jueves, 30 de abril de 2020

Cómo ahogarse de una forma segura

Mientras los mares todavía escuchaban un capitán de barco navegaba rodeado de mapas, instrucciones y estadísticas. Aturdía a sus marineros con protocolos, cálculos y formularios, que pensaba, muy obstinado él, servirían a los suyos para afrontar cualquier adversidad del océano y sus criaturas. Era tanta la insistencia con la que instaba a los suyos a memorizarlos que estos, hartos ya de no practicar lo que más amaban, comenzaron a recelar del capitán. Algunos hablaban de motines, y otros, los más temerosos o cautos, preferían cumplir servilmente las órdenes de aquel. 

Pero llegó un día en que una fuerte tormenta se apoderó del barco y el mástil cayó partiendo en dos la nave. El caso es que, y aquí lo llamativo de la historia, mientras el capitán, muy obstinado él, y también muy ciego, continuaba instando a los marineros a memorizar pautas sobre cómo achicar el agua o preparar los botes salvavidas, y mientras los suyos seguían asintiendo o discutiendo sobre ellas, fueron todos llenándose de agua, y llenándose, hasta casi desaparecer...

Todavía se cuenta de un superviviente, que no sabía leer, que vio al capitán por última vez lamentándose de haber olvidado un manual que llevaba por título Cómo ahogarse de una forma segura.


lunes, 27 de abril de 2020

Errores de época

Día 45.

Entre las ilusiones de nuestra época está la de considerar que los accidentes se producen por errores técnicos, ya sea provocados por un fallo en la maquinaria o de quien la pilota. Y así nos lo cuenta la historia del Titanic y de su hundimiento, símbolo esplendoroso de todo un optimismo tecnológico que devino en catástrofe. Sin embargo, lo que se escamotea a quienes no ven el lado sombrío de las cosas, el veneno disuelto en el vaso, la herrumbre en el metal, es que los accidentes son consecuencia de lesiones que se produjeron mucho antes. El error, que ahora en tiempos pandémicos vuelve a aflorar, no fue no divisar el iceberg, sino pensar que el Titanic podría atravesar icebergs. No es un error individual, sino de época. No es un error de cálculo, sino de credo. La consecuencia de asumir esta incorrección, este viraje en el punto de mira, bien podría ser plantear, de una vez, una educación que no busque la conquista y la perfección sino la verdad y la prudencia.


"¿Por qué las mentes que han puesto en peligro y modificado nuestra vida de una manera tan inquietante e imprevisible no se contentan con desencadenar y dominar fuerzas monstruosas, y con la gloria, el poder y la riqueza que afluye hacia ellos? ¿Por qué se empeñan además en ser santos a tout prix? (Ernst Jünger, Abejas de cristal)

domingo, 26 de abril de 2020

Reclusiones de ramas y paja

Día 44.

Uno de tantos placeres de la infancia era recluirme secretamente y dejarme llevar por el momento. Momento sin prisas, cuando no urgía ningún quehacer y no apremiaban los otros con sus atenciones. Podía ser en una de aquellas cabañas que construíamos con ramas y paja, sacados de cualquier era, en el último de los pisos en construcción que por entonces sellaban pueblos y ciudades, o mucho más en la intimidad, en la bañera sumergiéndome con los playmobil de siempre y aquellas esponjas coloreadas que chorreaban el agua tibia al aviso de nuestras madres.


Una de aquellas veces, de pie sobre uno de los bancos de madera de mi primer colegio, el único que todavía yace empotrado en las paredes amarillas, me sentí especialmente recluido. Tanto, que temí no volver a los demás. Sin nadie que lo advirtiera una concentración de luz irradió de un solo punto, perdiéndose cuanto ahí fluía en una sordomudez que todavía en las tardes de otoño persiste. Comprendí entonces que nada de lo que hiciera podría tener, jamás, verdadero valor. El caso es que durante años resté importancia a tamaña impresión, pero es ahora, en los momentos en los que el mundo parece desvanecerse como aquella primera vez, cuando veo a la luz de entonces formar las palabras y los gestos.

En los terrenos que nos ocupan, sólo hay conocimiento a modo de relámpago.
El texto es el largo trueno que después retumba. 

Walter Benjamin

sábado, 25 de abril de 2020

En los días que la hierba crece y sólo crece

Cuenta el mito de la caverna que tenemos sólo rastros de la Belleza que un día perdimos, y en los días que la hierba crece y sólo crece ni siquiera eso. Lo que no sabía Platón es que, también, las palabras albergan lo bello:

De mi padre,

Esa hierba

Esa hierba no tendrá nombre siquiera
nadie la pisa porque sólo brota en las afueras
y no nació para ser linde de augustos caminos
ni para morir las mañanas de domingo
entre los dientes de una máquina guiada por fatigados brazos
antes del vermú

es una hierba que no exhibe mas que su misma presencia
que nadie ve

cuando florece tímida
en un mundo que parece de nadie
una mariposa la alcanza
tras gastar toda su vida en encontrarla
y bebe de su flor

si supiera
la mariposa cantaría con una voz extraña
para dar las gracias por haber nacido
por haber volado en el deseo
por estar bebiendo en esa hora
en esos labios

después
a la hierba
le quedará sólo esperar el otoño
y a la mariposa
emprender el vuelo que le lleve al aire ilimitado
a la disolución
al invisible laberinto donde habitan los obreros que tejen la belleza

ése será el vuelo que sostenga
toda la felicidad que pueda contener el universo

Miguel Porcel
23, abril, 2020

                                José Antonio Porcel, Paisaje

viernes, 24 de abril de 2020

Nuevos Aladinos

Hay amenazas frente a las que siempre habrá que estar en guardia...

