lunes, 29 de agosto de 2022

Nuevo curso. Vida nueva

El nuevo curso escolar se avecina como los nacimientos, con la pereza de quien ha vivido un tiempo largo de sol y playa, pero con la ilusión temblorosa de quien no sabe con qué va a encontrarse. Y es que no hay curso que sea viejo ni novedad que no se dé en curso. Desde que andamos en esto de la enseñanza –aventura y búsqueda desde su inicio- no ha habido curso que no haya encontrado su impronta, o estilo, por novedoso. Cada uno de los dieciocho que llenan mi carrera profesional ha ido recorrido por un hilo que casi se ha formado al principio y terminado al final. Un hilo con el que se han tejido las ramas que luego compondrán hojas, ramillas y árbol entero. Ese hilo a veces lo ha compuesto un grupo singular de alumnos, del que comenzamos asumiendo su tutoría y acabamos tan entremezclados con sus vidas que salimos del curso con más amigos de los que entramos. Otras veces el hilo se ha caracterizado por alguna de tantas novedades legislativas que sacuden nuestra educación y entonces, desde el comienzo, y todos los profesores a una, nos llenamos de tropezones y trompicones para plantear cualquier iniciativa o saber qué decidir en las reuniones. Hay años en los que uno ha tenido que estrenarse como Jefe de Estudios, los más desafortunados, por decreto de Inspección –con eso de que está en la función pública atender cuantas necesidades requieran los centros-, y ya se sabe que el veranito, en lugar de ser de amigos y playa, lo será de deberes e informes, como cuando de críos arrastrábamos alguna asignatura y con el Libro gordo de Petete o el de Santillana nos marcaban un horario veraniego de repaso.



También hay cursos en los que al comienzo, muy al comienzo, ocurre algo, diríamos que insólito, sorpresivo, increíble. Quizá el comportamiento extraño de algún adolescente, de esos que desbaratan cualquier tentativa de comprensión de los equipos orientadores, o una idea genial de algún lumbrera, fuera de tiempo, propio de aventajados, que aviva nuestro cuerpo neuronal y ya hay materia de reflexión para el resto del curso. O quizá al poco se presenta un compañero o compañera de trabajo de una categoría moral excepcional, que rebosa generosidad por su brillo empático e intelectual y sabes que ganarás el curso si logras su amistad. Sí, los amigos de la verdad son los mejores compañeros.

El caso es que el nuevo curso es siempre aventura, tejimiento y crecimiento, para profesores, equipos, padres y alumnos. Y ahora, mientras damos los últimos coletazos de diversión y nos zambullimos buscando los últimos restos de verano, todos y a una nos preparamos para ver qué nos deparará eso que, de inicio, llamamos nuevo curso escolar.

jueves, 25 de agosto de 2022

Suelos movedizos

Sigue siendo válida la tesis que a comienzos de siglo enunciara el norcoreano Byung-Chul Han en su ya célebre La sociedad del cansancio. Recuerdo que cuando leí la traducción que llegó a España enseguida lo recomendé a colegas y amigos por la claridad y lucidez de sus palabras. Es verdad que tiene algo de producto comercial, de panfleto político (apenas son cuarenta páginas), pero sin duda dice algo que, desde entonces, se ha agudizado en nuestras sociedades hiperconsumistas: el trabajador de hoy quiere trabajar más, y más concienzudamente. Como sin pretenderlo se ha convertido él mismo en el verdadero sujeto de rendimiento decidido a explotarse a sí mismo. La explotación del trabajador que tan bien clarificó Marx se traduce ahora en autoexigencia y autoexplotación. En muchas ocasiones, es uno mismo quien se impone los niveles tan altos de exigencia a los que estamos habituados.



Lo llamativo del asunto no es que se produzca, sino el hecho de que sea extensible a todos los ámbitos de la vida. También el tiempo de ocio se ve afectado por esta autoexigencia de rendimiento, como tan bien refleja la nueva oleada de publicaciones que, desde la crítica social –muy recomendable Esperando a los robots, del sociólogo francés Antonio A. Casilli-, pone en evidencia el engaño que hay detrás de formas aparentes de ocio consistentes en entrenar y regular concienzudamente las inteligencias artificiales que invaden nuestro espacio, y ofrece una mirada crítica de la realidad que se esconde bajo la máscara de la libertad de uso y consumo de los productos digitales: la explotación que se imponen miles de personas con sueldos de subsistencia -cuando los hay-, y sometidos a la gestión algorítmica de las plataformas. En este contexto, también labores vocacionales como la enseñanza, que se les supone impregnadas de aventura, riesgo y deseo, están siendo más dictadas por verdaderos burócratas y gestores del conocimiento, reducidos a información y conducidos por canales que se ajustan a los nuevos lenguajes algorítmicos. Cada vez veo más en el panorama que a comienzos de siglo dibujaba Byung-Chul Han suelo movedizo que nos va engullendo sin pretenderlo.


