jueves, 12 de abril de 2012

Sueño de la noche del Viernes Santo


A mi madre, que nunca la dejaré de visitar


Me encontraba paseando por la avenida de Madrid en Zaragoza. Era otro tiempo, futuro. Lo notaba en las casas, los escaparates, la luz. La estética se había vuelto prescindible. Nadie parecía reparar en el proceso de descomposición que corroía las paredes y las aceras. En los escaparates solo se veían luces, destellos, que permitían intuir la existencia de nuevas necesidades para mí desconocidas. No había nada que mostrar. La imagen se había independizado del objeto. A los lados veía escaleras metálicas que no llevaban a ninguna parte. Parecían fragmentos de un pasado remoto. El Sol estaba más cerca, pero no hacía demasiado calor. Era como si hubiese perdido fuerza. Por un momento pensé que el hombre había descubierto el secreto de la gravedad, ahora regulada a su voluntad.

Me dirigía a visitar a mi madre, que ya vivía sola. En el trayecto pensaba lo inhóspita que se había vuelto la ciudad. Tenía ganas de verla. Aprieto el paso.

Sueño de la noche del Viernes Santo.

3 comentarios:

M. A. Velasco León dijo...

No se puede interpretar un sueño aislado, y menos sin conocer los afectos que te despertó mientras lo soñabas, especialmente, y al recordarlo luego.
¡Perdón!, estoy comenzando a jugar a los psicólogos y yo no lo soy.
De todos modos, lo que está claro es que el sueño no te ha dejado indiferente.
Saludos

Anónimo dijo...

El sueño, cualquier sueño, es un relato. Al escribirlo, el problemático autor retoma su identidad y lo firma. Quien escribe un sueño se identifica con el creador del mismo, siempre desaparecido, y que, seguramente, es otro.

Este relato me parece un hermoso poema, donde la luz, la ausencia, el tiempo y el deseo se hablan como lo hacen los instrumentos en una pieza musical de cámara, construyendo un mundo de difícil explicación.

QSN

David Porcel Dieste dijo...

Los sueños son narraciones ajenas a la razón lógica, histórica y biográfica, pero sí, como tales, encierran un sentido y siguen una estructura. Lo sueños no son obra del yo, pero tampoco son acontecimientos que le pasen. Al volver a la irrealidad de la conciencia, sientes que ha tenido que ser tu sueño, y no el de cualquier otro. En efecto, lo puedes firmar, atribuirle tu firma, y por eso mismo no es algo absolutamente ajeno a ti. No entiendo cómo pudo concebirse al Ser Todopoderoso privado de la posibilidad de habitar el lugar de los sueños.