sábado, 23 de enero de 2021

Habitantes de la intemperie

Contrasta lo poco que conocemos de la ciudad cuando salimos al balcón y la miramos de frente con todo lo que nos importa poder hacerlo cada día. Una mirada fugaz, momentánea, pero que ilumina cada día haciéndolo salir del calendario y remontándonos, con él, al misterio de las cosas. Poder mirar cada día la ciudad desde el balcón. Uno de esos pequeños gestos que, pese a los informativos y modas telediarias, nos dicen que todavía estamos ahí. Estamos ahí, a la intemperie. Una intemperie que la consciencia de poder generada por la velocidad de los tiempos a muchos escamotea. Y que hace olvidar que quienes viajaban sobre el Titanic también eran habitantes de la intemperie, solo que no lo sabían. De ahí que venga bien de vez en cuando soñar con camas yaciendo bajo tormentas o máscaras atravesadas de abrazos eternos. Quizá, después de todo, aprendamos a ver en nuestros hospitales verdaderos albergadores de cuerpos desnudos, pero solo porque ellos también imploran rozar los cielos.

"La gran soledad de la persona singular es uno de los signos característicos de nuestro tiempo. La persona singular está cercada, está rodeada por el miedo, el cual va empujándola como si fuera un muro. El miedo toma formas reales - en las cárceles, en la esclavitud, en la batalla de cerco. Esto llena los pensamientos, los diálogos del hombre consigo mismo, esto llena tal vez también sus Diarios, en unos años en que no puede tener confianza ni siquiera en los que más próximos le son." (Ernst Jünger)