jueves, 31 de diciembre de 2009

Harold Bloom

Harold Bloom
Nada hay que decir
Excepto con los ojos, a través de los ojos,
Agujeros vivos, mudos, que dejan pasar la luz
Y así el dolor,
Así la letra, las letras que bordean la verdad
Dibujando la desolación, catando su amargura,
Llenándola de bosques, si procede:
Eso es un castillo,
Eso es un hombre y en algún sitio una mujer lo espera...
Nada hay que decir
Salvo Abre los ojos,
Aunque la luz que los penetre esté poblada
De miasmas, de serrín de catafalco,
De aire puro también, de aire resinoso, ambarino.
Abre los ojos así sea gritar nacer de nuevo, pues
No pasarán las palabras que nada significan,
Las letanías del incienso que pululan
Alrededor de los ojos cerrados desde siempre y muertos
Para siempre,
Luego, ojos ciegos o inútiles.

Miguel Porcel Berdala
13 de Diciembre de 2002

martes, 22 de diciembre de 2009

Meditación sobre el concepto

Vale la pena reparar en la extraña singularidad del concepto. Es fácil ver la relación de semejanza que existe entre la impresión y la cosa percibida, contrariamente a como ocurre entre el concepto y la cosa, cuya relación es más difícil de determinar. ¿Qué tiene el concepto de caballo que asemeje a la naturaleza de cualquier caballo? Se ha tratado de explicar esta singular relación ateniéndose al acto de visión: El acto de ver, la visión de cualquier caballo originaría la imagen de 'caballo' que ya dispondría de aquellos aspectos compartidos por todos los caballos. Al concepto le restaría fijar dichos aspectos en el término. Pero esta concepción, por la cual la visión fundamenta la conceptualización, yerra si consideramos que el acto de ver es ya un acto de conocer. Porque, ¿podemos distinguir - o siquiera ver - un caballo sin reconocer que esa cosa es un caballo?, ¿podemos relacionarnos con las cosas del mundo sin conocer lo que ya son?, ¿no es el concepto el fundamento de la visión?
Entonces, podemos aventurar que convivimos con entes que no sólo están ahí, ocupando un lugar y un tiempo, sino que son algo determinado, fijado en la definición. Considerando, en este sentido, que la definición se identifica con lo que la cosa es, podemos suponer, contra el sentido común, que necesitamos contar con los conceptos, más que con cualquier otro instrumento, para poder convivir y relacionarnos con las cosas del mundo, cuando menos, para poder reconocerlas, nombrarlas u organizarlas. Igualmente, suponemos, hemos de contar con el lenguaje para integrar las cosas - en tanto que son - en un sistema organizado, acercándolas unas a otras, pero a la vez delimitándolas para que no se confundan y aniquilen.
Jamás nos dará el concepto lo que nos da la impresión, a saber: la carne de las cosas. Pero esto no obedece a una insuficiencia del concepto, sino a que el concepto no pretende tal oficio. Jamás nos dará la impresión lo que nos da el concepto, a saber: la forma, el sentido físico y moral de las cosas. De suerte que, si devolvemos a la palabra percepción su valor etimológico - donde se alude a coger, apresar - el concepto será el verdadero instrumento u órgano de la percepción y apresamiento de las cosas. Agota, pues, su misión y su esencia, con ser no una nueva cosa, sino un órgano o aparato para la posesión de las cosas. (Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote)

domingo, 13 de diciembre de 2009

Pedagogía de la alusión

La ciencia, la filosofía, tienen algo de mágico, en sentido literal. Un acto de magia nos cautiva siempre y cuando no descubramos el truco que lo anima. Desde el momento que damos con la explicación lógica del fenómeno que hasta hace poco había avivado nuestra ilusión, el acto de magia pierde su atractivo y dejamos de entusiasmarnos con él. Con la verdad ocurre algo parecido. Ésta nos cautiva mientras la intuimos y finalmente la descubrimos en el acto de la revelación, de la iluminación; luego, una vez adquirida, como quien ya conoce cuál es la clave secreta, el truco explicativo, pierde su valor primigenio y deja de entusiamarnos.
Quien quiera enseñarnos una verdad que no nos la diga: simplemente que aluda a ella con un breve gesto, gesto que inicie en el aire una ideal trayactoria, deslizándonos por la cual lleguemos nosotros mismos hasta los pies de la nueva verdad. Las verdades, una vez sabidas, adquieren una costra utilitaria; no nos interesan ya como verdades, sino como recetas útiles. Esa pura iluminación subitánea que caracteriza a la verdad, tiénela ésta sólo en el instante de su descubrimiento. Por esto su nombre griego, alétheia, significó originariamente lo mismo que después la palabra apocalipsis, es decir, descubrimiento, revelación, propiamente desvelación, quitar de un velo o cubridor. Quien quiera enseñarnos una verdad, que nos sitúe de modo que la descubramos nosotros. (Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote)

jueves, 10 de diciembre de 2009

Apología de la sabiduría

Rastreando en la blogsfera acabo de dar con esta página de citas famosas que no he podido evitar enlazar. Ahí os dejo una breve selección de ellas. Disfrutadlas...

La diligencia en escuchar es el más breve camino hacia la ciencia, Juan Luís Vives
Piensa como piensan los sabios, mas habla como habla la gente sencilla, Aristóteles

Las proposiciones matemáticas, en cuanto tienen que ver con la realidad, no son ciertas; y en cuanto que son ciertas, no tienen nada que ver con la realidad, Albert Einstein
Sólo los sabios más excelentes y los necios más acabados son incomprensibles, Confucio

La ciencia es como la tierra; sólo se puede poseer un poco de ella, François-Marie Arouet Voltaire

La ignorancia afirma o niega rotundamente; la ciencia duda, François-Marie Arouet Voltaire

El hombre nada puede aprender, sino en virtud de lo que ya sabe, Aristóteles

El sabio consigue más ventajas por sus enemigos que el necio por sus amigos, Benjamin Franklin

El saber es la única propiedad que no puede perderse, Blas de Priene

Saber mucho da ocasión de dudar más, Michel de Montaigne

Los grandes conocimientos engendran las grandes dudas, Aristóteles

domingo, 29 de noviembre de 2009

Animales tecnológicos

Me parece que vale la pena recuperar la reflexión que Javier Marías hace en El País Semanal del pasado domingo sobre la educación en nuestro país (Esos saberes irrelevantes). Diría que dicha reflexión - que también recoge nuestro blog amigo Antes de las cenizas - es, en el fondo, un diagnóstico de la nueva sensibilidad dominante que existe en nuestra sociedad hacia el conocimiento. Esta nueva sensibilidad se traduce en la tendencia a enjuiciar y valorar el conocimiento desde las categorías de la 'utilidad' y la 'rentabilidad', tan presentes en la mentalidad del hombre contemporáneo. La consecuencia más inmediata de este hecho consiste, como deja entrever el escritor español, en una especie de apatía generalizada respecto al valor mismo del conocimiento. Hoy día, gran parte del conocimiento se concibe como algo irrelevante, inútil, inservible, bien porque se considera sustituible por la tecnología, como pasa con la aritmética o la geometría tras la aparición de las modernas calculadoras, o bien porque se piensa que carece ya de relevancia, como le ocurre a la historia, al latín o al griego. Ahora sólo el conocimiento tecnológico - no el conocimiento sobre el funcionamiento de la tecnología, sino el conocimiento rudimentario y primitivo de cómo utilizarla -, es considerado valioso por su supuesta eficiencia y rentabilidad, lo cual hace que nos planteemos si de veras vamos por el buen camino o si, por el contrario, no estamos dando un paso atrás con respecto a nuestras culturas ancestrales que veían en el ser humano y en el conocimiento un bien en sí mismo.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Tiempo demoníaco

En su Libro del reloj de arena Jünger advierte del retroceso espiritual al que conlleva la expansión de la forma mecánica de cuantificar el tiempo.
Los primeros relojes mecánicos, aquellos que consiguieron dar las horas y los segundos durante la totalidad del día y de la noche, con independencia de las intemperancias de las estaciones y del clima, introdujeron, sin quererlo, una infinidad de posibilidades vitales todas ellas regidas por las manecillas de estos siniestros aparatos. Hoy día el tiempo es algo que se puede comprar o vender, ganar o gastar, sincronizar, acelerar, dinamizar..., en fin, se ha convertido en algo imprescindible para organizar y marcar las pautas de nuestros quehaceres cotidianos. El tiempo mecánico constituye, en este sentido, un valor del que no podemos prescindir en nuestras actividades diarias. Forma ya parte insustituible de nuestra circunstancia y debemos contar con él si queremos participar en la vida contemporánea.


