lunes, 12 de mayo de 2014

Deseo sin objeto (el caso de Woody Grant)

La sociedad a veces puede ser nuestra peor enemiga. Puede, incluso, aprisionar nuestro ser hasta casi ahogarlo, destruirlo definitivamente. La indignación comienza en el momento en que hablan, piensan, deciden, incluso sienten por ti. El otro no deja lugar para expresarte, para manifestarte. Es lo que le ocurre a Woody Grant de Nebraska (2013), un anciano al que ya nada le queda por hacer salvo "comprarse una furgoneta  nueva, un compresor de aire y dejar algo a sus hijos." Woody vive tranquilo, en paz, nada le falta, y sin embargo no desea más que salir de su casa (y de su mujer) en busca de un premio millonario del que todo el mundo le dice que es un timo, una mentira. Woody siempre ha sabido que lo es, pero a pesar de ello, se afana en conseguirlo. Sabedor de que no hay objeto de deseo, posibilidad de satisfacción, se afana en secundarlo; y es que lo importante para él, aquello que le puede devolver su identidad, no es perseguir metas realizables (como los demás pretenden), sino secundar sus deseos, por irrealizables que sean. Al final, al volante de su furgoneta, el anciano recobra su identidad, ese ser que, a fuerza de ser oprimido por sus seres más cercanos, se le estaba yendo de las manos. Ahora los demás ya saben quién es Woody Grant.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Y que escena tan elocuente, la que muestra el encuentro con el hermano y los sobrinos con aspiraciones de técnocratas, incapaces, en su miseria, de apreciar el más mínimo valor de la gesta de un hombre que lucha por lo que quiere, aun a través de una locura final y, a la vez, lúcida de una vez por todas.
M.P.

David Porcel Dieste dijo...

En efecto, es la soledad quijotesca de personajes que tan bien conocemos como Travis (Taxi Driver) Un abrazo.

David Porcel Dieste dijo...

....también Travis antes de llevar a cabo su "gesta" se asegura de que los otros sepan de ella. Y es que la identidad es algo que se construye en y por la relación con los otros. Éste ha sido el error de la modernidad: atribuir al yo (razón) la cualidad de ser algo anterior e independiente al mundo. No es "pienso, luego soy" (Descartes), sino "me piensan, luego soy". Fíjate que también el escritor frustrado de Entre copas no deja de deambular (existencialmente) hasta que encuentra a alguien que al fin lee su novela, se para a pensar en ella. Saludos

M. A. Velasco León dijo...

Salvando las distancias me recuerda la decisión de Alvin en "una historia verdadera" de Lynch. Un viaje hacia un incierto objeto de deseo que es reencontrarse y reconciliarse con su hermano. Además un viaje de locos, improbable en su ejecución. Pero un viaje terminal y necesario.
Salud

David Porcel Dieste dijo...

Gracias por la referencia. Saludos