Huelga decir que la mayoría de los intentos dialécticos de prohibir el arte taurino basan su justificación en el sufrimiento que recibe en las corridas el animal del toro. Este tipo de justificaciones, a nuestro modo de ver, omiten el daño -irreparable y silencioso- que ocasionaría para el torero la prohibición de su profesión.
Si reparamos en la condición del ser humano podemos descubrir que éste no puede vivir exclusivamente con lo estrictamente necesario para su supervivencia, no puede conformarse en su vida con satisfacer los dictados de su ser biológico, sino que, debido a su extraña naturaleza, lo que verdaderamente necesita es emprender posibilidades vitales que, si bien en muchas ocasiones no le van a proporcionar sustento ni alegrías, sino más bien penurías y pesar, las va intentar llevar a término en cualquier circunstancia. Este extraño fenómeno se explica por el deseo irrefrenable del ser humano - deseo que actúa por encima de sus necesidades biológicas - de realizarse conforme a su vocación y de cumplir así con lo que él cree que debe consistir su vida; y es que, desde lo más íntimo, cada cual se siente ser más uno mismo, diferente de los demás seres, que miembro de una especie. El hombre es ese ser que necesita realizar su vocación, expresar su singularidad, para poder 'estar bien' consigo mismo y sostenerse en su existencia:
El hombre que se convence a fondo y por completo de que no puede lograr lo que él llama bienestar - 'estar bien' -, por lo menos una aproximación a ello, y que tendría que contentarse con el simple y nudo estar, se suicida. El bienestar y no el estar es la necesidad fundamental para el hombre, la necesidad de las necesidades (...) El hombre no tiene empeño alguno por estar en el mundo. En lo que tiene empeño es en estar bien. Sólo esto le parece necesario y todo lo demás es necesidad sólo en la medida en que haga posible el bienestar. (Ortega y Gasset, Meditaciones de la técnica)
Desde este punto de vista puede entenderse el terrible daño que ocasionaría la prohibición del arte taurino para el torero, que vería truncada su posibilidad de realizarse como persona singular y perdería sentido todo su ser. Hemos de ser por ello bien conscientes de que prohibiendo el toreo no sólo acabamos con el toro de lidia, sino también y lo que es peor, condenamos a un suicidio seguro al profesional del toreo:
Muchas veces lo pienso. Esto no hay quien lo entienda. Un día, hablando con Antonio Gala, me explicó su vocación de escritor. No tuvo elección, como si aquello fuera algo natural. Pensé: Lo mío es lo mismo. Nunca imaginé nada que no fuera ser torero. No sé qué habría sido de mí de no serlo (...) Porque es mi vida. Aunque torear no es vivir; es sobrevivir. A veces da pena estar tan obsesionado con tu profesión. Quisiera pensar que algún día podría dejarla y dedicarme a divertirme, a disfrutar del dinero que he ganado. Pero cuanto más grande eres, más envidias ponerte delante de un toro. Me gustaría poder llevarlo con más alegría. No la alcanzo. Es una pelea conmigo mismo. Y así soy feliz. Pero así es muy difícil vivir (Morante de la Puebla, en Morante, el secreto del duende)
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