Primera canción: La aspiradora sobre Francia
Y no quedaron ni los recuerdos, y aquellas palabras que te
repetiste, una y otra vez, cuando volviste del frente han quedado vacías.
Y las condecoraciones se marchitan, se oxidan entre tus
dedos y el viejo uniforme de campaña se esfumó dejando una nariz de payaso.
Te pegaste cuatro años matando al enemigo y ahora desearías
ser uno de ellos, nada más cruel que ser un perdedor en un país victorioso.
Mal asunto, habrá reproches, nadie querrá escuchar tus
cuentos, chirrían, escuecen, sólo conseguiste salvar el pellejo y eso a nadie
le importa.
Y tu garganta se estrecha, te ahoga, cuando vas a contar
aquel día de sudor y bayoneta calada, ¿para qué sirvió tu lucha?.
De los muertos nadie duda, allí están sus monumentos, pero
tú estás vivo, a saber por qué, y esta es tu obra, la nada.
Tu sitio
estaba allí, en ese agujero, donde había ratas y esperanza, un futuro por el
que morir, en el que creer y ahora los tuyos deambulan muertos de hambre y no
hay nadie a quien disparar.
Y fue su guerra la que te succionó el alma, al son de la
marsellesa, y te devolvió la cáscara, una individualidad envasada al vacío,
hueca, rodeada de alaridos, oscuros, sucios.
“Todos miraron expectantes a ver qué brotaba de aquella
tierra ensangrentada. Y no creció nada, se hizo la nada. Y después llegó el
Diablo”
Samuel