Pero el tiempo que nos brindan los relojes mecánicos, el mismo que nos abre la posibilidad de organizar y sincronizar el conjunto de nuestras actividades, paradógicamente, también coarta y limita peligrosamente nuestra libertad más primitiva y espiritual. Ese tiempo demoníaco, nos advierte Jünger, consigue subordinar el tiempo de la naturaleza a su tempo mecánico, uniforme y sincrónico. Muestra de ello es el deporte, en el que el ritmo natural del corazón debe adaptarse a las exigencias del tiempo mecanizado y numérico, haciéndose cada vez más preciso y uniforme. El verdadero problema radica, quizá, en que ese proceso de imparable subordinación alcance incluso aquellos espacios reservados para la vida espiritual y creadora. Estos ambientes, como el que se muestra en la obra de Alberto Durero San Jerónimo en su gabinete (1514), demandan nuevas formas de vivir el tiempo, más pausadas y sosegadas, imposibles de encontrar en la vorágine de las pequeñas y grandes ciudades donde impera ese ritmo demoníaco del que habla Jünger.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Woody Allen, Sócrates, el carnicero, la hormiga y la cigarra

Cabe definir la personalidad de Woody Allen como antisocrática. Era Sócrates quien se desprendía de todo bien material con el fin de disponer de lo estrictamente necesario para cultivar el bien del cuerpo y la felicidad del alma. Con su ejemplo no sólo pretendía conquistar dichos valores, sino que sus conciudadanos hicieran lo propio, porque sólo así, pensaba el filósofo, podría fundarse una sociedad justa y bienaventurada. Contra las enseñanzas de este maestro, que ha impulsado los principales sistemas morales desde el período clásico hasta nuestros días, al menos en Occidente, Woody Allen aconseja cuidar los bolsillos y no empeñar la vida en cultivar la salud del cuerpo, siempre tan caprichosa, ni mucho menos la del alma, que la pobre no existe. De lo que se trata, más bien, es de saborear los buenos momentos, por insignificantes que parezcan, no vaya a ser que el futuro traicione nuestras esperanzas:
Mientras uno pasa por la vida, es extremadamente importante conservar el capital, y no se debe gastar el dinero en simplezas, como licor de pera o un sombrero de oro macizo. El dinero no lo es todo, pero es mejor que la salud. A fin de cuentas, no se puede ir a la carnicería y decirle al carnicero: "Mira qué moreno estoy, y además no me resfrío nunca", y suponer que va a regalarte su mercancía (A menos, naturalmente, que el carnicero sea un idiota.) El dinero es mejor que la pobreza, aunque sólo sea por razones financieras. No es que con él se pueda comprar la felicidad. Tomad el caso de la hormiga y la cigarra: la cigarra se divirtió todo el verano, mientras que la hormiga trabajaba y ahorraba. Cuando llegó el invierno, la cigarra no tenía nada, pero la hormiga se quejaba de dolores en el pecho. La vida es dura para los insectos. Y no creáis que los ratones se lo pasan muy bien tampoco. La cuestión es que todos necesitamos un nido en el que refugiarnos, pero no mientras se lleve un traje bueno. Para terminar, tengamos presente que es más fácil gastar dos dólares que ahorrar uno. Y, por amor de Dios, no invirtáis dinero con ninguna agencia de Bolsa en la que uno de los socios se llame Casanova. (Woody Allen, 'Sobre la frugalidad' en Cuentos sin plumas)

domingo, 15 de noviembre de 2009

La mala metafísica

La metafísica, por naturaleza, es una disciplina dependiente, indigente, incapaz de sostenerse o de crecer por sí misma. De hecho, el mayor riesgo de toda metafísica es que quiera echar a andar por sí sola y acabe perdiendo pie en cada intento. Ello ocurre cada vez que el metafísico se despreocupa de buscar un criterio de verdad firme y postula su objeto de investigación - el ser - arbitraria e injustificadamente. En lugar de echar mano de alguna teoría del conocimiento y fundar el ser en el conocer, la mala metafísica parte de un ser misterioso, incógnito, para explicar el ser conocido y el hecho del conocimiento. Es lo que acontece, por ejemplo, con el empirismo radical de Mach y Ziehen:
En el concepto de elementos que constituyen el ser para Mach hay, contra la voluntad de éste, una posición metafísica. Metafísica en el mal sentido de la palabra. Antes interpretábamos el empirismo radical diciendo que hallaba la realidad constituida por los elementos luz, sonido, etcétera..., fundándose en que la función cognoscitiva donde son sabidos, la sensación, era por completo pasiva. No hay duda que este pensamiento se encuentra incluso en la teoría de Mach. Pero por otro lado pretende este autor que veamos en los elementos algo previo a la distinción entre sujeto y objeto. Los elementos no son propiamente sensaciones, sino en cuanto después que ellos existen los consideramos en una relación de dependencia con una particular complexión de elementos, la cosa cuerpo. De modo que, primero, no eran sensaciones nuestras, contenidos del sujeto psicofísico, sino realidades ajenas y previas a todo acto de conocer. Con esto queda patente que la teoría del conocimiento del empirismo radical comienza por afirmar una realidad y procede luego a derivar de ella el conocer. Ahora bien, esto imposibilita la condición sin qua non de la teoría del conocimiento: proceder sin supuestos. El conocer no puede derivarse del ser, por la sencilla razón de que la posición del ser es un acto cognoscitivo, una función teorética que recibe su certidumbre de la que posea el conocimiento en general. (Ortega y Gasset, Sensación, construcción e intuición, 1913)

domingo, 8 de noviembre de 2009

El conocimiento: un extraño bien

El conocimiento parece un bien extraño, o cuando menos, insólito. A diferencia de los bienes comunes - de los alimentos, los medicamentos y todos los afines-, el conocimiento no deja de ser beneficioso una vez que es satisfecha la necesidad que nos conduce hasta él. En efecto, un medicamento sólo es beneficioso para el enfermo que lo necesita y mientras dura la enfermedad, lo mismo que los alimentos sólo producen un bien cuando el hambre aprieta. Desde el momento en que estas necesidades se sienten colmadas, estos bienes no sólo dejan de serlo, sino que pueden llegar a convertirse en cosas perjudiciales.
Con el conocimiento, sin embargo, ocurre algo muy distinto, porque cuanto más sabio se hace uno más se afana en obtener nuevos conocimientos. La pasión por el conocimiento, el afán de saber más por el mero hecho de saber -y no para obtener cualquier otro beneficio académico o profesional-, es algo que, lejos de colmarse con la sabiduría, crece de forma proporcional a como lo hacen los conocimientos. La explicación de este singular fenómeno quizá se deba a que la búsqueda de conocimiento no se origine de una necesidad que haya que satisfacer, sino de una apetencia, de un conatos, que impulsa a nuestro intelecto a la sabiduría, siendo este deseo de la misma naturaleza que lo que mueve al corazón a bombear la sangre, a los pulmones a respirar, o a los planetas y estrellas a moverse (al menos, algo similar pensaron Spinoza, Shopenhauer o Nietzsche)
No es nuestra intención tratar de aclarar la naturaleza de este singular afán, pero sí de recordar que es posible despertar, impulsar o acrecentar su fuerza, incluso allí donde se hace del conocimiento un vehículo para conseguir meros resultados útiles, ventajosos o rentables:
El inevitable distanciamiento que, como muy bien señala Russell, se da entre vida y cultura en los primeros años de la vida escolar se ha de tener muy presente si de verdad pretendemos enseñar algo a nuestros alumnos. Leer a Virgilo puede ser algo muy hermoso, pero para ello hay que estudiarse primero las declinaciones latinas, una de las cosas más aburridas del mundo. Entender la física y las matemáticas de un cierto nivel es cosa apasionante, pero a esto no se puede llegar si antes no se han hecho muchos ejercicios rutinarios con fracciones y el sistema métrico decimal. Estos trabajos tediosos se han de hacer porque lo manda el profesor, no hay más solución, y el oficio del profesor no consiste en ser simpático a los alumnos. Las motivaciones más corrientes, las de toda la vida, la de querer hacer pronto las tareas escolares y así tener tiempo para estar con los amigos, la de aprobar para disfrutar mejor del verano o la ilusión por llevar buenas notas son absolutamente legítimas. La afición por aprender ya vendrá en su momento. Quien estudia porque le gusta llevar sobresalientes terminará llevando sobresalientes porque le guste estudiar, pero esta inversión es un proceso muy lento y es inútil tratar de apresurarlo. Y en cualquier caso, la motivación es para el estudiante lo que la inspiración para el artista: vale más que le pille trabajando.
(Ricardo Moreno, Planfleto antipedagógico)