Cuando me adentré por primera vez en Las mil y una noches, durante mis años universitarios de Salamanca, y llegué a la noche de Aladino y la princesa Budur, me pregunté qué sería de nuestro mundo si la lámpara fuera a caer a unas manos tan ingenuas como las de Aladino y tan feroces como la pasión que sentía por su amada. La lámpara no era como la fórmula de la invisibilidad o la naturaleza mejorada de héroes de los ochenta como Batman o Robocop, que beneficiaban básicamente a quien las disfrutaba. La lámpara prometía cambios en pueblos, ciudades, y más allá, de continentes enteros, pues el único freno de su poder residía en el letargo o el agotamiento de su portador. Veía la lámpara como un peligro enorme, no sólo porque obedeciera a deseos sin atender a cuestiones morales sino por ser objeto potencial de codicia universal.


En lo que no reparé es por qué tenía que ser frotada para hacer salir al genio, esto es, para activarla o hacerla funcionar. Un gesto que, indudablemente, nos pone en contacto con el cuerpo, con el tacto y el ser a la mano; en definitiva, con la naturaleza que todavía nos vincula, como nada lo podrá hacer, a las cosas y a los otros. Que el deseo necesite de la materia y que la materia necesite de la forma (o de la técnica) es algo en lo que sí han tenido que reparar las grandes amenazas globales:

"Pues todavía llegaremos a experimentar cómo las modernas bio-ciencias se convierten en una tentación para la política. Los proyectos de transformación, castigo y «mejora» del hombre recibirán un nuevo impulso. La amenaza del futuro no se cifra tanto en una nueva edición del fascismo nacional, cuanto en el moderno «bio-fascismo». Por bio-fascismo entendemos el trabajo con el «material humano» bajo la perspectiva de lo que puede hacerse o manipularse sin límites. En un nuevo nivel tecnológico y desde el trasfondo de una población excesiva, la eugenesia y la destrucción de «la vida que no merece vivir» pueden convertirse de nuevo en un tema actual." (El Mal, Rüdiger Safranski)

jueves, 23 de abril de 2020

La pesada carga de no poder ser yo

A los míos,

Decía Borges que si de algo nos libera la muerte es de la pesada carga diaria de ser yo. Y no faltando razón, en estos días desprovistos de sus soles y sus lunas, más bien, la carga es la de no poder ser yo. O eso vivo cuando no me siento realizado abriendo a mis alumnos el libro diario, o dejándome acariciar por el sol del mediodía en ese primer café junto a los tuyos. O en parques y paseos, cuando de la mano amiga te invadía la complicidad de quienes se cruzaban y, en aquellas noches de eras negras, estrellas avivaban hasta hacer grande tu insignificancia. 



Ese yo de antes, ¿dónde ha quedado ahora que no puedes interpelar ni ser interpelado? ¿Y dónde si ya no puedes apagar la vela junto a los tuyos en tu cumpleaños? ¿O celebrar bautizos y enterramientos bajo las nubes de nadie? Una pesada carga, la de no poder ser yo, que ahora despierta contigo todos los días contagiando incluso la dulzura del primer sueño. Una pesada carga, la de no poder ser yo, que nos abre al otro de una manera desconocida, como la del mármol que se aparece a quien es incapaz de tocar o la de la luz a quien es incapaz de mirar.

Empaquetado de virus


Tampoco la virulencia de la pandemia ha podido siquiera enfriar el culto al rendimiento y la rentabilidad, sino que, más bien, habiendo sido integrada desde el principio a la maquinaria de la explotación y la rentabilización, confirma una vez más el orden económico mundial existente. Por más que emerja la nostalgia de tiempos donde aún eran posibles la disolución y el resquebrajamiento de valores poderosamente forjados, y de los que aparecieron obras, hoy impensables, como La peste, de Camus, La náusea, de Jean Paul Sartre o Si esto es un hombre, de Primo Levi, el nuevo virus, desde su nacimiento debidamente etiquetado y empaquetado, no hará sino, una vez más, confirmar la espectacularidad de la nueva moralidad televisada. Y es que en sociedades como la nuestra en las que el nihilismo ya no es posible, y no porque nadie esté dispuesto a morir por las ideas sino porque no hay batalla donde sea posible el combate, parece que la única resistencia es conciliarse con las fuerzas indómitas y sacar, aunque sea de entre los muertos, una pedazo de ti mismo. 


