jueves, 6 de julio de 2017

Encuentros

Esta entrada la dedico a mis alumnos de 1ºBACH B/C

Desconfío de los métodos y las doctrinas. Se han construido por la presunción de que todos los casos son iguales, de que la singularidad no es relevante ni resta efectividad a aquéllos. Pero un grupo de alumnos es un grupo de seres singulares, con su idiosincrasia particular, su historia, su situación, sus expectativas... No deberíamos buscar métodos o doctrinas allí donde no hay lugar para aplicarlos. Pretenderlo asemejaría a querer tender un puente sobre los océanos o cavar un túnel bajo los desiertos... Por el contrario, deberemos permanecer atentos, vigilantes, a esa singularidad, no con el fin de integrarla a la nuestra, sino de prestar al alumno la oportunidad para que confíe en nosotros, sus profesores.

Un alumno que levanta la mano para preguntar es un alumno que, si lo hace con honestidad, confía en que sepamos acoger su pregunta. En ocasiones, no es tanto la respuesta lo que busca como que podamos anidar su pregunta. Otro alumno que después de clase pasea alrededor de la mesa del profesor lo hace, en muchas ocasiones, porque espera que te acerques y le escuches. Incluso hay alumnos que confían su porvenir, parte de su felicidad, a nosotros, y esperan que sepamos aconsejarles sobre aspectos de su vida que trascienden el ámbito de lo académico.

El hecho de confiar en alguien, que no se logra con métodos y doctrinas, es una de las condiciones para convertir la clase en un encuentro. Este es, para mí, el sentido de la enseñanza: hacer de cada clase un lugar para que unos cuantos, cuantos más mejor y siempre acompañados, podamos encontrarnos. No se trata, naturalmente, de un encuentro físico, social o cultural, por lo que no hay barrera física, social o cultural que pueda dificultarlo. En ese encuentro el alumno comprende que el pensamiento es algo accesible a todos y que a todos, de una u otra manera, nos incumbe. El encuentro, en este sentido, sirve al alumno para que, durante unos momentos, se sienta integrante de una humanidad un poco más comprometida.

7 comentarios:

M. A. Velasco León dijo...

¡Madre mía!, si que estás fecundo.
Muy cierto, esa confianza necesaria nace del contacto personal y este no es propiciado tanto por la idiosincrasia de una materia, aunque ella influye, como por la aptitud y la actitud del profesor. Claro que estas segundas no son cosa de manual pedagógico.
Salud

David Porcel Dieste dijo...

Claro, habría que diseñar un manual contra los pedagógicos.... Gracias por tus comentarios, siempre muy oportunos. Abrazos

Unknown dijo...

Gracias, David...
Gracias por enseñarnos de la filosofía y del pensar y del razonar y del escuchar y de la vida...
Gracias por tender tu mano cuando la necesitamos...
Gracias por oír cada uno de nuestros conocimientos y desconocimientos...
Gracias por cedernos tu tiempo en forma de clases...
Gracias por ser como eres...
Gracias por ser más que un profesor...
Gracias por ser un amigo...
Gracias por todo...
Gracias.

Creo que hablo en nombre de todo el grupo "BC" cuando digo que eres el mejor profesor, ya no de filosofía, del instituto (por no aventurarme a decir "del mundo")... También hablo en nombre de todos cuando digo que será un placer tenerte de profesor el próximo curso.

De nuevo, gracias, maestro��.

~Stuartoteles~

David Porcel Dieste dijo...

Gracias a vosotros, Stuart. Has conseguido que me sonroje. Espero aprendáis mucho el curso que viene. Un fuerte abrazo, y hasta pronto

David Porcel Dieste dijo...

Habéis sido unos alumnos ejemplares, en muchos sentidos.

Anónimo dijo...

Considerar al alumno como persona, confiarle el conocimiento haciéndole partícipe de su aprendizaje... es tarea del buen profesor. Enhorabuena por ello, y gracias.

David Porcel Dieste dijo...

Exacto. El lugar del encuentro no remite a un lugar ideal ni idílico, sino a aquel donde comulgan los alumnos y experimentan la enorme responsabilidad que conlleva el ejercicio del pensamiento. Saludos