martes, 3 de noviembre de 2009

La claridad de Osho

Comprender los mecanismos por los que funciona el intelecto sigue siendo una de las tareas fundamentales de la neurociencia, la epistemología y la filosofía de la mente. La tarea no es baladí, pues se piensa que conociendo dichos mecanismos podremos llegar a descubrir las posibilidades de nuestra mente. De hecho, me aventuraría a afirmar que ha sido este afán de vislumbrar la frontera del dominio de la razón lo que ha animado la mayoría de los grandes sistemas filosóficos desde la modernidad hasta nuestros días. Así, por ejemplo, algunos filósofos – pienso en Russell, Wittgenstein - han considerado que el pensamiento está sujeto a una serie de leyes, traducibles al lenguaje lógico, que determinan su actividad; los psicologistas, en cambio, atribuyen a los mecanismos psicológicos el poder de determinar las posibilidades la mente; otros, sin embargo, conciben ésta como un poder absoluto al que es absurdo tratar de fijar límites… En fin, sería innumerable la lista de científicos, filósofos y escuelas que sobre el asunto se han pronunciado. Podemos encontrar, sin embargo, en esta pluralidad de pareceres una nota común, y es que todos ellos coinciden en admitir que el entendimiento es la auténtica fuente de conocimiento cierto o, cuando menos, probable. Ninguno de los teóricos aludidos cuestionan el papel del intelecto en la construcción de teorías científicas. Es precisamente su firme convicción en la capacidad de la mente para la construcción de modelos científicos lo que hace que se planteen con tanta urgencia el problema de los límites del conocimiento.
Hay sin embargo otra tradición de pensadores, de poetas, místicos – pienso en Buda, Heráclito, Plotino, Shopenhauer, Jünger, o en el místico contemporáneo Osho - que aseguran haber descubierto otras formas de conocimiento mejores que la intelectiva, como la música, la poesía o la mística. Éstas comienzan a funcionar justamente allí donde finalizan las posibilidades del intelecto, que resulta insuficiente para dilucidar la naturaleza del universo. Lo propio del intelecto, afirman estos místicos, es cuestionar o plantear problemas en torno a otros problemas previamente definidos, de ahí que su acción fundamentalmente se reduzca a dos posibilidades: la confusión o el logro de certidumbres. Estas últimas satisfarán la sed de intelección, pero no el anhelo de claridad, de verdad, inscrito en lo más profundo de la naturaleza humana. El intelecto, por naturaleza, nos lleva a estar ciertos o confusos sobre algo, a nada más, alejándonos así del ser verdadero, que, lejos de prestarse a la intelección como las ideas, demanda otras formas de conocimiento por las que pueda manifestar su esencia, sin fisuras ni alteraciones. Por ello, auguran estos místicos, quienes cuenten únicamente con el intelecto en sus estudios tendrán cerrado el camino del ser, que permanecerá entonces oculto, vedado, disfrazado siempre de un eterno misterio.
La confusión es una gran oportunidad. Indica simplemente que no hay salida a través de la mente (…) Si estás sumamente confundido quiere decir que la mente ha fracasado, que ya no puede proporcionarte más certidumbres. Cada vez te acercas más a la muerte de la mente. Y eso es lo más grande que le puede ocurrir a un hombre en la vida; la mayor de las bendiciones, porque una vez que descubres que la mente es confusión y no hay salida a través de ella, ¿por cuánto tiempo seguirás aferrado a la mente? Tarde o temprano tendrás que desprenderte de ella y, aunque no quieras, se desprenderá por sí sola. La confusión llegará a ser tan grande y tan densa que caerá por su propio peso. Y cuando la mente cae, la confusión desaparece (…) Donde hay confusión puede haber certidumbre; cuando la confusión se desvanece, también lo hace la certidumbre. Simplemente eres claro: ni confuso ni seguro, solo una claridad, una transparencia. Y esa transparencia está dotada de belleza y elegancia; es exquisita.
El momento más hermoso de la vida es cuando no hay confusión ni certidumbre. Uno simplemente es: un espejo que refleja lo que existe, sin sentido ni dirección, sin proyectos ni futuro, solo plenamente en el momento, rabiosamente en el momento.
(El abc de la sabiduría, Osho)

martes, 20 de octubre de 2009

Filosofía como conocimiento radical, integral y necesario

Es sabido que numerosos filósofos y estudiosos de la filosofía ven en la tesis de Tales de Mileto - todo es agua - el origen de la filosofía. Alegan que con Tales se inaugura la búsqueda incesante del principio o elemento fundamental que compone la existencia de cuanto hay. Al plantear la pregunta por la esencia de la Naturaleza, por lo que ésta es verdaderamente, el filósofo jonio abre un campo vastísimo de posibilidades para la ciencia postrera, de ahí que quepa interpretar la pregunta por la esencia de lo natural como una forma de encauzar la reflexión filosófica hacia la búsqueda del ser en que ha de consistir el Universo. Y así, basándose en la observación y la inferencia inductiva, Tales responde que el conjunto de la diversidad de lo natural consiste en lo húmedo; Anaxímenes se refiere al aire como el ser fundamental; Anaximandro a lo indefinido; y Empédocles a los cuatro elementos... Así, defienden aquellos estudiosos, la razón por la que cabe atribuir a éstos la categoría de filósofos no consiste en la respuesta que dan a la pregunta por el principio, sino al hecho de que se pregunten por la esencia de lo natural:
La filosofía griega comienza, al parecer, con una fantasía absurda: con la proposición de que el agua es el origen, el seno materno de todas las cosas. ¿Merece la pena, realmente, parar mientes en ella y considerarla con seriedad? Sí, y por tres razones: En primer lugar poorque esta proposición enuncia algo sobre el origen de las cosas. En segundo lugar porque lo hace así sin metáforas ni fábulas. En tercero y último lugar, porque en ella está contenida, aunque sólo en frase de crisálida, la idea de que todo es uno. La primera de las razones aducidas deja aún a Tales en compañía de gentes religiosas y supersticiosas. La segunda, empero, lo saca ya de esa compañía y nos lo muestra como un filósofo de la naturaleza. Por la tercera Tales pasa a ser el primer filósofo griego. (Nietzsche, La filosofía durante el período trágico de Grecia)

Existe, sin embargo, otra suma de críticos, historiadores y estudiosos que apuestan por la tesis de que con los jonios se inicia la ciencia, pero no la filosofía. Desde este punto de vista, la filosofía no debe entenderse como la construcción de cosmovisiones o la investigación de la esencia de lo natural, sino como una reflexión, consciente y sistemática, sobre aquellos presupuestos que sostienen y vertebran las concepciones científicas, estéticas, morales, o políticas. Al igual que los científicos, los primeros filósofos se preguntan por la esencia, pero no del ser humano o del cosmos, de la naturaleza o del alma, sino de aquello que está supuesto o latente en las construcciones científicas. De ahí que estos estudiosos se refieran a Parménides y Heráclito como los primeros grandes filósofos de Occidente: En efecto, la teoría ontológica de Parménides nace de la pregunta por la esencia del ‘ser’, concepto que se encuentra articulando y sosteniendo los axiomas y teorías de los milesios (Todo es agua, aire, fuego…); la reflexión de Heráclito se encamina a aclarar en qué consiste el cambio, el devenir, a los que continuamente se refieren los científicos en sus teorías sin aclarar su naturaleza; y Sócrates y Platón, cuyas investigaciones en teoría política buscan aclarar el significado del concepto fundacional de justicia, continúan en el ámbito de lo político la senda abierta por aquellos filósofos en el de la Naturaleza:

¿Qué es, pues, la filosofía? La utilización de modos de pensar de la ciencia, de la polis, de la cultura, para, logrando un lenguaje más general y abstracto, aplicarlos a analizar la totalidad de las cosas. Por ejemplo, los jonios no se habían planteado qué es el conocimiento, qué la verdad, qué el método (o los diversos métodos). Cuando tales preguntas se formulan, se abre el pórtico a la epistemología y a la metodología. Ello es lo específico de la filosofía. (Alegre Gorri, en “Interrelaciones ciencia-técnica-filosofía”, Historia de la filosofía antigua)

Asumiendo este nuevo punto de vista, con el cual estamos de acuerdo, podemos concluir que la filosofía es una forma de conocimiento radical, en tanto que se ocupa del estudio de la raíz de las ciencias; un saber integral, pues contribuye a la construcción de teorías completas sobre el cosmos y el ser humano; y necesario, en la medida que necesitamos contar con aquellas concepciones de los principios y conceptos fundamentales para levantar el edificio de las ciencias. La filosofía puede entenderse, en este sentido, como una clarificación, una explicitación de aquello con lo que se cuenta pero en lo que todavía no se ha reparado.

jueves, 8 de octubre de 2009

Pedagogía cartesiana

El científico y filósofo René Descartes, artífice de las Reglas para la dirección del espíritu, constituye un claro referente de cierta tendencia pedagógica actual. Es sabido que en dicho ensayo se plantea un método, riguroso y lógico, aplicable a todas las ciencias y garante de progreso científico. Lo llamativo de este planteamiento, que tantas disputas continúa generando, consiste en admitir la existencia de una serie de reglas aplicables a cualquier ciencia y por las que toda forma de conocimiento pueda progresar. El método es relevante en tanto que siempre es válido, con independencia de cuál sea su objeto de aplicación. Figúrense las consecuencias de este modo de pensar: los científicos habrán de acogerse a las pautas del método científico, no podrán desatender cada una de las reglas ni inventarse otras... Los detractores del método cartesiano argullen que éste, lejos de impulsar la ciencia, pone bridas a cualquier intento de creatividad o anarquismo intelectual, restando con ello posibilidades al progreso científico.