"El ser humano ha penetrado demasiado en las construcciones y ahora es valorado en poco y pierde pie. Esto lo acerca a las catástrofes, a los grandes peligros y al dolor. Y estas cosas lo arrastran a lugares donde no hay caminos, lo llevan hacia la aniquilación. Lo sorprendente, empero, es que es precisamente ahí, es justo en la proscripción, en la condena, en la huida donde el ser humano establece contacto consigo mismo en su sustancia indivisa e indestructible. De esta manera atraviesa los espejismos y adquiere conocimiento del poder que tiene." (La emboscadura, Ernst Jünger)

Silencios digitalizados

Día 41.

La gloria de la época de la imagen deviene cuando el silencio se hace imagen.

                                     El Roto

miércoles, 22 de abril de 2020

Pensamiento mágico (III)

Me pregunto si una de las incorrecciones de nuestro tiempo sigue siendo ver la técnica como un resultado de lo mejor que queremos sacar de nosotros mismos, esto es, como un acto de la más preciada libertad y de la más precisa racionalidad. Y me pregunto, yendo más allá, si la técnica en verdad no nos reencuentra con lo salvaje, liberando impulsos que creíamos olvidados.

"En el ámbito más profundo de la técnica, allí donde ésta se convierte en hechizo, lo económico, el aspecto de poder, cautiva menos que el aspecto lúdico. Queda claro entonces que somos presas de un juego, de una danza del espíritu que ningún arte aritmético es capaz de captar." (Jünger)






"El movimiento planetario de la técnica moderna es una potencia cuya magnitud, históricamente determinante, no puede ser realmente sobrevaluada. Es, a mi ver, un problema decisivo el de cómo se pueda asignar un sistema político -y cuál- a la edad de la técnica." (Heidegger)

martes, 21 de abril de 2020

El árbol que nadie ve

Día 39.

No se engañen. El confinamiento no es una lavadora espiritual que nos devolverá renovados a tiempos más puros. Pese al empeño de pregoneros espirituales, que aprovechan cualquier ocasión para vender las esperanzas de siempre, las transformaciones siguen sin atender a velocidades y lentitudes. De hecho, que la moda de tiempos alborotados sea profesar filosofías del sosiego no significa que a este se llegue por una ralentización. Más me temo que la quietud no admite contrario, como cualquier otra cosa. ¿O tienen contrario las fragancias, las piedras y las nubes?

El confinamiento, si ha de sacarnos de algo, es de la necesidad de tender al otro, aunque sea hacia el viejo árbol que nadie ve. Como cualquier reclusión, solo nos devolverá la esperanza de seguir acompañados.


"EL VOCIFERAR, GRITAR, alborotar y chillar de fuera: transformado en murmullo del pueblo y ruido del mundo. Vamos, adelante, regresar a los otros, con muchas sílabas, con muchas ganas de hablar." (Peter Handke, Ensayo sobre el lugar silencioso)

domingo, 19 de abril de 2020

Privilegios de confinado

Si de algo puede servirnos el confinamiento es para pausar el velocímetro que llevamos incorporado. Y quizá alguno hasta se lo sacuda de en medio, como hace Forrest con sus ortopédicos. Bienaventurados los limpios de corazón que puedan vivir sin más exigencia que la que les imponga el cuerpo. Pero, siendo optimistas, en la sociedad hiperconsumada en la que vivimos, que fragmenta a los sobrantes para luego señalarlos, como a obesos, marginados, hiperactivos, depresivos, reaccionarios y revolucionarios, apenas echemos a andar los deseos nos serán de nuevo expropiados. Y cuando cojamos el autobús, vayamos a por el pan o paremos ante el semáforo porque está en rojo, ya no oiremos nuestros latidos. Otra vez el velocímetro se ha parado, hay que cambiar la pila o falla la conexión. ¿Por qué las vidas tuvieron que hacerse fallidas? ¿Desde cuándo nos dictaron tener que llegar a la meta? El confinamiento, de suyo, es como los cuartos oscuros, que nada cambian del exterior pero que, al apartarte de él, te dejan a solas con el interior. Y es ahí donde podemos trabajar. Privilegios de confinado.

                                 Vapores

Mirar cara a cara a la catástrofe y enfrentarse al modo en que no puede verse envuelto en ella es algo útil en todo caso. Equivale a unas maniobras militares en el campo del espíritu, a unos ejercicios espirituales. El miedo disminuirá si abordamos este asunto como es debido; y eso representa ya un primer paso hacia la seguridad, un paso importante. Tiene no sólo efectos curativos, sino también efectos preventivos sobre la persona. Pues en la misma medida en que disminuye en las personas singulares el miedo, en esa misma medida decrece la probabilidad de la catástrofe. (Ernst Jünger, La emboscadura)

Pensamiento mágico (II)


