sábado, 24 de julio de 2021

Distracciones deseducativas

Dicen los alumnos que los buenos profesores son aquellos que les estimulan a plantearse nuevas preguntas. Embotados en la cultura del resultado y de la persecución, olvidamos con facilidad la sensibilidad de quienes la tienen a flor de piel, en las primeras filas, afanosos de ser notados, o en las últimas, cuando les ves cerrar un libro que acaba de abrirles los diez siguientes. Dicen aquellos que por qué seguimos planteándoles exámenes como si su solución les fuera a salvar de las dificultades del camino que habrán de recorrer, y en su lugar no proponerles desafíos, preguntas, enigmas, o emboscadas, cuya solución no pasará por encontrar la corrección sino por abrirles paso entre el defecto y el exceso. Y también dicen, incluso los que ya sólo piensan en el boletín y la medalla, que por qué nos plantamos ante ellos sujetando la palabra, y no la dejamos correr, entre las ventanas, por los rincones, bajo sus pupitres, y que germine en un pensamiento del que puedan decir que lo han formado y labrado ellos, como el jardinero dice de sus frutos o el padre de su hijo.


"El fin fundamental de la educación es ayudar a los alumnos a aprender, y esta función es competencia del profesor. Pero lo sistemas educativos modernos están atestados de toda clase de distracciones. Hay objetivos políticos, prioridades nacionales, posturas sindicales, normativas de construcción, perfiles profesionales, ambiciones de los padres, presiones de los compañeros... La lista es larga. Pero la base de la educación es la relación entre profesor y alumno. Todo lo demás depende de lo fructífero y eficaz que sea ese vínculo. Si esto falla, el sistema también fallará. Si los alumnos no aprenden, entonces no hay educación. Tal vez se trate de otra cosa, pero desde luego no es educación." (Ken Robinson, Escuelas creativas)

Los amantes de Lloret

Anoche, mientras paseábamos por la Cala Dona Marinera, donde se levanta la "Estatua de la mujer de un pescador", imaginé a un hombre misterioso viviendo entre las rocas, y escribí sobre él....


LOS AMANTES DE LLORET

Las gentes del lugar decían de él que se apagaba con las noches. Yacería escondido bajo alguna roca, donde los amantes no llegan y los prófugos no ven. Cuando la Luna se hacía llena sus ojos se entreveían como estrellas suspendidas. -¡Míralos. Ahí a lo lejos!, avisaban los niños. 




Nunca discutía y se mantenía al margen de lo opinable, y de lo valorable. Se abrigaba con lo primero que encontraba, a veces en un manto de arena, otras bajo algunas algas huérfanas, pero siempre dejando un tubito de caña para respirar y poder contar los graznidos de las gaviotas. Pasaba las horas viendo los barcos pasar, y se preguntaba cuál sería el último antes de que el mar dejara de ser navegable. 




Por las noches, escuchaba las palabras de los amantes, y de sus pasos, siempre solitarios. Esperaba junto a ellos hasta que la última luz se hubiera apagado y sus labios enmudecido. Entonces poco importaba si estaba de pie o recostado. Ningún grito lo podría despertar.