Como hoy día nos advierte el profesor e investigador Ricardo Moreno en su alegato recién publicado No es verdad que no sea verdad, advertencia que magníficamente recoge el blog Antes de las cenizas, existe en la actualidad española cierta tendencia de la pedagogía actual que, casualmente, se fundamenta sobre presupuestos similares a los cartesianos. Dicha tendencia, entre otras cosas, insiste en que los docentes nos convenzamos de que es necesario poseer una metodología de validez universal para ‘aprender a enseñar’, lo mismo que los alumnos, antes de ejercer su oficio de aprendices, deben ‘aprender a aprender’. Sobre ello opina Moreno:

En cuanto a lo de “aprender a aprender”, es una solemne majadería, por muy prestigiada que esté en ambientes pedagógicos. A aprender se aprende aprendiendo, igual que a andar se aprende tirándose a la piscina. No hay algo así como un “aprender a aprender a nadar” que luego te permita aprender a nadar (No es verdad que no sea verdad, Ricardo Moreno)

La idea que defiende Moreno, y que compartimos plenamente, es que no existen herramientas, reglas o habilidades de validez universal, aplicables a cualquier materia y necesarias para su aprendizaje. Ni el docente ni los alumnos deben acogerse a ellas. La única regla, si se quiere, es que no hay reglas, que son sólo necesarios el esfuerzo y la pasión por el conocimiento para que éste se desarrolle, tanto en las pizarras como en los pupitres. No existe ‘el aprender’ desligado de aquello que se aprende, como no existe ‘el percibir’ separado de una percepción concreta. Eso es sólo una abstracción, y como tal se la debe considerar. Porque, en cuanto se la toma como algo real, aparece el empecinamiento cartesiano de ciertos pedagogos actuales de someter la labor del profesor a las innumerables y vacías reglas de sus metodologías.

A través de la pedagogía, en el mundo de la Educación han entrando y con influencia unas personas a las que se podría llamar “anti-educadores”. Ya que los pedagogos no tienen una materia propia, tienen tendencia a socavar la importancia de todo conocimiento específico de materia, sobre todo lanzando la idea de que sería posible aprender a aprender sin aprender nada específico. En mis momentos de pesimismo me pregunto si estas modas no van a acabar con la civilización occidental tal como la hemos conocido, basada en el humanismo, el racionalismo y la ciencia, porque estos valores han sido transmitidos a través de la Educación y esta transmisión funciona ahora menos bien (“Los pedagogos socavan la importancia de todo conocimiento específico”, Inger Enkvist)

lunes, 21 de septiembre de 2009

Elogio a un dios escéptico

La razón humana ha llegado a conquistar a Dios, a vislumbrarlo, ahí con todos sus atributos y perfecciones. Ha supuesto y asegurado su existencia, pero en ningún momento, salvo en los sueños de algún científico o filósofo genial, se ha planteado la inclinación religiosa de Dios. ¿Podríamos suponer un Dios ateo?, ¿un Dios, incluso, escéptico, incrédulo, de poca fe? ¿No sería acaso lo razonable pensar en un Dios así? Puesto que, de creer Dios en sí mismo, debería darse una serie de razones más poderosas que las nuestras, que a fin de cuentas se han mostrado débiles y engañosas. Es lo que piensa y comenta el matemático y teórico de la ciencia John Allen Paulos en su celebrado ensayo Elogio de la irreligión, en uno de sus encuentros oníricos con el mismísimo Dios:
YO: Vaya, dices que eres Dios. Espero que no te ofendas si te digo que no creo en ti.
DIOS: No, no me ofendo. A veces incluso dudo de que crea en mí aun siendo yo mismo. Tu escepticismo es vivificante. Me temo que no tengo mucha paciencia con todos esos miserables creyentes que se postran ante mí (...)
YO: Todavía no lo entiendo. Aunque seas un poco más poderoso, ¿te confundes alguna vez? ¿Te debates a veces entre diferentes alternativas, sin una certeza absoluta?
DIOS: Dios mío, sí. Cada dos por tres me sumo en la confusión, la indecisión y la incertidumbre sobre toda clase de asuntos. No puedo estar a la altura del Dios perfecto de san Anselmo, y eso me hace sentir inferior. Por ejemplo, desearía poder contener a mis creyentes más superficialmente fervientes y decirles que se serenen, que miren a su alrededor y piensen un poco, que se maravillen de la comprensión que han alcanzado y procuren difundir ese conocimiento científico. Pero luego lo pienso mejor y decido que tienen que entenderlo por sí mismos. (...)
YO: Has dicho que estás adelantado en muchos aspectos, pero ¿te crees único? ¿Existen otros dioses u otros un poco más poderosos, un poco más poderosos que tú? ¿Existen otros universos superiores? Mira, yo también sé usar las comillas. ¿Y dónde estás tú? ¿En el espacio? ¿Eres inherente a la conciencia? ¿Eres parte de alguna suerte de cerebro universal?
DIOS: Ni siquiera estoy seguro de si estas preguntas tienen sentido. ¿Cómo distingues entre entidades o universos? ¿Y qué entiendes por existir? ¿Existir como existen las rocas, o los números, o el orden y los patrones, o quizá la efímera floración de una planta? Como he dicho, ni siquiera estoy seguro de si soy Dios, y tampoco juraría que tú no lo eres. Puede que Dios no sea otra cosa que nuestros ideales, nuestras esperanzas, nuestros proyectos, o puede que los seres humanos seáis supersimulaciones dentro de algún superingenio como Mátrix.

jueves, 10 de septiembre de 2009

En torno a la indemostrabilidad de Dios

El filósofo David Hume dice así:

Hay un absurdo evidente en pretender demostrar una cuestión de hecho o probarla con argumentos a priori. Nada puede demostrarse a menos que lo contrario implique una contradicción. Nada que pueda concebirse distintamente implica una contradicción. Lo que concebimos como existente, lo podemos concebir también como inexistente. No hay ningún ente, pues, cuya existencia implique una contradicción. Por tanto, no hay ningún ente cuya existencia sea demostrable (David Hume, Diálogos sobre la religión natural)

Esta prueba de la indemostrabilidad de Dios contiene los siguientes pasos:

1. Una proposición queda demostrada si su contraria implica una contradicción (por ejemplo, 'llueve o no llueve' es verdadera porque es imposible que acontezca lo contrario)

2. Nada que pueda concebirse distintamente implica una contradicción.

3. Puede concebirse distintamente la inexistencia de cualquier ente (de una mesa, del Quijote, de Dios)

4. Luego, no hay ningún ente cuya existencia implique una contradicción; por tanto, no hay ningún ente cuya existencia sea demostrable.

El problema lo veo en el paso 3, porque ¿puede concebirse distintamente el no ser de algo? Entiendo que pueda concebirse que no existe esta mesa, el Quijote o Dios, lo cual, atiéndase bien, es diferente a afirmar que pueda concebirse la inexistencia de esta mesa, del personaje de Cervantes o de Dios. Por lo mismo, es diferente afirmar que concebimos que Dios existe que la existencia de Dios. De hecho, no creo que pueda concebirse la existencia de un ser omnipotente y omnisciente, puesto que cualquier concepción ya presupone una mente de poder limitado y falto de omnisciencia; insuficiente, por tanto, para concebir a Dios. Sólo Él sería capaz de concebirse a sí mismo, aunque este supuesto ya no podría formar parte de la argumentación, pues contradiría aquello que hay que demostrar.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Como mudo que soy

Como mudo que soy
como un sargento culto que se ve en el reflejo,
como nadie,
callo detrás de la puerta
que abre la oscuridad, ya toda,

sargento de pena, con su pan bajo el brazo,

niño abrazante al seno de la silueta parda
que al avanzar escribe,
sargento culto, saca la pistola del corazón del pan,
del pan mismo, del blanco puro donde la luz
recogía las migajas de oro,

pobre niño, pobre,
como corría la arena por sus ojos,
como gusanos redondos, corría,
encenagándose su saliva,
sargento culto al fin,
hipando el labio sin saber decir.