Una invitación: resiliencia e innovación

Muy interesante el nuevo número de la Revista Ábaco donde colaboramos reflexionando sobre los desafíos éticos en la era digital, a propósito del último libro de la colección joven Nandibú Zeta: ¿En qué piensan los robots? Disponible en versión digital o impresa.



viernes, 19 de agosto de 2022

Viejos amigos y amigos viejos

Hay viejos amigos que dejan de serlo, y amigos que se hacen viejos. En los primeros el tiempo ejerce de guadaña, como el péndulo de Poe, imperdonable, implacable, oxidante. Son los que a tu paso se convierten en unos simples saludados, con quienes te une recuerdos de un pasado compartido, pero que, tras ponerlos sobre la mesa, queda un ¿y ahora qué? A estos viejos amigos, después de algún reencuentro fortuito, les ves, preguntas por su vida, pero sabiendo que cabalgáis en trenes distintos, y enseguida sobreviene un sentimiento de extrañeza y lo mucho que ha cambiado Fulanito. Pero hay también amigos viejos, que el tiempo, por dentro, no envejece. Son los amigos que sobreviven al péndulo, con quienes puedes darte un buen chapuzón en el mismo río, a la misma hora, casi en el mismo lugar. Son los amigos por los que el tiempo no pasa, y basta un brillo, una mirada, para descubrir que apenas nada ha cambiado, que sigues siendo el mismo de siempre que busca abrirse paso en un mundo que nadie acaba de entender muy bien. Con estos amigos nació algo bello, fulgurante, inmortal. El alma se abrió para ti, y tú para él, o para ella, y entonces entreviste que nadie –ni el tiempo con su guadaña- os arrebataría ese momento de luz compartida. Son los amigos que no mueren, y pueden pasar décadas que quedan ahí. Poso inmemorial. Ríos en los que nos podemos bañar dos veces seguidas, y no tan seguidas.



lunes, 15 de agosto de 2022

Ya no llueve más

Solemos pensar que los terrenos áridos lo son porque no han recibido la lluvia que necesitaban, cuando, por lo mismo, podría suponerse que no han recibido esa agua debido a su aridez. Como la tierra, también la piel se hace vieja. Comparto en el día de hoy este hermoso poema de mi padre:




Ya no llueve más.

Miro al cielo y lo oscuro promete con su aliento de frío.

Pero el cielo miente.

Nunca volverá a llover.

Nunca cerraré los ojos empapados en mi cuerpo gozoso.

No hay ni mañanas ni tardes.

El cielo pregona sus ciclos con versos aritméticos.

¿Será que he muerto?

Estiro mi mano a través de la ventana, como cuando niño,

y noto la sequía en mi piel,

llamándome.

 

Miguel Porcel,

22/06/22

El filo de la palabra

Ahora que entraremos en el curso con la nueva asignatura de Educación en valores ético-cívicos, nuevamente de una hora a la semana y para todos los alumnos de 3º de ESO, sería interesante aprovechar este curso para introducir –aunque brevemente por exigencias del guion- los textos clásicos a los alumnos. Nuestros alumnos verían que hay problemas que preocupan al hombre de hoy similares a los que preocupaban al de hace más de dos mil años, y que las soluciones que estos dieron nos pueden servir para afrontarlos. Tendemos a pensar que es necesario innovar para solucionar y a olvidar la sabiduría de nuestros infinitos antecesores. La historia no es sólo historia del pasado sino también, y fundamentalmente, memoria viva contada desde el presente. Y el caso es que, a través de una de mis lecturas veraniegas, Momentos estelares, de Stefan Zweig, que presenta la obra política de Cicerón como una defensa de las bases para el buen gobierno y una prevención de aquello que amenaza con destruir cualquier forma de poder, pueden encontrarse ideas interesantes sobre la importancia de la práctica de la virtud y la (i)legitimidad del uso de la violencia.



