sábado, 21 de diciembre de 2019

Pinceles de agua

Llega el momento de evaluar a nuestros alumnos, o de soportarnos en las tediosas y expurgadoras juntas de evaluación, con sus clichés, su anecdotario, y siempre imprecisos comentarios. Hay quienes hacen de ellas una ocasión para un lucimiento personal, con su remache final "y esto es todo señores, espero que lo hayan disfrutado"; y otros casi la aprovechan para desconectar de sí mismos con su tablet o portátil tapándoles el torso. Pero todos acaban, o acabamos, cuando me toca, dando pinceladas de agua al lienzo, sin apenas impregnar en él huella alguna, ni mucho menos color o forma definidos. La sensación final es que podríamos habernos evitado el trago, el mal trago de tener que pintar con el pincel mojado, y dejar las cosas como estaban, porque ya es un suplicio tener que evaluar con números a los conocimientos y a las actitudes.

Pero todavía hay quienes practican el credo de la cuantificación, con sus Cuántos, sus Cálculos y su Precisión, y se vanaglorian, y públicamente, de no haberle subido al alumno a un cinco por quedarse en el cuatro coma noventa y cinco, como si el mundo obedeciera a la aritmética y ellos tuvieran la llave de su gobierno. De nuevo, otro acto de violencia, esta vez pervirtiendo al prójimo y a los ajenos inventores de la ciencia matemática. El caso es que ignoro si algún día dejaremos de tener que reunirnos en las tan poco agraciadas juntas de evaluación. Lo que sé es que los únicos evaluados son aquellos que dejan a sus vidas someterse a la ley del número y de la marca.