Cuando la noche me deja dormir y no espero nada del día siguiente, cuando ya no importa que dos más dos sean cuatro y el reloj dé la hora de levantarse, cuando llega el día en que hay magdalenas para desayunar y me acerco a ellas pensando en el café. Cuando perdí la clase de aritmética y me escondí en el desván para leer a Aristóteles, o sencillamente mirar el cielo abierto que en sus libros describía, a mi edad. Cuando los días parecen iguales porque entro a las mismas clases y me encuentro a ese compañero que apenas me da los buenos días. Cuando alguien mira atrás, y se pregunta si no ha errado de profesión, o sus pasos ya no pesan como el día que la emprendió. Cuando un adolescente se acerca porque quiere una foto contigo, y le pide a un desconocido que use su móvil para posar juntos de la mano. Cuando un profesor pasa noches en vela montando luces y escenarios que a otros despertará, y alguien se ve barriendo solo la última de las esquinas. Cuando la luz del mismo día cambia de color, y alguien tartamudea porque ve más que los demás. Cuando te viste con ella buscando el móvil que alguien perdió, o procurando apagar un incendio con un viejo extintor. Cuando alguien te abraza, y vuelves la mirada para ver que todo eso eres tú.