Cicerón, y así lo describe el escritor austriaco, descubre que lo perdurable es perdurable porque se asienta en tierra fértil, suelo sólido, de ahí la necesidad de fundar el Estado en virtudes humanas duraderas como la templanza, el respeto al prójimo y la generosidad. Y de ahí su rechazo de la violencia como germen y causa de inhumanidad. La violencia engendra violencia. La violencia degrada tanto a quien la recibe como a quien la comete, por lo que cualquier tentativa de fundar una relación –ya sea política, familiar o amistosa- en la violencia, que enseñe aquella parte del ser humano más abyecta y deshonrosa, acabará despertando rechazo en nuestros semejantes y disolviendo la relación: “Pero lo que eleva su testamento tan sorprendentemente por encima de su época es ese sentimiento nuevo que medio siglo antes del cristianismo se expresa por vez primera: el humanitarismo. En una época de la más atroz crueldad, en la que hasta César cuando conquista una ciudad manda cortar las manos a dos mil prisioneros, en la que los mártires y las luchas de gladiadores, las crucifixiones y lapidaciones son hechos cotidianos y naturales, Cicerón es el primero y el único que alza la voz para protestar contra cualquier abuso de poder. Condena la guerra como el método de los beluarum, de las bestias, así como el militarismo y el imperialismo de su propio pueblo, la explotación de las provincias, y solicita que la anexión de otras tierras al imperio romano sólo se haga por medio de la cultura y de las costumbres, jamás por la espada."

domingo, 14 de agosto de 2022

Lo que la ciencia esconde

La ciencia se llena de descubrimientos que son rechazados porque la sociedad en la que son concebidos no está preparada para asimilarlos. Es el caso trágico de las aventuras que llevaron al doctor húngaro Ignaz Semmelweis a mediados del siglo XIX a descubrir el motivo por el que cientos de mujeres parturientas morían al poco de dar a luz en un hospital de Viena, y que, pese a la importancia clínica del descubrimiento, este fue crudamente rechazado por sus colegas científicos. En aquellos años nadie podía imaginar que unos seres diminutos e invisibles, lo que hoy sabemos son los gérmenes, podían causar anualmente cientos de miles de contagios mortales en pacientes recién operados. Los cirujanos solían operar con mandiles de carnicero llenos de sangre seca, sencillamente, porque nadie creía ni practicaba la esterilización de los instrumentos. Y fue en esta situación donde germinó, pero para bien, el descubrimiento de Semmelweis. Como miembro del equipo médico de la Primera División de Maternidad del hospital, Semmelweis se sentía angustiado al ver que una gran proporción de las mujeres que habían dado a luz en esa división contraía una seria y fatal enfermedad conocida como fiebre puerperal. En 1845, el índice de muertes era del 6'8%, y en 1846, del 11'4. Estas cifras eran sumamente desconcertantes, porque en la adyacente Segunda División de Maternidad del mismo hospital, controlada por parteras en lugar de por médicos, en la que se hallaban instaladas casi tantas mujeres como en la Primera, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal era mucho más bajo: 2'3, 2'0 y 2'7 en los mismos años.


                


En un libro que escribió más tarde sobre las causas y la prevención de la fiebre puerperal, Semmelweis relata sus esfuerzos por resolver este terrible rompecabezas, ensayando todo tipo de hipótesis explicativas y sometiéndolas a contrastación. La historia de cómo el doctor descubrió la verdadera causa de la muerte de tantas mujeres parturientas se suele utilizar para aclarar el modelo hipotético-deductivo de las ciencias empíricas, porque es perfecta para distinguir la observación, la elaboración de hipótesis, la deducción empírica y la contrastación por experimentación. A nuestros estudiantes de Bachillerato les sirve para comprender que la ciencia no avanza siempre por sendero seguro y que, en muchas ocasiones, se lanza mediante la prueba de ensayo y error hasta el hallazgo final. Sin embargo, en esta ocasión, también ejemplifica como pocas historias el origen de ciertos bloqueos emocionales y de cómo estos pueden entorpecer y retrasar el progreso científico. Y es que, una vez que Semmelweis viera en la infección la causa del problema y descubriera la necesidad de esterilizar los instrumentos quirúrgicos, no pudo convencer a sus colegas, como es natural, que habían sido ellos los responsables de las muertes de sus pacientes al manipularlos con las manos infectadas. Todo lo contrario, su idea generó animadversión y rechazo por ser considerada absurda y enemiga del sentido común. ¿Qué tipo de sustancia era esa de la que hablaba Semmelweis que no se podía ver ni entender? ¿Y cómo los ilustres doctores podían asumir que eran ellos mismos los responsables de la muerte de sus pacientes?