"A menudo la técnica tiene algo de asombroso. Es cómico, pero a veces, mientras hablo con alguien por teléfono, todavía tengo la sensación de llevar a cabo no solamente un pensamiento posibilitado por la técnica, sino también algo que es mágico. Lo mismo vale para el cine y el teléfono, pero también para otras cosas. Podemos grabar nuestra conversación, filmarla, y de tal suerte hacerla revivir dentro de cien años, acaso vista desde un punto de vista diferente. Una filmación nos da la oportunidad de resucitar a personas desaparecidas de las que se ha perdido el recuerdo, la presencia física, la voz, el gesto. Creo que este efecto, que yo llamo mágico, está destinado a emerger de una manera aún más impresionante; ya se está hablando de realidad virtual, de cuarta dimensión. El pensamiento mismo se digitaliza." (Ernst Jünger, Los titanes venideros)




La realidad virtual hace que una madre vuelva a reunirse con su hija




Pensamiento mágico

Que la tecnología se mida por la regla de la precisión, la eficiencia y la rentabilidad no responde a una manera de pensar el mundo, sino a una enfermedad de nuestro mundo. Es el mundo el que está enfermo, con sus construcciones, su naturaleza y sus luces. Es el mundo el que necesita de paños y cuidados, mientras la enfermedad va acabando con él. No es la naturaleza, o el ecosistema, o el equilibrio medioambiental, lo que está en crisis, sino quienes intervenimos sobre ella, agotándola, asfixiándola, mucho más de lo que hace ella con nosotros. Somos nosotros los que necesitamos ayuda, no la naturaleza. Y quién puede prestárnosla es algo que no sabemos todavía, pero sí que, a la luz de lo acontecido, apunta a una nueva necesidad de medir la tecnología por la afectividad, y no por los resultados. Que la tecnología es algo afectivo significa, tan sólo, que produce, consume, construye, pero también que interpela, invoca, conjura, transforma. Sobre el poder transformador de la tecnología deberían versar los actuales manuales de magia, y no solo los de ética aplicada.

                               Alfred Kubin


"El Amo se ocultaba en realidad detrás de todo y, de manera misteriosa, solía manifestarse con una frecuencia superior a la deseable. La idea de que él manejara a casi setenta y cinco mil soñadores no podía desecharse tan fácilmente, por monstruosa que pareciera. Me era imposible precisar dónde quedaban los límites de su poder, pues llegué a tener pruebas suficientes de que sus impulsos alcanzaban también a todo el mundo animal y vegetal. En el fondo, todos conjeturábamos esto y lo aceptábamos como una gran carga impuesta por el destino." (Alfred Kubin, La otra parte)

“La fuerza material de la técnica se hace sentir en todo su alcance en la mitología científica actual y su campo de maniobras: máquinas militares introducidas en el cerebro, fármacos que destruyen la capacidad intelectual del enemigo, interrogatorios a detenidos con escáner que puede mostrar la “verdad objetiva” o la “intención implícita no dicha”, prótesis cerebrales que transformarán al soldado en cyborg, interfaz entre cerebro y máquina, conexión de todos los cerebros a un sistema central y corporativo, cerebros estropeados por el estrés, el pánico, la depresión o la hipermotilidad, cerebros atrapados en una red en la que ya no pueden estar a la altura de sus funciones. Tanto la técnica como el discurso capitalista se presentan como un Saber absoluto, como un fin de la historia consumado (...) Introduciendo lo ilimitado en la escena del mundo, el mundo se vuelve el lugar donde los saberes y prácticas se convierten en campos de maniobras de la técnica (Jorge Alemán, Capitalismo sin Nombre del Padre)

"Según ciertos pronósticos, nuestra técnica desembocará algún día en la hechicería pura. Llegado ese momento, todo lo que hacemos ahora no habrá sido sino un impulso inicial y la mecánica se habrá refinado de tal forma que ya no exija nuestra torpe manipulación. Bastarán unas luces, unas palabras, más aún, un mero pensamiento. Un sistema de impulsos inundará y recorrerá el mundo." (Ernst Jünger, Abejas de cristal)

miércoles, 15 de abril de 2020

Días luminosos

Para Ana Belén,

Los días de confinamiento pueden alargarse más de lo esperado y uno, aunque tiene sus redes y estímulos con los que conectarse con el mundo exterior, no puede evitar sentirse enclaustrado con los enseres de siempre. En las voces de muchos resuena el mensaje de que necesitábamos parar y este encierro servirá para pensar y proyectarnos hacia un mundo mejor, más pausado, más reflexivo..., pero mi sensación es que, mientras la naturaleza va liberando a sus ballenas y delfines de un confinamiento que le ha durado siglos, seguimos como el primer día aguardando el pistoletazo de salida, abriendo la prensa diaria a ver si algún lumbreras nos alegra el café con eso de que en julio podremos volver a las playas y volver con los nuestros a los bares.