Miguel Porcel Berdala
14 de junio de 2009

domingo, 30 de agosto de 2009

Hacia el hombre global

El Catedrático de Sociología Emilio Lamo de Espinosa, en un artículo recientemente publicado en el ABC (24-08-09), defiende que el verdadero reto al que se enfrentan las sociedades actuales consiste en cómo gestionar los problemas globales que van apareciendo. El reto está en encontrar (o construir) las herramientas que son necesarias para abordar los nuevos problemas que, como es el caso del terrorismo, la delincuencia organizada, la proliferación de armas nucleares, la carrera armamentística, los movimientos migratorios, las pandemias, los problemas medioambientales o la pobreza, debido a su naturaleza global, total, trascienden los límites de los Estados y Naciones:

Tenemos, es cierto, un nuevo (des) orden internacional, altamente conectado (más que nunca), y todavía constituido por Estados como unidades básicas, que es la base del sistema inter-estatal de Naciones Unidas. Pero al tiempo aflora algo radicalmente nuevo en la histioria de la humanidad: una sociedad abierta global que salta por encima de los Estados y deja obsoletos a ellos y a los organismos internacionales, nueva sociedad que exige, no otro orden internacional más, sino algo distinto y nuevo.

El problema, por tanto, no consiste tanto en la cuantía y embergadura de los problemas que se avecinan como en la naturaleza de éstos, que inutiliza el tipo de herramientas con los que hasta ahora han contado los Estados. El Estado de Derecho, la ciencia económica y política, la labor científica,..., deben hacer frente a una serie de asuntos que, por su naturaleza, rebasan las posibilidades de aquéllos, lo cual hace que cada vez sea más urgente pensar en nuevas posibilidades de diagnóstico y tratamiento de problemas. Por ello, antes de embarcarnos en aquella tarea, debemos preguntarnos por nuestra capacidad para descubrir los nuevos medios ateniéndonos al conocimiento de la naturaleza de los problemas venideros, a fin de constatar las razones por las que no funcionan los medios presentes y averiguar la efectividad de los futuros.

Me aventuro a suponer, como ya intuyó en el siglo pasado el pensador Ernst Jünger, que el nuevo reto acabe constituyendo, si no lo está haciendo ya, un nuevo tipo de hombre que, sintiéndose ciudadano del mundo global, sea capaz de una visión total que abarque la conexión e imbricación de los problemas transnacionales, para lo cual habrá de adueñarse de los medios totales que permitan descubrir y afrontar dichos problemas. Piénsese que un indicio de que este tipo de hombre está ya configurándose es que efectivamente acontece ese conocimiento global del que, en este caso, el sociólogo Emilio Lamo nos hace partícipes. Lo que cabe prever, por tanto, es que los nuevos retos acaben constituyendo un nuevo tipo de ciudadano capaz de respondabilizarse del bienestar de la ciudadanía global:
Ahora bien, en la medida en que los elementos que estaban en la base de la movilización de la técnica eran naturales, mitológicos y planetarios, las fronteras del Estado-nación eran siempre demasiado estrechas para la tarea del Trabajador. Sin duda, no se trataba de un nuevo imperialismo. El imperialismo se basaba siempre en la diferencia entre civilizados y bárbaros y, para una etapa planetaria dominada por el Trabajdor, regía el supuesto democrático extremo de la igualdad de todos los seres humanos como elementos de la movilización mundial de la técnica
(José Luis Villacañas Berlanga, 'Técnica y nihilismo' en Ernst Jünger y sus pronósticos del Tercer Milenio)

miércoles, 12 de agosto de 2009

Retorno a la Metafísica (III)

La ciencia está tan imbricada con la metafísica que no es infrecuente el hecho de que un hallazgo científico eche por tierra toda una concepción metafísica, y al revés, que un nuevo descubrimiento metafísico determine las posibilidades de la ciencia venidera. Un ejemplo de lo primero es el caso del descubrimiento de la naturaleza dual de la luz. En un comienzo se pensaba que la luz estaba formada únicamente por corpúsculos, hasta que, a la vista de nuevos experimentos, se determinó, contradiciendo las leyes más fundamentales de la razón, que la luz consiste en onda y corpúsculo a la vez. Imagino la reacción de sorpresa e incredulidad de los científicos al comprobar que una cosa pueda consistir en una propiedad y su contraria, como si alguien demuestra que la figura de un objeto consiste en ser redondo y a la vez en ser cuadrado.

La admisión de este pensamiento, del descubrimiento de la naturaleza contraria de la luz, supuso el derrumbamiento de toda una concepción metafísica que animó el positivismo de los siglos pasados. En efecto, si, como las evidencias científicas demuestran, la realidad contradice los principios de la razón, no se corresponde a ellos, es inadmisible el axioma metafísico según el cual el mundo se estructura conforme las leyes lógicas y las leyes de la realidad se identifican con los principios de la razón. No es casual, en este sentido, que, al tiempo que aparecieron dichos descubrimientos científicos, florecieran nuevas concepciones metafísicas con la pretensión de integrar dichos fenómenos. Es el caso del perspectivismo, que tan bien formula y sistematiza el filósofo Ortega y Gasset en sus Principios de Metafísica según la razón vital, y que desarrolla a la par de la nueva teoría de la relatividad de Albert Einstein. Según el principio del perspectivismo, la Realidad se organiza en perspectivas diversas, a veces casi idénticas, otras opuestas, pero nunca excluyentes: La realidad cósmica es tal, que sólo puede ser vista bajo una determinada perspectiva. La perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Lejos de ser su deformación, es su organización. Una realidad que vista desde cualquier punto resultase siempre idéntica es un concepto absurdo. (J. Ortega y Gasser, El tema de nuestro tiempo)

Este principio, cuya formulación se la debemos a Protágoras, y quien sabe si a algún otro filósofo anterior, aplicado a la ciencia física, permite integrar fenómenos aparentemente incoherentes o insostenibles, como el caso de la luz. Una de las implicaciones de la nueva concepción metafísica consiste en sostener que la realidad puede organizarse en perspectivas opuestas, sin caer por ello en contradicción. Dicho en otros términos: el perspectivismo implica que puede darse el caso de que un fenómeno se presente de formas opuestas (luz como onda y como partícula), sin que ese hecho contrarie el principio de no contradicción; y, en este sentido, a la luz de la nueva concepción metafísica, cualquier fenómeno contrario a la razón natural constituye algo perfectamente admisible. En efecto, desde el punto de vista de una concepción perspectivista de lo real, que se opone a la posición realista, las propiedades de ser onda y partícula no se refieren al ser en sí de la luz, lo cual sí cabría tachar de contradictorio, sino que, en tanto que cada aspecto o faceta de la realidad debe su existencia al sujeto concreto percibiente (perspectiva), cada propiedad (ser onda o corpúsculo) existe, y existe tal como es, mientras y en cuanto que cada sujeto la conoce. Ello hace sostenible la coexistencia de aspectos o propiedades contradictorios de la realidad, que ya no van referidos a una misma realidad, sino a perspectivas distintas (lo contradictorio, desde el perspectivismo, sería que un mismo sujeto percibiera al mismo tiempo que la luz es onda y partícula, lo cual nada tiene que ver con afirmar, desde una postura realista, que la luz consiste en ser onda y partícula a la vez)

martes, 4 de agosto de 2009

Escrito sobre la ceguera

La lectura durante estos días de la novela de Saramago Ensayo sobre la ceguera me ha hecho reparar en una vieja cuestión que ya los clásicos abordaron. Sin desvelar el argumento, que es más bien una parábola, podemos rescatar de la novela una visión pesimista de la humanidad, o, si no pesimista, cercana a la visión que Buñuel nos ofrece en El ángel exterminador, donde el encierro (in)voluntario que padecen los burgueses acaba despertando en ellos sus instintos más perversos y egoístas. En este caso, el encierro que padecen los personajes de Saramago es ocasionado por una extraña e inexplicable 'ceguera' que, como una epidemia, se va extendiendo y apoderando de la especie humana. Presos de unos ojos que no ven, los hombres, mujeres, ancianos y niños de la ciudad, y luego de todo el país, acaban sucumbiendo a sus instintos e impulsos más oscuros, a esa otra realidad que sólo en situaciones extremas se hace visible y aflora a la superficie de la conciencia.
Pero el verdadero tema de la novela es el de la responsabilidad. En ese mar de destrucción y perversión, la mujer que ve, la mujer del médico, toma consciencia de la brutal dependencia del ser humano respecto a sus sentidos, repara en su falta de voluntad y lucidez para organizar una nueva sociedad de ciegos y se queja de que nadie, ni siquera ella que ve, sea capaz de repensar las nuevas posibilidaes vitales que traería consigo dicha sociedad. El hondo pesimismo se deja entrever en sus palabras finales de que, en realidad, siempre hemos estado ciegos, y es que llevamos demasiado tiempo metidos en la caverna y hemos olvidado nuestra situación de prisioneros.
Sin embargo, y aún considerando la sabiduría de quien así nos advierte, con ocasión de la situación que nos presenta Saramago cabe todavía replantear la cuestión de si verdaderamente puede el hombre potenciar su naturaleza y explorar sus posibilidades vitales sin su facultad sensitiva, si no es la visión el fundamento de toda ciencia, religión y moral, si, después de todo, no es la ceguera el límite que nos separa de las bestias.