La imagen habitual de la ciencia es la de un saber que realizan personas que, dejando a un lado sentimientos y emociones, actúan según parámetros y protocolos debidamente construidos de acuerdo con principios lógicos y racionales. Pero casos como el de Semmelweis revelan la importancia de considerar el elemento emocional para comprender cómo se puede llegar a un determinado descubrimiento, y cómo luego este hallazgo puede o no fecundar en nuevas ideas. La ciencia se alimenta de lo que el ser humano puede concebir, pero siempre sobre un trasfondo de ideas que esperan, como escondidas, a que se allane el terreno para ser recibidas y asimiladas por la sociedad científica. En este sentido, y pensando ahora en la psicología como ciencia social, puede ser interesante explorar aquellos mecanismos y factores que, en terreno fronterizo entre lo natural y lo cultural, lo emocional y lo racional, actúan en los individuos para hacer posible lo que hasta ese momento aparecía sobre el trasfondo de lo inconcebible. Y, de esta manera, la pregunta que puede animar el asunto ya no es cómo explicó Semmelweis lo que estaba ocurriendo, sino cómo fue posible que lo que estaba ocurriendo fuera, finalmente, asimilado por la comunidad científica y la sociedad de su tiempo.

sábado, 13 de agosto de 2022

Bonifacio-Puerto Torres

Desde niño que siento una debilidad especial hacia las ciudades portuarias, y los barcos. Será que son lugares de tránsito. Será que la mar es fuente de eternidad. Puerto Torres. Ciudad de tempestades. Museo marítimo nocturno, de obras enclavadas sobre acantilados, nos enseña la fragilidad humana y la necesidad del cuidado, incluso cuando las perspectivas son favorables y el tiempo apacible.




miércoles, 10 de agosto de 2022

Vidas móviles

Suelo escribir algo con el primer café, o cuando llegamos de alguna excursión, al atardecer, tumbado a la bartola. Y el caso es que estos días lo he hecho desde el móvil, en una zona del camping reservada de conexión WiFi. Es un lugar agradable, con sus mesas y sombrillas, por si quieres acompañar tu navegación de un café o un refresco. Lo que me llama la atención es que, al menos durante esta hora en la que escribo algo o aprovecho a compartir alguna foto con familiares y amigos, me siento formando parte de la nueva oleada de adolescentes y niños, de no más de siete u ocho años, que, sin café ni refresco, y mientras sus padres toman el sol en la piscina, pasan la tarde pegados a sus móviles. Ávidamente. De pronto sonríen, se sonrojan o profieren algún abrupto comentario como buahhh, ohhhh. Y es que está claro que esta otra vida, la conectada, les satisface si cabe tanto como la vida común, la del aire libre, ahora también llamada desconectada. Les satisface y confiere identidad, porque para ellos el móvil nunca ha representado un mero utensilio o juguete con el que pasar buenos ratos, sino que es una manera de trazar y labrar su entramado vital. El móvil, a diferencia de un reloj o unas gafas, no es un accesorio o un recurso para vivir mejor, sino un puente desde el que construir vida. La vida, decía, Ortega, es un ocuparme con las cosas y los otros. Pero ahora son las cosas y los otros los que, a través de ellas, ocupan nuestra vida: "La tecnología no es neutra, por mucho que un sentido común simplón se empeñe en repetirlo una y otra vez; la idea de la neutralidad de la tecnología es una trampa que hay que señalar, un mantra que hay que poner en duda desde el inicio. Esta es la labor que muchos filósofos han intentado llevar a cabo. Langdon Winner reclamaba la necesidad de una crítica de la tecnología parecida a la crítica artística y cultural. De nuevo, no se trata de una salida de tono o una excentricidad. Bien pensado, la tecnología forma parte de la cultura; son los seres humanos quienes la crean. Y esas creaciones, parecidas en cierto sentido a las de la pintura, la literatura o la música, podrían someterse también a consideraciones críticas." (El desencanto del Progreso)