No, la vuelta sobre sí mismo y la generosidad son una cuestión de hábito, de trabajo, de vigilancia constantes, "porque una golondrina no hace verano, ni un solo día, y así tampoco ni un solo día ni un instante bastan para hacer venturoso y feliz" (Aristóteles). El confinamiento no guarda consigo la llave de ninguna revolución humana. La llave hace mucho que la hemos tenido, y sigue aguardando en quienes pasaban desapercibidos e inadvirtiendo cuanto nos rodea. Hace años que descubrí que la vida es demasiado valiosa como para desperdiciarla desocupándola con nimiedades o conversaciones vanas. Hace años que consagré la vida a cuanto más amaba dejando a la luz abrir mis ojos y a mis sueños cerrarlos. La vida hay que cantarla, no agotarla, llegando a sus rincones, explorando sus recovecos, sin perder mucho tiempo en reivindicar la que nunca tuvimos. La vida algún día se apagará, y entonces el recuerdo de aquella luz se desvanecerá para siempre.


martes, 14 de abril de 2020

El violín y la apisonadora

Día 32.

Yo la vería en la mejor compañía. En silencio y sin palomitas. Apenas 40 minutos de humanidad. Gracias Tarkovsky.

lunes, 13 de abril de 2020

A falta de pan buenas son tortas

Día 31,

En períodos de atrincheramiento es natural que sobrevengan preguntas acerca del nuevo mundo que queremos construir o de la nueva imagen que queremos de sociedad. ¿Y qué podríamos preguntarnos observando cómo el mundo se desmorona a nuestro alrededor? Si ya no preguntamos esto es que nos importamos un comino. Ciertamente, lo que vale de la pregunta no es tanto aquello por lo que pregunta como el hecho mismo de que lo preguntemos. ¿En serio alguien puede creer que podemos ponernos de acuerdo sobre el mundo que queremos? Pero si cuando vamos a por el pan nos cuesta ya decidirnos si de trigo o de centeno. Vamos, que lo de menos es llegar a mundos felices donde todos comieron perdices. Lo que sin embargo importa, y mucho, es que nos hagamos la pregunta, nos interpelemos a buscar respuestas, nos hagamos un nosotros. Esto, esto de ser nosotros, es lo que todavía no somos y quizá vaya siendo hora de reparar en ello.

                                 José Antonio Porcel, Paisaje negro

Y antes de cerrar la reflexión del día, una sugerencia a quienes aún se toman en serio esto de llegar a megalópolis felices: preguntémonos, mejor, por el mundo que no queremos,... y es que a falta de pan buenas son tortas.

domingo, 12 de abril de 2020

Entre líneas

A los primeros maestros,

¿Qué me llevaría a escribir aquellas palabras con trece o catorce años? ¿A desperezarme del sofá y teclear aquellas letras borrosas de la máquina de escribir de mi padre? ¿A irrumpir la placidez del sueño y aventurarme a juegos más serios? El caso es que no tendría más de trece o catorce años cuando vi El séptimo sello, de Ingmar Bergman. La vi no para buscar respuestas -¿qué podría buscar un niño de trece o catorce años?-, sino seducido por aquellos extraños personajes que trataban con la muerte o a quienes se les aparecían Vírgenes en medio de días claros. 


                                           Notas sobre El séptimo sello

A la luz de lo escrito, debí entrever la tensión que aúna el amor como fuente de verdad y el odio como origen de imposibilidad. Esta idea, sin duda, ha recorrido nuestra tradición desde que Empédocles asentara aquello de que el Amor es fuente de concordia y su ausencia (Odio) de división y discordia.


Ello se hace manifiesto en el volumen de los mortales
        miembros;
pues a veces por Amistad se aúnan todos
los miembros que conforman algún cuerpo, en la cima de la
        vida floreciente,
otras por el contrario, desgarrados por malévolas Discordias,
vagan errantes, cada uno por su lado, por la rompiente de
        la vida.

Empédocles de AcraganteAcerca de la naturaleza

sábado, 11 de abril de 2020

Jaulas enjauladas

En la infancia uno a la fuerza aprende a estar solo. Y es llamativo que las políticas educativas actuales pongan tanto empeño en diseñar planes y estrategias para la buena sociabilidad y apenas ninguno para que niños y adolescentes aprendan a vivir la soledad, si es que tamaña empresa es posible, que no está claro. Y no será porque no se piense que la necesidad del otro es lo natural y el aislamiento lo artificial, no vaya todavía a creerse alguien el cuento chino de que quienes huyen a pueblos y montañas es para regresar a un estado natural perdido. Puestos a distinguir soledades, yo diría que hay dos: la primera y las demás. La primera es puro motor y generación, y es que especialmente en la primera uno está a solas consigo mismo, sin más colchón en que recostarse. En la primera uno se hace ser para la muerte, soporta el arrebato del amor y se forja la esperanza. En ella uno se descubre parte de algo que sólo se puede mitigar. La soledad adulta es muy diferente, no es como la del niño, demasiado tierna para sentirse parte de algo y buscar la liberación, donde cuerpo, habitación y hogar son todavía lugares imaginados que no empujan a salir de ellos. Los adultos nos sentimos como pájaros enjaulados, vemos antes los barrotes que nuestras alas, y cuando nos refugiamos en ellas ya es tarde para que echen a volar. Nos agota tener que buscar la libertad. Por ello, y como medida terapéutica de confinamiento, invito al lector a sacar al niño que llevamos dentro, dejándolo asustar en la noche y mirándolo al sol de cuando en cuando. Poblaremos mundos imaginarios como la primera vez que amamos las cosas.