lunes, 6 de julio de 2009

Tiempo es lo que somos

Ojeando algunos poemillas que almaceno en el cajón de mis recuerdos he dado con éste que escribí hace tiempo sobre la fugacidad y la vanidad de las obras. Lo he escogido porque cierra una temática que ha estado presente en algunos de los últimos post. Con él además quiero despedirme hasta finales de Julio, cuando regreso de mis vacaciones donde desgraciadamente no tendré acceso a mi blog. Gracias por vuestro interés, vuestros comentarios siempre tan sabios y hasta la vuelta.

Tiempo es lo que somos
Tiempo que no vuelve

Palabra que el tiempo se lleva
Verso que alguien escucha

Vida entre una Nada
De la que no tengo recuerdo

Bendito verdugo del alma



Mayo 2006,

David Porcel

viernes, 26 de junio de 2009

Heidegger y la nueva concepción de la verdad

Para Heidegger, lo mismo que para su maestro Husserl o su coétaneo Ortega, tal como lo cuenta Roberto Torretti en sus Estudios filosóficos 1957-1987, el camino apropiado para descubrir la verdad comienza por dejar de pensar conforme a las concepciones tradicionales de la verdad, que la entienden como una relación adecuada entre las proposiciones y el mundo (verdad como correspondencia) o entre las proposiciones y el sistema a las que pertenecen (verdad como coherencia) A juicio de Heidegger, la verdad no depende de una relación objetiva entre dos realidades independientes al sujeto, y, en este sentido, la tarea del filósofo no puede consistir en descubrir dicha relación, sino que se funda en la presencia inmediata, patente, de lo que las cosas son: la verdad primaria y fundamental consiste en la patencia de lo que es, en su presencia inmediata que se revela al sujeto en el acto de pensar.

Por tanto - y así lo argumenta Torretti -, el giro heideggeriano consiste en dejar de considerar lo verdadero como una propiedad de las proposiciones y en concebirlo como lo que se hace patente, manifiesto, inmediato, al pensar del sujeto. Ese giro tiene sus motivos en el hecho siguiente: si se entiende la verdad como una relación adecuada entre el lenguaje y el mundo (verdad como correspondencia) o entre el lenguaje y el sistema al que pertenece (verdad como coherencia), es necesario demostrar que se da efectivamente esa adecuación, para lo cual necesitamos echar mano de un criterio de verdad anterior a la enunciación de las proposiciones pretendidamente verdaderas: la proposición es correcta si dice lo que de veras son las cosas de que se habla; para establecer la verdad de la proposición hay que conocer la verdad de las cosas; la corrección de la proposición es verdad en sentido derivado, se funda en la verdad primordial: la presencia manifiesta, patente, la patencia de lo que las cosas son - de igual modo - (...) para establecer la verdad de una proposición hay que conocer la verdad de su coherencia, es decir, esta coherencia tiene que ser manifiesta, patente; la patencia del nexo entre las proposiciones resulta ser la verdad en sentido primordial.
Las implicaciones de esta nueva concepción de la verdad han conducido a Heidegger y a sus seguidores a repensar la tradición y a interpretarla no ya como una sucesión de intentos frustrados de alcanzar la verdad, sino como el constante y progresivo redescubrimiento del ser.

Retorno a la Metafísica (II)

Todo conocimiento, para que sea completo y autosuficiente, debe contener una metafísica.

Los axiomas son las definiciones científicas primeras, pero contienen conceptos que exigen una definición de un orden no científico.

La metafísica nace de la necesidad de saber qué es el ser, el ente; de ahí que en el origen de toda ciencia (que se pregunta por el ser de esto o de lo otro) haya una concepción metafísica.

El cientifismo deviene cuando se piensa que la ciencia es un saber autosuficiente, integral e independiente, y se sostiene en la contradicción de negar la metafísica como una forma de conocimiento basándose en una concepción metafísica del ser.

martes, 9 de junio de 2009

Retorno a la Metafísica

En estos tiempos en los que el cientifismo se está apoderando de la opinión general, no está de más recordar el hecho de que la ciencia es un conocimiento subordinado a otras formas de saber, como la metafísica, y que lejos de ir la filosofía al servicio de la ciencia, como han pensado la mayoría de las teorías del conocimiento desde la modernidad, toda ciencia presupone una metafísica.
A mis alumnos trato de mostrarles, no sin ciertas dificultades, que la física, la química, las matemáticas, en sus investigaciones, presuponen una metafísica, de la cual pocas veces son conscientes; y la presuponen porque aquello de lo que hablan (átomos, cuerpos, fuerzas, números, figuras…) son, cuando menos, el ser fundamental, de cuyo conocimiento se ocupa la Metafísica. Así, la física mecanicista que habla de los cuerpos, de sus magnitudes y movimientos, presupone una definición de lo que es un cuerpo, pero también una definición de lo que es una sustancia, que a su vez incluye un conocimiento sobre lo que es el ser. Porque toda ciencia que se ocupa del estudio de lo que hay debe incluir una definición de eso que lo hay (átomos, moléculas, figuras, números...), y todo lo que hay es, cuando menos, ser, ente. De un átomo se puede decir muchas cosas, predicar numerosas propiedades, pero hay una que le es necesaria e indiscutible: la propiedad de ser; de ahí que toda ciencia sobre los átomos haya de tener, aunque sea rudimentaria e inconsciente, una concepción sobre lo que es el ser, sobre el ser del ente.
Ignorar esto lleva al cientifismo. En efecto, si el científico piensa que su ciencia (en general, la ciencia) se ocupa de las cosas últimas, si piensa que su ciencia es un saber autosuficiente, integral e independiente, entonces no considerará otras formas de conocimiento como la Metafísica; en el mejor de los casos, tratará en vano de responder a las preguntas y problemas de ésta. Por ello no está de más recordar que la metafísica también proporciona un conocimiento necesario, sólo que ella se diferencia de las ciencias por el objeto del que se ocupa (ser fundamental, frente a ser derivado) y por la necesidad de fundar la verdad de sus averiguaciones en ella misma (frente a las ciencias, cuyas proposiciones serán verdaderas en la medida que lo sean las proposiciones de la metafísica) Un retorno a la Metafísica supone, en este sentido, no sólo delimitar el quehacer de la ciencia, sino recuperar también la metafísica como forma de conocimiento e instalarla en el conjunto del saber humano.

sábado, 6 de junio de 2009

Poema de una alumna (II)

El racismo, un velo de dolor

El racismo,
un velo de dolor
y de sufrimiento,
que siempre está ahí,
que quien lo lleva lo sufre
como la peor maldad

Una pegatina
que se pone
a quienes son diferentes,
diferentes de raza
y de color,
pero no de alma
ni de corazón

Es la causa de tristeza,
cuando debería ser
de felicidad;
felicidad por ser diferente,
diferente a los demás

Ese velo se quita
simplemente
aceptando a la gente,
simplemente
no juzgándola,
simplemente
siendo amable

¿Cómo puede ser
que una cosa tan sencilla,
cueste tanto a la gente?,
¿que esta vida sea así
con los que no lo merecen?,
ésta es mi pregunta,
a la que nadie me responde

V.V.R. (alumna de 2º de E.S.O.)

lunes, 25 de mayo de 2009

Cuanto más filosofamos, menos sabemos

La filosofía, ¿progresa hacia adelante?, ¿o avanza hacia atrás?, porque ¿se puede progresar, si no es hacia adelante? Parece que la Naturaleza admite esta posibilidad, y si no fíjense en los cangrejos, de los que se dice que que avanzan hacia atrás, de espaldas al punto de partida, aunque yo creo que lo hacen de lado.
La filosofía es, como los cangrejos en el conjunto de los crustáceos, un espécimen extravagante en el conocimiento humano, y es que la filosofía, a diferencia de todas las ciencias, no se ocupa de resolver problemas, sino de problematizar lo ya (supuestamente) resuelto. Se entiende que ese afán de problematizar presupone un progreso, pero regresivo, porque cuanto más avanza la filosofía, de menos conocimientos podemos estar seguros.
La filosofía no progresa como las ciencias en la dimensión horizontal mediante ensanches sucesivos, progresa hacia abajo, en la dimensión de profundidad y su avance consiste en hacerse cuestión de lo que hasta la fecha no había sido cuestionable
Ortega y Gasset, Principios de Metafísica según la razón vital

sábado, 16 de mayo de 2009

La dignidad: ¿un ente de ficción?

