viernes, 31 de agosto de 2018

En septiembre, un nuevo camino

Muy acostumbrados estamos a recorrer rutas, itinerarios, todos prefabricados. Nos acostumbran a ello, y entonces no vemos lo que hay delante, alrededor y tras nosotros. Nos acostumbran a pretender lo que queremos y a buscar lo que añoramos, cuando la añoranza sin objeto subyace a todas nuestras obras. El mensaje adormecedor es tú puedes, cuando lo vibrante es que no puedas hacer, ver ahí el abismo sin poder arrojarte a él. Nunca te he buscado, y sin embargo siempre te he añorado. Nunca te he pretendido, y sin embargo siempre te he imaginado, pensé en una ocasión.


Cuando el misterio se abre a nosotros empezamos a ser. Antes sólo nos tenían. Éramos posesión. Pero lo imprevisible es lo inasible, y siempre está ahí. Ya el hecho de que aquel irrumpa descubre nuestra resistencia a ser tenencia y cierta debilidad que nos hará ser más. El Rosebud salvó a Kane de no ser, como Penélope a Ulises o la fuerza lunar a los mares.

Afortunado quien muere escuchando un último nombre. Lo demás, meros artificios y postizas imposturas.

Reflexión del 31 de Agosto

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Quizá la añoranza es del tiempo en q aún no habíamos empezado a ser, del tiempo en que aún nos tenían, del tiempo en que las palabras aún no habian comenzado a salvarnos la vida...

David Porcel Dieste dijo...

Quizá, sí.

M. A. Velasco León dijo...

"Afortunado quien muere escuchando un nombre..."
Que hermoso, David.
No dedo decirte más.

David Porcel Dieste dijo...

Pues gracias.

Robin de los bosques dijo...

La vida auténtica...