lunes, 8 de agosto de 2022

Ordet

Antes de que la oscuridad me cerrara los ojos, vi, acompañado, Ordet, pero no la de Dreyer, sino una anterior que lo inspiró. Una sueca, de Gustaf Molander. Es una película sobre la fe y la crisis de fe, pero también sobre la niñez y la locura que, en proporciones diversas, todos llevamos dentro. Y de cómo esa ingenuidad loca, o locura ingenua, puede penetrar en misterios inadvertidos para la razón y el sentido común. La idea de que la sinrazón desbroza caminos que pasan desapercibidos al resabido y al culto la encontramos en grandes relatos fundaciones de nuestra cultura. Las mil y una noches están llenos de ellos, pero también Platón, Chrètiene de Troyes, Cervantes, y tantos otros, presentan a grandes locos quebrando la oscuridad, la tradición y el dogma. Ordet vuelve sobre esta idea, representada en esta ocasión por un joven aspirante a la vida religiosa, pero desilusionado por una sociedad descreída y carente de fe. ¿Tiene sentido servir a Dios en sociedades nihilistas y nihilizadoras? Es la pregunta que inquieta a este joven hijo de una tradición de clérigos. Sin embargo, lo interesante de la historia, a mi modo de ver, es precisamente aquello que no se puede contar explicativamente, y que se relaciona, como decíamos, con el hecho, inaudito, anómalo, pero perfectamente real, de que el loco puede lo que no puede el cuerdo. Solo quien tiene el coraje suficiente de mantenerse impermeable a las ideas y valores circundantes, parece decirnos Ordet, puede hacer realidad lo que nadie podía concebir. Y esto es precisamente lo milagroso: hacer real lo inverosímil. Gran película para una noche de estrellas, o de lluvia.

domingo, 7 de agosto de 2022

Campomoro-Cala Genovese

Creo que es en Japón donde los alumnos pueden disfrutar de un reconocimiento escolar por realizar largas caminatas, como el Camino de Santiago, o estancias duraderas en la naturaleza. Y es que la naturaleza se aprende viviéndola, conociendo sus ritmos y los dictados que ella impone. En las clases de biología se aprende a analizar, examinar y diseccionar la naturaleza, una de tantas maneras de comportarnos respecto de ella y las reacciones que aparecen como consecuencia de esa relación analítica y observacional propia de la ciencia moderna. Pero, precisamente por aparecer la naturaleza de esa forma determinada, se ignora casi todo de ella. La naturaleza hay que vivirla, comprendiendo su necesidad, su belleza, sus reclamos y concesiones, y así, de paso, poder reconocer que, por más que nos pese, no somos los protagonistas de la película de la vida. Ahí seguimos. Sumergidos en la naturaleza, con dos latas de lentejas y previsión de tormentas.

viernes, 5 de agosto de 2022

Olmeto

Sigo dándole vueltas al asunto del mal. Y no es que me invada el mal. Todo lo contrario, aquí, entre bosquedales y pueblos corsos, la paz ha venido a instalarse y hay tiempo para pequeñas disquisiciones bajo alguna sombra con móvil en mano. Pero fue una lectura juvenil de Safranski, El Mal o el drama de la libertad, lo que incendió una pregunta que aún persiste: ¿Que papel juega el mal, o más precisamente, el modo como este se presenta, en la construcción de la cultura? Decíamos en una reflexión anterior que hay males, o malvados, que escapan a los límites de cualquier forma de comprensión y de voluntad. Poníamos el ejemplo de algunos relatos de Mathesson, pero también encontramos este principio en series como las de Alien o cuantas versiones se hayan realizado de la hitchcockiana ventana indiscreta (o de La ventana, una película deliciosa anterior del 49) En ellas aparece el mal como lo que no admite distancia, y por ello no sirven para combatirlo ni la técnica del desenmascaramiento ni la del conocimiento (de causas o de esencias). El alienígena se resiste a cualquier forma de red o asidero. De hecho, ni siquiera la portentosa Nostromo escapa a su poder corrosivo. Y tampoco el inválido Jefferies de La ventana indiscreta puede evitar que el confiado asesino le dé alcance y lo dejé aún más inválido (salvo disparar vanamente el flash de su cámara haciéndose todavía más patente su fragilidad). Y es que la situación respecto al mal basado en la indistancia es, pese a todos los empeños transhumanistas, de absoluta precariedad y vulnerabilidad. Ni el conocimiento como revelación ni el conocimiento como explicación pueden servir frente a lo que no busca engaño ni admite clasificación.