Releyendo las conclusiones a las que llega el filósofo José Antonio Marina en su ensayo La pasión del poder, me pregunto si en efecto, como él afirma, la dignidad consiste meramente en una ficción cultural, en un resultado, necesario y evolutivo, de la inteligencia creadora, o contiene una naturaleza objetiva y realizable en el mundo. Marina es un autor nietzscheano, y comparte con el filósofo alemán la idea de que de nuestra naturaleza brota un impulso creador que es el responsable de nuestras invenciones y proyectos científicos, artísticos, políticos. Ilusos creemos que somos sujetos y dueños de la historia, de nuestro porvenir, cuando son otras las fuerzas que verdaderamente rigen y determinan nuestras proyecciones venideras.

Marina piensa que la idea de dignidad resulta de ese ímpetu creador, preservador de la existencia, del deseo natural de sobrevivir y vivir mejor. En efecto, arguye Marina, sabemos que para vertebrar sociedades libres, seguras y pacíficas necesitamos actuar como si todos fuéramos seres dignos, merecedores de respeto, aun cuando en ocasiones nos veamos obligados a admitir que hay acciones o personas que no merecen dicha atribución. La idea de dignidad es una ficción, como Poseidón, el Quijote o los números primos, pero a diferencia de éstos es una ficción necesaria y constituyente de nuestras proyecciones políticas futuras. En cuanto ficción, la dignidad necesita de nuestra creencia en ella para existir y sustentar ese proyecto moral; en cuanto ficción constituyente - concepto acuñado por Marina -, es capaz de sustentar todo ese proyecto democrático, lo mismo que el dinero, en virtud de su valor simbólico, sostiene el actual sistema económico capitalista.

Recuerdo que la lectura de los Estudios sobre el corazón de Ortega y Gasset me hizo sugerir la idea de que la dignidad, lo mismo que la elegancia, la belleza o el bien, al contrario de lo que afirma Marina, podría consistir en una cualidad objetivable y realizable en las personas y sus acciones. Asumiendo este punto de vista, cabría decir de la dignidad, como del resto de valores estéticos y morales, que si bien no es susceptible de ser observada o constatada por los sentidos, a diferencia de las entidades físicas, sí lo es de ser valorada o estimada. Y si lo es, es porque tiene que ser algo, ha de tener una naturaleza, definible y valorable, anterior al concepto que utilizamos para referirnos a ella.

Con Ortega diría, en este sentido, que el concepto de dignidad se inventa, pero para referirnos a algo que está ahí, que estimamos y atribuimos a las personas y a sus acciones, contrariando a Marina, que afirmaría que la dignidad tiene una naturaleza únicamente conceptual, que, como tal, sólo existe en cuanto que es concebida por un colectivo de personas. Desde el punto de vista orteguiano, más próximo al mío, la dignidad sería, como la elegancia, la belleza o la justicia, una cualidad objetiva y realizable en las cosas, que no se inventa, sino que se valora en virtud de la operación de nuestra sensibilidad primaria. En este sentido, si la mayoría de personas, grupos sociales y culturas estimamos la dignidad, es merced a esa sensibilidad que todos compartimos, al sentido interno común, y no, como diría Marina, debido sólo a la conveniencia de fundar sociedades democráticas.

martes, 12 de mayo de 2009

Roma: museo de museos

Con ocasión de nuestro viaje de novios hemos visitado la ciudad de Roma, durante una semanita, que no da para mucho, aunque sí el tiempo suficiente para hacernos una idea clara de ella. Lo que más nos ha impresionado de la ciudad son los contrastes que irradian de sus calles, de sus lugares, visitados y no visitados, de su clima, de sus gentes..., en fin, de todo cuanto define Roma. Tan pronto la ciudad te rodea de sus obras milenarias como te lleva por sus grandes avenidas comerciales y concurridas;






tan pronto te obliga a participar de su tráfico caótico, misterioso porque funciona, como te conduce a espacios naturales donde poder disfrutar de ese silencio tan añorado en las grandes urbes....







Roma, sin duda, es una ciudad de una elocuencia encomiable, que nos habla de su historia, que es la historia de occidente, de su cultura, tan próxima a la nuestra. De Roma se debe decir que no sólo contiene museos, sino que toda ella es un museo, un museo de museos, en continua restauración.


martes, 21 de abril de 2009

Ciegos al milagro

La mejor expresión de esta armonía es la Ley; la Ley es una de las más recientes conquistas del espíritu humano; hay aún pueblos que viven en un milagro perpetuo y que no se extrañan de ello. Por el contrario, somos nosotros quienes deberíamos extrañarnos de la regularidad de la naturaleza. Los hombres piden a los dioses que les demuestren su existencia mediante milagros; pero la maravilla eterna es que constantemente hay milagros. Por eso el mundo es divino, ya que por eso es armonioso. Si estuviera regido por el capricho, ¿qué nos demostraría que no es por el azar?
Henri Poincaré, El valor de la ciencia

martes, 7 de abril de 2009

Aforismos varios (III)

Para Ana Belén,
La verdad es ajena al interés, al beneficio o al prestigio social, de ahí que quien la busque, viva retirado de la sociedad

No se puede experimentar la muerte, como no se puede dormir estando despierto

Nada sabemos de la muerte; y, sin embargo, la asemejamos más a los sueños que a la vigilia

Es la intensidad del día, y no su relación respecto a la noche, la que nos descubre el amanecer, el mediodía o el atarceder
Abril, 2009

viernes, 3 de abril de 2009

Al llegar la paz

Al llegar la paz, atribuí a la tarde el milagro:
la presencia doblada de los juncos que la contenían
y el espacioso silencio de su ritmo vital condenado a morir.

Quise decirla, desparramando las sílabas al viento que caían a plomo en la espuma.

Y nadie me oyó.

Era el milagro.

"Que la tarde sea eterna y que el sol se enzarce en la tela roja de sus rayos",
murmuré.


Miguel Porcel Berdala 21/3/2009

jueves, 26 de marzo de 2009

Recibimos el Meme-Premio Limonada


Hace unos días el blog Antes de las cenizas (http://antesdelascenizas.blogspot.com/), que tanto interés y expectación despierta en sus lectores asiduos y ocasionales, nos agració con la entrega del Meme-Premio Limonada, gesto que nos satisface y le agradecemos profundamente.
Las normas del Meme-Premio son:
1. Poner el logo en el post o en el blog.
2. Nominar al menos a otros 5 blogs que muestren gran Actitud y/o Gratitud
3. Asegurarse de enlazar bien a los nominados en el post.
4. Hacerles saber que han recibido este premio mediante un comentario en su blog.
5. Esparcir el amor y no olvidarse de enlazar a quien te premió
Llega el momento de premiar a esos blogs tan leídos:
Filosofía comentada en http://filosofiacomentada.blogspot.com/, por su incansable labor de investigación histórico- filosófica
Educación y filosofía en http://educayfilosofa.blogspot.com/, que tantos temas de interés aborda relacionados con la enseñanza de la filosofía
Pensamiento en imágenes en http://joseluismolinuevo.blogspot.com/, verdadero referente para la comprensión de la estética contemporánea
Phiblógsopho en http://phiblogsopho.blogspot.com/, un descubrimiento reciente que tantos debates suscita
Añalejo de indolencias en http://indolenciasdejavier.blogspot.com/, por su buen hacer literario y profundización filológica
Un saludo agradecido a todos aquellos lectores que han recibido su soplo de conocimiento, y mi más sincero agradecimiento a todos aquellos blogs de los que tanto he aprendido y sigo aprendiendo, que no puedo aquí enumerar por ser la lista incalculable.

jueves, 19 de marzo de 2009

Vuela, vuela, paloma de las lenguas

Memoria de Miguel de Molinos, místico aragonés condenado en Roma en 1693

Vuela, vuela, paloma de las lenguas.
Ni la luz ni el aire podrá librarte
del encuentro con el trueno y con la arena
de la lengua cortada:
sabrás, así,
del silencio, de la noche y la ceniza,
pues carne serás del mismo fuego
donde arden los santos y las brujas
y las letras y sus dedos amados que las arman sin cese.

