lunes, 4 de noviembre de 2013

Lenguajes vacíos

La educación tiene que ser un proceso transfigurador, que transforme tanto a quien educa como a quien es educado. No puede hablarse de educación si no hay oposición, choque, conflicto entre quien hereda la cultura y quien la recibe, entre los alumnos y los maestros. ¿O acaso es posible el progreso si no hay oposición, disputa, confrontación entre los interlocutores? En efecto, me parece que la única forma de que haya un verdadero relevo generacional es que las futuras generaciones asimilen la cultura heredada y se atrevan a repensar sus presupuestos a fin de combatirla y superarla.

¿Pero qué ocurre si los que transmiten la cultura no dan ocasión a cuestionarla a quienes la reciben?, ¿y cómo podrían no dar ocasión para ello? Muy fácil, sencillamente, no diciendo nada. Y me temo que éste es uno de los males de nuestra educación,  que los profesores, a fuerza de cumplir con las exigencias procedentes de un sistema que no pretende sino convertirnos en autómatas despersonalizados, acaban (o acabamos) traduciendo nuestras enseñanzas en lenguajes cada vez más vacíos, formales, desubstancializados, alejados de cualquier experiencia que aproxime a los alumnos al mundo y a sus problemas. El problema de la educación es precisamente éste: que cada vez nos ocupamos menos de los problemas de los que deberíamos ocuparnos (problemas de matemáticas, de filosofía...) y ellos -los expertos, los innovadores, los políticos- se ocupan cada vez más de nosotros, instándonos a que dominemos un sin fin de técnicas o recursos que se presentan como esenciales para la "buena educación", pero sin pensar en cómo usarlos para favorecer el aprendizaje o en si merece la pena siquiera utilizarlos. Me atrevo a decir que el drama de nuestra educación es que el medio deja de ser medio y el fin se desvanece en lenguajes cada vez más vacíos que acaban traduciéndose en eso, en nada.


4 comentarios:

M. A. Velasco León dijo...

El fin inconfeso no me parece otro que lograr consumidores explotados y sumisos a la par que élites destinadas al "gobierno" y la gestión empresarial.
Me parece muy sugerente tu propuesta de la educación vinculada a la oposición y el vaciamiento que padecemos en la transmisión.
Salud

David Porcel Dieste dijo...

Gracias, Miguel Ángel. Saludos

Anónimo dijo...

Es probable que haya profesores instalados en la comodidad, y en el poder, de sustentarse (también de sostenerse)en una asignatura indiscutiblemente "útil" y que, por tanto, trabajan en un escenario previamente ya muy realizado.
Otros, como los filósofos, que están empeñados en la obligación, a tenor de su norma moral y de su deseo, de construir cada día, con cada alumno su materia y, como dices, la materia que pueda cuestionarla.
Que nada impida vuestra larga vida en esa tarea. Para ello, todo esfuerzo, toda lucha, son necesarios.
Un abrazo.
M.P.

David Porcel Dieste dijo...

En efecto, los filósofos también trabajamos, pero hacia atrás, no tanto ampliando o acumulando conocimientos como cuestionándolos, corrigiéndolos, y la cuestión es que no falte la materia con la que corregir y que corregir. Un abrazo. T.H.