                                 José Antonio Porcel, En la niebla

Hay un vuelo libre anterior a las jaulas, vuelo inocente como el desnudo paradisíaco, que en nada las jaulas perjudican, coartan ni limitan; hay un vuelo coetáneo de las jaulas, un vuelo enjaulado, digámoslo así, pero libre, no obstante, para volar dentro de su jaula, hacia los cuatro puntos cardinales. (Juan de Mairena, Antonio Machado)

viernes, 10 de abril de 2020

Palabras compañeras


Hoy más que nunca los discursos pueden apaciguar, acompañar a tantos corazones sumidos en la confusión y la incertidumbre. Quizá, como en ningún otro tiempo, las palabras deban apartar a la razón de promover la inquietud acariciando el dolor de tantos hombres y mujeres prisioneros. Es el momento de hacer del lenguaje un sutil instrumento cuya eficacia moral sólo se verá recompensada por un gracias o un te quiero, como antiguos mitos que acompañaban a almas desamparadas preparándolas para el bien morir. Quizá vaya siendo hora de abandonar la confrontación y la dialéctica para dejar paso a ese otro discurso de palabras suaves, endulzadoras de tiempos cegados por el desasosiego. Abandonaremos aunque sea durante unos días la disputa sobre quién lo hizo o por qué no tomaron medidas, como cuando recibíamos de nuestros padres aquellos cuentos regalados que nos abandonaban al sueño. Miraremos los ojos de los demás como estando necesitados de consuelo y de verdad. «La recompensará será bella y grande la esperanza».

                              José Antonio Porcel, Caminando

Silencios sonoros

Hay silencios que no se explica que queden relegados a las periferias del pensar. Será que las periferias recogen lo que fuerzas centrífugas no logran contener expulsándolos a las afueras, como restos malogrados de obras inacabadas. Cuáles de estos sobrantes son centrales es una cuestión que sin duda requiere salirnos del pensamiento académico y zambullirnos en la aventura del conocimiento. Los advertimos no por lo que se dice de ellos, pues ya hemos dicho que son expulsados del convento y la opinión, sino por la manera como se muestran sin llegar a decirse. Aquellos sustratos subyacen a lo explícito, incluso sosteniéndolo y dándole unidad, pero sin llegar a verbalizarse. Dando forma a relatos, ficciones o piezas hiladas, causan estupor y alegría en quien los descubre, como el que halla la manera de convertir el mineral en piedra refulgente.

                                 José Antonio Porcel, Árbol en el río

"El lenguaje no vive de sus propias leyes; si así fuera, el mundo lo dominarían los gramáticos. En el fondo primordial la palabra no es ya forma, no es ya llave. Se identifica con el ser. Se torna poder creador. Y ahí es donde está su fuerza enorme, que jamás podrá ser convertida en moneda. Lo único que aquí hay son acercamientos. El lenguaje habita en torno al silencio a la manera como el oasis se emplaza alrededor del manantial. Y el poema corrobora que se ha logrado entrar en los jardines intemporales. De esto vive luego el tiempo." (Ernst Jünger, La emboscadura)    

jueves, 9 de abril de 2020

Memorias posibles

Una recreación literaria de memorias posibles,

Arvo Pärt 

¿Cuándo fue?
se me llevaron de noche
recuerdo un coche
con asientos de madera brillante
una luz amarilla
y un hombre
que diría que era
dios
el mismo dios
vi como corría el paisaje
y casi me dormí
en la visión de la mancha
que soñaban mis ojos
detrás del cristal
no hacía frío
no estaban empañados los cristales
mi aliento no rebotaba
en niebla derretida
no hacía corazones
no olía a col
no estaba en las mañanas de diciembre
no oía moverse el vestido de mi madre
las alas no veía

mientras iba yendo
no dolía
el dolor sabía
estaba
pero olía bien la madera
del viaje
yo era un señor en aquella luz

el hombre que guiaba
cuando dijo
ya llegamos
me miró
torciendo la boca con una risa
y me dejó llorar.

Miguel Porcel

1, abril, 2020

miércoles, 8 de abril de 2020

Fuera de las jaulas

Un encierro tampoco es un absoluto. No puede decirse que estemos encerrados absolutamente, y no porque no podamos salir de nuestras jaulas sino porque las jaulas no son realidades en sí, absolutas. El caso es que somos nosotros quienes nos encerramos, y por lo mismo que el entramado de responsabilidades, derechos y deberes necesita para su mantenimiento de un cuidado y un mantenimiento constantes, también nuestras jaulas precisan de ese esfuerzo colectivo por enjaularnos. El encerramiento precisa de una autorización cuando menos mayoritaria y cuenta con que, desde la primera hasta la última, dicha autorización es contingente. Es decir, lo que nos encierra no es, como se escucha, el Mal en forma de enfermedad, las trampas del destino, o tramados conspiranoicos. Somos nosotros quienes lo hacemos. Pero es, precisamente, este hecho lo que, ipso facto, nos convierte en sujetos éticos. En tanto que sujetos éticos, dotados de razón y libertad, la pregunta que habría de sernos planteada no es tanto por qué estamos encerrados o a qué se debe que lo estemos, más propia de bestias enjauladas, sino por qué nos autorizamos a encerrarnos. De que nos hagamos esta pregunta dependerá que nos elevemos o no a la humanitas.

