Se habla del amor a la pareja, a los amigos, del amor de una madre, del
amor al conocimiento y del amor a uno mismo. ¿Pero qué hay del amor a los
lugares? A esos lugares cotidianos, transitados, cuando nadie mira y de pronto
una persiana despierta porque había alguien al otro lado. Lugares firmes,
leales, vivos, de luces intocadas, que echaríamos encogidamente de menos si no
los tuviéramos.
¿Por qué no un canto diario al amor a los lugares? Lugares que nos suceden y dan paso.
2 comentarios:
Así es, amor lugareño. Porque somos espacio, no sólo tiempo.
Hermosa reflexión.
Muchas gracias. Un abrazo.
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