Filosofía sin rumbo. ¿Cómo podría el pensamiento estar predeterminado? El pensar nunca ha sido hijo del método. En tal caso tampoco habría método. El pensamiento te hace caminar, hacia ninguna parte, y vibra él mismo. Entonces el universo con su historia deja de existir, y ni hay esos árboles, ni esa ciudad ni bosque. Sólo pensamiento cabalgando sobre sí mismo. A ver si sale, casi nada. Para entonces lo demás son ya vanas interrupciones, acompasadas del inoportuno "te recomiendo encarecidamente", como aquel teléfono que no dejaba soñar a los surrealistas o el autómata que cesó por la santa furia de Tomás de Aquino.
Por el pensar vive la filosofía; y la música, y tú mismo, por cierto. El deseo no crece ni se acrecienta. Se renueva o desapareces. Un relámpago en la noche, dos días de insomnio, un aforismo de Wittgenstein, un pasado que se abre paso, el tuyo, bastan para encontrarte de nuevo como la primera vez, afanoso. Hay pensamientos que sobreviven al tiempo. ¿Pero a qué tiempo? Otros lo forjan, lo articulan. Ya puedes escribir una autobiografía. Antes de ellos veías pasar el tiempo, las cosas con sus nombres. Ahora ya tienes tiempo. Te pertenece. ¿Para qué buscar? Puedes dejarte llevar.