                                 José Antonio Porcel. Caminando

lunes, 6 de abril de 2020

Sofística erótica

Todavía hay quienes piensan que por la razón pueden dilucidarse las grandes cuestiones o establecer acuerdos duraderos. Entronan la Razón a lo más alto y la escriben con mayúsculas. Ven en su ejercicio la llave para solventar cualquier tipo de enredo y confían que su buen uso podrá ser extendido al resto de la humanidad hasta hacer del mundo un lugar más seguro y habitable. Entienden la razón como el suelo común sobre el que pisar y construir juntos la gran ciudad universal. Y así debemos educar a nuestros herederos, haciendo que conozcan su manejo y respetando sus normas de funcionamiento. Son los que hacen de la Razón bandera y doctrina. Estos, en verdad, son profundamente irracionales, pues cuando se les pregunta por la razón de su alzamiento no saben qué contestar. ¿Cómo podría una razón dar razón de la Razón?

Los hay también que sin necesidad de levantar banderas creen y practican la argumentación cuando llega el momento de inmiscuirse en alguna disputa dialéctica, pero son más moderados que los anteriores, pues juzgan la razón como un arma poderosa servible únicamente en situaciones que se prestan a ello. Amansan lo indómito antes de su domesticación. Siendo conscientes de la relatividad de su poder, hacen uso de él en los momentos y lugares que corresponden. Son los grandes ajedrecistas de la razón, ya que solo en el momento del juego exhiben su arte y manejo. Estos, en verdad, tampoco comulgan con la razón, pues haciendo gala de ella ven la vida como un suelo pantanoso sobre el que rara vez la razón puede pisar sin riesgo a hundirse. Finalmente, los llamados irracionalistas tampoco nos convendrán, pues siguen juzgando cuanto ven de acuerdo con el único criterio de la Razón, sólo que para decidir del mundo que es lo contrario de lo que aquella establece. Son el reflejo del racionalista, cayendo en sus mismas incongruencias. Creen romper con el racionalismo cuando, en verdad, lo siguen practicando sólo que de revés.

                                  José Antonio Porcel, Flor

Lo dicho sirve para mostrar que una de las grandes limitaciones de nuestra herencia socrática es no haber advertido que junto a la razón se halla el corazón, y con él todo un trazado de caminos con los que comulgar en infinidad de ideas, proyectos y sentires de los que aquella nunca pudo tener noticia. Por el corazón también se conoce, hasta el punto que conocemos por lo que amamos. No se ama lo que se conoce, sino que se conoce lo que se ama. Y si no recuerden su primer amor y verán en su recuerdo dibujado cada uno de los detalles de aquél. Quizá sea este uno de los grandes descuidos de la filosofía: no advertir el elemento erótico en la constitución de los grandes sistemas del pensamiento, de las grandes relatos identitarios y, ahora en tiempos de confrontación, de las grandes disputas dialécticas. Porque el caso es que al corazón debemos que haya racionalistas, moderados y extremos, e irracionalistas.

Y como triunfa Sócrates de la sofística protagórica, alumbrando el camino que conduce a la idea, a una obligada comunión intelectiva entre los hombres, triunfa el Cristo de una sofística erótica, que fatiga las almas del mundo pagano, descubriendo otra suerte de universalidad: la del amor. (Antonio Machado, Juan de Mairena)

domingo, 5 de abril de 2020

Confinamientos descafeinados

Creo que haré caso a las palabras de Nietzsche y daré intensidad a mi confinamiento. ¿Por qué no guardar en la armería el dispositivo móvil? Bien apagado, aunque sea durante un tiempo, ahora que solo hay ecos de voces unísonas. ¿O recordaremos los días en los que diluviaba llamadas al orden y a la provocación? Como diría Robin Desde la ventana, mensajes cuyo contenido se agota en el acto mismo de disparar: "Mira, atiende, escucha a esta pequeña pantalla, responde, busca el emoji, contesta, envía, mira, ríe, llora." No busques, hay poco más.

