Es sabido que la ciencia es un discurso narrativo, lo mismo que la religión, la literatura o la historia. La cuestión que ha gravitado en torno a este hecho durante gran parte de la filosofía del pasado siglo es si existe una lógica o una razón narrativas, esto es, un patrón o principio que dé cuenta y explique el paso de una narración a otra (en el caso de la ciencia, de una teoría a otra). Al respecto, una de las premisas del historicismo en su defensa de aquella lógica narrativa es que la presunta Verdad no consiste en una aproximación objetiva a los hechos (la propia idea de facticidad existe en y por la narración), sino en una metanarración construida por la superposición lógica de otras narraciones más elementales. En esta línea hay que situar el pensamiento del filósofo Ortega y Gasset, que con tanto empeño se afanó en mostrar que la historia narrativa (de la ciencia, de la metafísica, de las emociones, de los valores....) no es caprichosa, sino pautada, obediente, como la corriente que sigue el nivel que imponen las esclusas.
Con nuestro trabajo, publicado en el número 83/84 de la Revista Ábaco bajo el título ¿Qué significa contar historias? (Esbozo para una crítica de la razón histórica como forma de conocimiento), hemos profundizado en la naturaleza de la razón narrativa con vistas a discutir algunos de los postulados que articulan la propuesta orteguiana de la razón histórica como vía de (re)conocimiento. Entiéndase bien: no se ha pretendido desbaratar toda una filosofía de la historia que aún hoy resuena en los círculos más actuales, sino, más bien, ponerla en entredicho, sembrar dudas sobre ella, esto es, obligar a revisarla. Así, a los interesados en los entresijos de aquella filosofía de la historia afanosa de lógica y patrones, les invito a adentrarse en esta otra narración que no hace más que añadir abruptos allí donde se creía transitar sin dificultades.
Con nuestro trabajo, publicado en el número 83/84 de la Revista Ábaco bajo el título ¿Qué significa contar historias? (Esbozo para una crítica de la razón histórica como forma de conocimiento), hemos profundizado en la naturaleza de la razón narrativa con vistas a discutir algunos de los postulados que articulan la propuesta orteguiana de la razón histórica como vía de (re)conocimiento. Entiéndase bien: no se ha pretendido desbaratar toda una filosofía de la historia que aún hoy resuena en los círculos más actuales, sino, más bien, ponerla en entredicho, sembrar dudas sobre ella, esto es, obligar a revisarla. Así, a los interesados en los entresijos de aquella filosofía de la historia afanosa de lógica y patrones, les invito a adentrarse en esta otra narración que no hace más que añadir abruptos allí donde se creía transitar sin dificultades.
De nuevo, agradezco el enorme gesto de la prestigiosa Revista de cultura y ciencias sociales por publicar mi trabajo y prestar una sección en sus contenidos a la investigación filosófica.