A mis compañeros del IES Jerónimo Zurita,
Debe ser el cava que todavía no ha llegado al estómago, o la música de Pilar que ya me resuena pensando en el curso que viene, o las palabras tan sentidas de Fernando y Alberto, por lo que me siento animado a compartir estas palabras de agradecimiento. Si con ello además logro apaciguar el vacío interior que siento cada vez que finaliza un curso, mucho mejor.
Mi agradecimiento no será nominal ni grupal, se hallará falto de etiquetas y nomenclaturas, y aun para los más obstinados “protocolistas”, jamás se haría susceptible de normatividad o entraría en el lenguaje de comisarios. Mi agradecimiento diríamos que está desprovisto de objeto, o de referente como diría Frege. Es un agradecimiento huérfano, y podría traducirse en algo así como "me siento agradecido". Sí, ahora mismo me siento agradecido, sin más, o ni más ni menos.
¿Pero cómo alguien puede sentirse sólo agradecido? ¿Cómo ha sido que ese agradecimiento ha quedado huérfano? ¿Será que no tengo que agradecer nada? ¿O no será, más bien, que tengo que agradecerlo todo? Agradecer seguir respirando un mismo aire al vuestro, y usar el mismo mineral blanco para organizar cada mañana las ideas, y sentir ese tierno abrazo adolescente de un alumno desamparado, o ver los ojos llorosos de un compañero al que sin querer hemos herido. Agradecer el poder seguir pisando un mismo suelo, y tener que agacharme por determinados techos, o apoyarme en la misma barandilla cada vez que da la séptima, o llevarme a casa esa idea que ya nos ocupará la noche, y quién sabe si el verano; y compartir esos cafés con los que a veces nos sacudimos el polvo de los días, y nos sorprenden culebras, pero de las que no muerden. Agradecer cada llamada, cada aviso, cada timbre, que hacen que todo funcione, a veces a trompicones y otras de manera fluida. Agradecer a aquellos profesionales de la norma y el orden, que velan por el cumplimiento y del que todos luego nos servimos. Agradecer las conversaciones con doctores sobre Da Vinci, Gödel o las fugas de Bach. Agradecer a los maestros de la movilización que con su empuje hacen del centro una representación y de los alumnos verdaderos escenógrafos. Agradecer a los tímidos y a los paternalistas, y a los anarcas que de su isla hacen un paraíso para alumnos incomprendidos. Y a los perfeccionistas y pasotas, cuyo fondo derrotista tanta sabiduría esconde. Agradecer a los protagonistas, a los secundarios y a los extras, cuyas imágenes apenas imperceptibles luego echaremos de menos. Agradecer el júbilo de Javier, Alberto, Fernando, y de los que vendrán. Agradecer ese cava burbujeante de cada treinta de junio. Y agradecer a los que un día decidieron bajar del barco y tirar de él, con cuerdas de hierro oxidable, pero irrompible.
Sí, será que mi agradecimiento es huérfano porque no hay nada de lo que no esté agradecido.
Gracias por este curso,
Un abrazo
David
David