jueves, 4 de agosto de 2022

Malas ideas

Como educadores nos esforzamos en transmitir a nuestros alumnos ideas con las que tender puentes y construir juntos nuevas y más enriquecedoras ideas. La cultura, sin duda, es edificante y edificadora. Sin embargo, hay también ideas que destruyen, que matan; ideas orientadas a la dinamización de la diversidad y pluralidad de lo existente y la aniquilación de la diferencia. Reconocer este lado sombrío de la cultura, inseparable de aquel otro, y entender que el bien y el conocimiento no tienen por qué ir necesariamente de la mano, es un primer paso para practicar políticas y planes formadores que consciencien y prevengan a nuestras futuras generaciones de estas malas ideas. Hay que enseñar a construir, pero también a entender por qué es bueno que aprendamos sólo a construir: "Frente a quienes ven la cultura como un componente decorativo de nuestra vida cotidiana, toca constatar que casi todo lo importante que ocurre a nuestro alrededor es propiamente cultura, hasta aquello que nos conduce a la destrucción de la naturaleza. Se lucha y se mata por cultura: la mayor parte de los conflictos violentos que desgarran nuestro mundo tienen una base cultural, étnica, religiosa, de legados coloniales o memoria de agravios históricos. Ni el Brexit ni la victoria de Donald Trump se explican sin tener en cuenta que tanto los populismos como los nacionalismos responden a dinámicas culturales. Las tensiones identitarias, los flujos migratorios, los choques raciales, intergeneracionales y de género que agitan nuestras sociedades son manifestaciones de factores culturales. Aunque no lo parezca, es imposible separar el rostro hostil de la cultura de su faceta benévola y edificante y de su vinculación con las más elevadas actividades humanas." (Como el aire que respiramos, Antonio Monegal)


miércoles, 3 de agosto de 2022

Muros de cristal

Un hombre se asoma a las vistas y contempla, relajado, el pueblo al otro lado del golfo, con el mar estrechándose a sus pies más allá del bosque. El paisaje es hermoso y son pocos los que se resisten a mirar. Al hacerlo, nadie repara en el hecho de que es un filo de cristal lo que les separa del abismo, y de la muerte. Un cristal sobre el que, a pesar de su delgadez, no dudan en apoyarse. Nadie llama la atención en ello y no hay motivo para alarmarse. El cristal parece firme, asentado, seguro, tanto que nadie concibe que se venga abajo. En nuestra metáfora, el paisaje al otro lado es el modo como la técnica contemporánea (representada en el cristal) presenta el mundo: transparente, reconocible, atractivo, a la vista de todos. Y quien se apoya confiado es el hombre medio, convertido en espectador, que no alcanza a experimentar lo que sí experimentaría quien no tuviera ante sí ningún muro de cristal.


Camping

Vuelve la leche cuando es vertida, con su espesura líquida cayendo al fondo del vaso. Y los pasos pacientes vuelven a sonar, haciéndose eco de la pesadez de los cuerpos y de la tierra. Y vuelve a ser importante que el sol salga por el este y se ponga por el oeste, y que la noche cubra con su oscuridad a las cosas,  cuando los niños vienen de fregar los platos o de beber de la fuente. Vivir con lo puesto, apenas con una tienda y unos cuantos utensilios, sin mucho cachivache, y descubrir que la sobrenaturaleza tecnológica es más bien una cápsula que nos aparta y no uniforme de posibilidades.


martes, 2 de agosto de 2022

El barco y el mar

El barco debe al mar lo que el mar debe al barco.


lunes, 1 de agosto de 2022

Mapas secretos

Es reconfortante descubrir que las ideas que pare uno, y que en su momento despertaron algo, también las han expresado autores a los que estimas o admiras. Son encuentros que ya te acompañarán, como los viejos amigos o los buenos recuerdos. Y el caso es que me ha pasado recientemente con Jordi Soler, y sus reflexiones sobre las oportunidades perdidas en un mundo obstinado por la hipercomunicacion y la intoxicación informativa. Y a ello nos encomendamos en los próximos días, retirándonos a bosques y senderos para los que no sirven mapas ni brújulas, apenas el equipaje necesario para saber perderse. Porque de eso se trata, o así también lo cree Jordi Soler, de hacer mapas secretos de eso que transitamos.