el curso, comienzan los nuevos y temibles comentarios de texto filosófico para selectividad, y tantas otras cosas que a uno no le queda tiempo apenas para si mismo ni para dejarse caer por los buenos blogs XDXD.

Como decía Juan en su comentario, se dice que vendrá Savater al d'elhuyar, lo que no parece tan claro es sobre qué va a versar su conferencia, por lo que tengo entendido. Obviamente, en un país como el nuestro (citando un texto de Ortega y Gasset bien conocido por los de mi clase: "un pueblo 'pueblo'") eran de esperar esas reacciones casi seglares o próximas a ello que se iban a manifestar ante la educacion para la cudadania. De cualquier modo espero que sea una asignatura más consistente que la ética de cuarto de la ESO, que, si bien como preámbulo a la filosofía de bachiller no está mal, como asignatura en si queda un tanto diluida. Esto, tengo entendido, es lo que alguna tentativa reciente del PP pretendía conseguir...

Dejo de desvariar, que llenar de contenido útil estas páginas es competencia exclusiva del profe de filo y dificilmente voy a hacer otra cosa que entorpecer esa nobilísima tarea.

Un abrazo,

Espero que te veamos pronto.

David Porcel Dieste dijo...

Un abrazo muy fuerte Javier, confío que este nuevo curso te vaya si cabe mejor que el anterior, y agradezco los elogios a este humilde soplo de conocimiento, que, por otra parte, pretende estimular vuestra creatividad. Naturalmente estando en Logroño seguro que pronto nos veremos. Y sospecho que en efecto esta nueva Educación para la Ciudadanía esté cargada de contenidos diluídos y poco eficientes para los fines que persigue.

Anónimo dijo...

Me espanta la obcecación de Savater con la ciudadanía, cuando resulta tenemos una ética y filosofía que van a salir esquiladas gracia a ese engendro.
hhttp://waldenland25.blogspot.com/2007/08/la-polmica-educacin-para-la-ciudadana.html

Ha crecido mucho este blog desde la última vez que lo visité.. lo pasaré a mis favoritos para ir viendo lo mucho escrito.

saludos