A diferencia de aquél, no creo que el cambio del libro de papel al libro electrónico sea inocuo, un simple cambio de envoltorio, sino también de contenido. No tengo cómo demostrarlo, pero sospecho que cuando los escritores escriban literatura virtual no escribirán de la misma manera que han venido haciéndolo hasta ahora en pos de la materialización de sus escritos en ese objeto concreto, táctil y durable que es (o parece ser) el libro. Algo de la inmaterialidad del libro electrónico se contagiará a su contenido, como le ocurre a esa literatura desmañada, sin orden ni sintaxis, hecha de apócopes y jerga, a veces indescifrable, que domina en el mundo de los blogs, el Twitter, el Facebook y demás sistemas de comunicación a través de la Red, como si sus autores, al usar para expresarse ese simulacro que es el orden digital, se sintieran liberados de toda exigencia formal y autorizados a atropellar la gramática, la sindéresis y los principios más elementales de la corrección lingüística. La televisión es hasta ahora la mejor demostración de que la pantalla banaliza los contenidos -sobre todo las ideas- y tiende a convertir todo lo que pasa por ella en espectáculo, en el sentido más epidérmico y efímero del término. (Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo)
¿Es la materia la que determina la forma?, ¿o, como pensaba Aristóteles, es la forma la que define la materia, haciéndola consistir en una cosa u otra?; ¿acabará siendo el pensamiento engullido por la jerga de las nuevas tecnologías?, ¿o ésta lo abrirá a nuevas posibilidades?