                                  José Antonio Porcel. Desierto

Sí, pasados los primeros día de explosión emocional y habiendo asimilado lo esencial para no parecer de otro mundo, es el momento de dedicarse más en profundidad a la vida contemplativa, esa que nos da imágenes como que la imaginación es la madre de todas las ciencias, de las puras y de las impuras. Y a ver si ahora que daremos luz verde a la meditación enseñaremos de una vez que la ciencia es poesía y la poesía ciencia. Y para no aburrir más el lector, baste esta muestra de don Machado y su infinito Juan de Mairena:

"Cantemos al gran Demócrito de Abdera, no sólo por lo bien que suena su nombre, sino, además, y sobre todo, porque a través de veinticuatro siglos, aproximadamente... (Mairena no estaba nunca seguro de sus cifras), vemos, o imaginamos, su ceño sombrío de pensador en el acto magnífico de desimaginar el huevo universal, sorbiéndole clara y yema, hasta dejarlo vacío, para llenarlo luego de partículas imperceptibles en movimiento más o menos aborrascado, y entregarlo así a la ciencia matemática del porvenir. Fue grande el acto poético negativo, desrealizador, creador -en el sentido que daba a mi maestro a esta palabra- del célebre Demócrito."

sábado, 4 de abril de 2020

Irse

                                 José Antonio Porcel, Bergen

Irse

qué es el irse
diluyendo en esas gotas
cuando los dedos tañen
las notas
los silencios
el intervalo del tiempo
clavado en el cuerpo
de donde soy
y a donde voy

el diluirse
en las emboscaduras
allí donde los pobres
por la noche
hacen su fuego
y tensan la voz
para llamar al sol
y piden que se quede

y encienden la fiesta
en el río que mal huele
en la orilla del dolor
y de los plásticos caídos
entre el perfume
de las palmas
del canto

y de los ojos
que del hambre han pasado
a la caza
al amor
a ti
a tus ojos
si estuvieras

¡cómo levantan los brazos!
miran al cielo
y esperan ver su rostro
reflejado en el cielo
cuando la tarde
borra todo
y el dolor se va

del sí de su cuerpo
a las orillas
y al río
que les deja.

Miguel Porcel

31 de Marzo de 2020

viernes, 3 de abril de 2020

En el bar de Warren

La intoxicación también nos entra en casa, no se engañen, solo que las mascarillas para la de siempre no se ponen a la venta. De hecho, nunca se llegaron a fabricar. Que sí, lo sé, podríamos vivir sin televisores, tabletas, móviles, dispositivos, aplicaciones, plataformas, ¿pero quién puede querer llevar esa vida ahora? La pedagogía del buen uso quedó obsoleta y ya nadie se traga eso de que "somos dueños de nuestros actos". Atrévete a querer por ti mismo, es lo que debería haberse profesado cuando todavía se veían las letras de neón y había personas de carne y hueso que en las películas de acción se jugaban el tipo. Ahora es todo por ordenador y el mundo lo hacen los informáticos, como diría el especialista Mike del bar de Warren (Death Proof).

                                 José Antonio Porcel, Azul

Se advirtió que éramos número cuando ya sólo sabíamos numerar. Demasiado tarde. No se trataba de leer más, sino de que no nos leyeran, para lo cual habíamos de cerrar las tapas y quedarnos a oscuras, como cuando de niños nos encerrábamos en un armario para no ser descubiertos o corríamos campo a través para llegar a ningún sitio. La emoción de la escucha, es lo que se ha perdido. ¿Pero hay de qué encerrarse? Me pregunto qué se dirán los amantes de la naturaleza ahora que los microorganismos están condenadas a ser los malos de la película. ¿Se atreverán a profesar su entusiasmo en las terrazas de julio? ¿Hasta cuándo esperará Netflix a comprar la serie de los nuevo Covid animados para el horario infantil? Cuando todavía podía hablarse me decía una alumna que el egoísmo aleja a la conciencia de la verdad, y que por eso solo los niños pueden amar de verdad. Qué razón tenías. En fin, adoro a las personas que se atreven, de verdad, a bajar las persianas y a soñar con los oídos bien abiertos. Os adoro. Sois mis héroes.

miércoles, 1 de abril de 2020

Hacedores de luz

A mi madre, también hecha de luz

La aceleración que espera afuera es más tenebrosa que la caverna de Platón, pues esta escondía al menos una promesa de luz y de verdad. Tanto ha castigado aquella nuestros corazones que ahora, atosigados y atolondrados, ya no sabemos clamar sosiego. ¿Cuándo nos convirtieron en sobrantes y reciclados? ¿Cuándo hicieron de nosotros velocímetros de nuestro cuerpo? Es algo que ni las mejores escuelas nos supieron explicar.


                                  José Antonio Porcel, Ventana

De niño, en las noches de tormenta, cuando los cristales recobraban su fragilidad en la casa del pueblo, la luz solía "irse" (así decía mi abuela, "ya se ha ido la luz", y lo decía porque sabía que tendría que volver), y nos quedábamos todos reunidos en torno a una vela que, por lo general, no tardaría en consumirse. La majestuosidad del momento radicaba en su poder para desplazar nuestras diferencias y protegernos de la oscuridad de las cosas. Una de aquellas noches, como digo, cuando el miedo más apretaba y miraba a mi abuela ensombrecida, pensé que si Dios existía tendría, a la fuerza, que estar hecho de luz.