sábado, 7 de junio de 2014

La verdadera naturaleza gusta de ocultarse

Para mi hermano, otro maestro:

Dice Heráclito que la guerra es el padre de todas las cosas: a los unos los designa como dioses, a los otros, como hombres; a los unos los hace esclavos, a los otros, libres. En otro sentido, la guerra, más que discernir, enseña. No en el sentido convencional, como aquel entramado de instituciones, normas y fuerzas que pretenden disciplinar y ordenar aquello que, de suyo, no se deja subordinar ni convertir.

La guerra enseña, pero no dirigiéndose al hombre abstracto -sea éste alumno, médico o general-, sino al concreto, al de carne y hueso, forjado por aquella amalgama de pasiones y miedos en que la carne humana consiste. 

La guerra enseña a cada cuál quién es: le revela sus miedos y deseos más profundos, aquello que el yo había soterrado por serle insoportable.


La guerra ejerce tal presión a la naturaleza que ésta acaba haciéndose visible. Ella media entre la naturaleza y la historia, de manera que, por primera vez en mucho tiempo, comienza la diferenciación: descubre al miserable su miseria, al valiente su grandeza, al ambicioso sus medallas de cartón piedra.

La guerra es la escuela que alcanza a todos porque no renuncia a enseñar al débil ni se conforta con engrandecer al fuerte. Obra, digámoslo así, fuera de los rieles por los que circula el artificio y el poder.

Una descripción fenomenológica de Senderos de gloria (1957)

7 comentarios:

M. A. Velasco León dijo...

En "Senderos de gloria" para los jefes de los ejércitos y los políticos, la guerra no deja de ser una abastracción, como lo son los soldados que ella devora. La guerra revela, ciertamente, pero parece que siempre revela a los mismos.
Salud

David Porcel Dieste dijo...

Sí, pero lo mismo que los soldados, también forman parte del entramado que, de alguna forma, les obliga a pronunciarse y acaba descubriendo sus miserias y pasiones. Saludos

Anónimo dijo...

Algo de vergüenza me da tener que decir algo tan obvio. A saber: que a la hora de hablar de la guerra como el acontecimiento límite, lo mismo que el fuego, que está en el centro del ciclo de la destrucción-(pseudo)regeneración, donde engañosamente puede quererse ver el "progreso" haya que justificarse tan sólo por mentarla.
la guerra es la matriz de la destrucción que está en el origen de la naturaleza y de nuestro ser, en cuanto tal.
Pero pensar desde ahí, pensar ahí, es obra de sabios, de filósofos y de poetas, tambien de santos, nunca de generales, ni de banqueros, ni de sádicos que descubren su pulsión por la sangre en el hedor del barro ni de aquéllos que lavan sus perversiones burguesas en eslóganes puritanos y vacíos.

David Porcel Dieste dijo...

Buen comentario, querido anónimo.

Unknown dijo...

Hola David, interesante reflexión sobre un fenómeno humano universal: la guerra.
En mis tiempos de joven antropólogo planeé escribir un libro sobre cómo la guerra condiciona a las distintas sociedades: no sólo son los individuos los que se ven influidos por ella, sino que también afecta al conjunto de las sociedades a las que pertenencen. Sólo hay que pensar en cómo la guerra ha dado forma a muchos pueblos y estados, desde griegos y romanos a la Alemania nazi o el actual EEUU.
No creo que ese libro (La cultura de la guerra) llegue a escribirlo jamás, pero tu entrada sin duda me hará al menos publicar una entrada en mi blog sobre el tema.
Un abrazo colega.

David Porcel Dieste dijo...

Gracias por tu comentario. En efecto, la guerra, como nueva circunstancia donde se entretejen los destinos humanos, es configuradora de identidades y sociedades (véase, por ejemplo, La movilización total, de Ernst Jünger) Desde luego el título que planteas es muy sugerente, y yo te imagino escribiéndolo. Abrazos

Anónimo dijo...

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