viernes, 19 de mayo de 2017

Retiro voluntario

He de reconocerlo: los clásicos me inundan, me atrapan, hasta el punto de provocarme momentos de retiro voluntario. Una semana es la lectura de Epicuro, otra la de Carlos García Gual comentando a Epicuro, otra la Sinfonía nº3 de Gustav Mahler, o los diálogos de Hannah y sus hermanas de Woody Allen..., ¿quién será la próxima vez? Son, sin duda, los mejores momentos del día. En ellos me siento en paz con el mundo, apenas éste me afecta, me reclama. Los teléfonos no pueden sonar. Los televisores dejan de emitir sus ondas invisibles. En esos momentos, como debía sentir Amancio Prada cantando a San Juan de la Cruz, estás a solas, sin tener que rendir cuentas a nadie, sin tener nada que decir. Sólo escuchar, sólo leer. Son la cura contra la ambición, la esperanza o el remordimiento, todas ellas enfermedades del tiempo, del paso del tiempo. Por la piedra el tiempo no pasa. La piedra es tiempo. 

Son momentos sólo interrumpidos por el reloj. Es la hora de recoger, de volver al mundanal ruido, al momento de los timbres, de las bocinas, del griterío. Trafican las máquinas, pero también las palabras, los gestos. Incluso el lenguaje se ve infectado. Por eso, son los mejores momentos.

Retiro voluntario.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

...y esos momentos son fuentes y máquinas de conocimiento. No se sabe si invisible, pero real como la roca.Aunque el olvido de celofán los envuelva.

M. A. Velasco León dijo...

Ganas tengo de retirarme voluntariamente. El trajín cotidiano nos arrastra y sin darnos cuenta, estamos siempre ocupados en asuntos urgentes. Pero es necesario ese retiro, sin duda.
(¡Que grande Amancio! y su versión musicada del cántico espiritual es una puerta a otra dimensión)
Salud

Anónimo dijo...

Hermosa reflexión. Gracias

David Porcel Dieste dijo...

Gracias por vuestros comentarios,

Así es. Como los diamantes, también las ideas necesitan de grandes presiones para forjarse. Ahí se fraguan, a pesar del olvido.

Es un retiro voluntario, sí, pero es un retiro envolvente, reconfortante, que te reencuentra más que te aísla. Lo describe muy bien, por ejemplo, Peter Handke en Ensayo sobre el lugar silencioso.

Saludos