(Pascua de Pentecostés, 2004)

lunes, 16 de marzo de 2009

Poema de una alumna

La vida

La vida es preciosa
perfecta y bonita
como una rosa

Su pétalo, un beso
una mirada, un recuerdo
que desaparece como una lágrima al viento

Todo ha acabado
Un pétalo se desvanece
como si nada hubiera pasado

El aire se lo lleva
lo eleva
y desaparece

V.V.R. (Alumna de 2º E.S.O.)

martes, 10 de marzo de 2009

Palabras de un físico sobre la metafísica

¿No es toda ciencia, al menos, una ontología?, ¿dónde comienza la física y acaba la metafísica?, ¿es posible una física sin metafísica?; ¿no necesita la razón de la fe, de una convicción fundamental sobre lo que el mundo es?, ¿cuál es la función de la fe en la construcción científica del mundo?, ¿qué supone el cambio de creencias fundamentales para la ciencia?
Una respuesta:
La metafísica constituye la punta del estandarte del ejército del conocimiento, los puestos más avanzados durante la penetración en un país enemigo desconocido; son imprescindibles aunque, como todo el mundo sabe, se encuentran expuestos a un grave peligro. O bien: la metafísica no pertenece al edificio del conocimiento pero, sin embargo, es el andamio de madera al que no se puede renunciar para continuar edificando. A lo mejor está permitido afirmar que: la metafísica se transforma con el correr del tiempo en física -por supuesto, no en el sentido en el que podía aparecer antes de Kant-; o sea, nunca asegurando poco a poco la opinión insegura, sino aclarando y modificando el punto de vista filosófico.
Erwin Schrödinger, Mi concepción del mundo

miércoles, 4 de marzo de 2009

Más sobre el plan Bolonia

Hace unos días el blog Antes de las cenizas, firme en su propósito de criticar y oponerse argumentativamente a la tendencia educativa vigente en nuestro país, nos invitó a reflexionar sobre el proceso de Bolonia y su implicación para la filosofía y su lugar en la educación. En lo fundamental no puedo estar más de acuerdo con lo expuesto en el post que publica dicho blog, y que titula La basura que viene de Bolonia. Su tesis principal, que compartimos en su totalidad, viene a afirmar que el problema fundamental de la educación actual, al menos la de nuestro país, consiste en un sistema determinado a frenar y dificultar el desarrollo natural de la razón y la búsqueda natural del conocimiento por el conocimiento. El funcionamiento del sistema educativo, tal como actualmente está concebido, lejos de favorecer la investigación científica y la discusión crítica y abierta sobre propuestas pedagógicas, se basa en la imposición de programas, proyectos y recursos cuyo fin último consiste en que el estudiante y el educador adquieran una serie de habilidades y estrategias ‘supuestamente’ necesarias para la buena investigación y docencia. Desde esta perspectiva, el buen hacer en el aula no pasa por la profundización y la adquisición de nuevos conocimientos de la materia que se imparta, sino por la adquisición de habilidades pedagógicas aplicables a toda situación. De lo que se trata es de construir ‘hombres hábiles’, sagaces, competitivos, y cuanto menos se cuestionen su circunstancia mejor.

Al hilo de estas ideas, me viene a la mente una idea del ensayo recientemente publicado de José Antonio Marina La pasión del poder, muy recomendable para todo lector interesado en profundizar en la naturaleza del poder (lo tenéis en Anagrama), que hace referencia a la necesidad de pensar en una educación que prevenga al ciudadano de las estrategias de dominación del poder y le predisponga a ejercer plenamente su libertad:

Maquiavelo escribió: "Yo he enseñado a los príncipes a ser tiranos, pero también he enseñado al pueblo a destronar a los tiranos." Al estudiar cómo se configura el sujeto de poder, cuáles son sus mecanismos, recursos y estrategias, me interesa averiguar también cómo se pueden desactivar las estrategias de la dominación injusta. De la misma manera que hubo una copiosa literatura de manuales de educación del príncipe para ejercer el poder, necesitamos manuales de educación del ciudadano para ejercer la libertad. Y en uno de sus primeros capítulos habría que enseñarse a desenmascarar al poder, a deconstruir sus mitologías.


Volviendo al tema Bolonia, pienso que la implantación de dicho plan, si bien puede llegar a entorpecer la libre investigación, no podrá acabar con el ímpetu filosófico, de búsqueda de la verdad, consustancial al ser humano. Mientras sigamos siendo conscientes de nuestra ignorancia, de todo lo que nos falta por saber, seguiremos empeñados en buscar la verdad en las diferentes disciplinas del conocimiento. Me remito a mi experiencia como docente, que me confirma la existencia de alumnos más empeñados en comprender la teoría de la relatividad de Einstein o el método dialéctico de Platón que en pasar el tiempo ante el televisor, Internet o el Power-Point. Pero lo que no hay que olvidar es que la filosofía, diversificada también en las ciencias, debe ejercerse como una actividad libre y crítica, de forma creativa y creadora, alejada de imposiciones y determinaciones externas. No se aprende a filosofar, sino que se filosofa aprendiendo, aproximándonos a la verdad; y la educación, como también nos recordaba Ricardo Moreno en su ya célebre Planfleto antipedagógico, en primer lugar debe de potenciar nuestras capacidades y hacer incrementar nuestros conocimientos, porque sólo así, con los conocimientos previos adecuados y habiendo ejercitado nuestras facultades, podremos dedicarnos cuando sea menester a esa encomiable tarea que es la búsqueda de la verdad.

domingo, 1 de marzo de 2009

Cuando te vayas, recoge mi silencio

Cuando te vayas, recoge mi silencio.

Cuídalo, y cuídate de él, pues ahí sigue al acecho mi dolor.

Acarícialo como se acaricia a un pájaro,

Y déjalo volar hasta que el aire sea sólo la luz que preña la montaña de hielo.

Allí tililará el silencio, liberado

En una soledad que nunca podrá ni ser soñada,

Y, ya en el centro, quieto, donde gravita la noche,

Irá dejando su aliento en el destino de las cosas leves

Que tus pies pisarán donde el destierro te lleve



Miguel Porcel Berdala,
Larués, 6 de diciembre de 2004

sábado, 21 de febrero de 2009

Las cosas pueden ser y no ser

La epistemología clásica (pienso en Parménides, Platón, Aristóteles) entiende el principio de tercio excluso (exclusión de un tercero) como un principio determinante de la estructura de la realidad; como tal, hace que ésta no sea de cualquier forma, sino de una manera determinada, limitada. Así, haciendo uso de este principio, puede decirse de culquier cosa, sin riesgo a equivocarse, que es o no es, que tiene forma esférica o no la tiene, que es blanca o de cualquier otro color, y así sucesivamente. No puede decirse, en cambio, al menos sin que le tachen a uno de haber perdido el sano juicio, que una cosa es y no es, que es esférica y cuadrada, blanca y amarilla...., pues estas propiedades que se predican de las cosas son entre sí excluyentes por referise a lo mismo y al mismo tiempo.
Un hecho que revolucionó este modo de pensar fue el descubrimiento que realizaron físicos como Albert Einstein (1879-1955) o Niels Bohr (1885-1962) sobre la naturaleza de la luz. Los nuevos hallazgos en física cuántica revelan, contra el modo de pensar clásico, que la realidad no se comporta conforme a los principios lógicos del pensamiento, como el de identidad o el de tercio excluso. Desde luego resulta extraño, ajeno a la intuición, que la luz sea, a la vez, onda continua (como las de la superficie de un estanque) y partícula localizada (como una bola pequeña de acero), pero los continuos experimentos que se han hecho desde aquel descubrimiento revelan en la naturaleza de la luz la presencia de propiedades tradicionalmente consideradas como excluyenes y contradictorias. El principio de tercio excluso deja paso a lo que el físico Niels Borhr llama principio de complementariedad, que insiste en la necesidad de referir a las cosas pares de propiedades aparentemente excluyentes, pero ambas necesarias para una comprensión completa del fenómeno. A la luz del nuevo principio se dice que un electrón es onda y partícula a la vez, pues, aunque ambas propiedades no se manifiesten fenoménicamente al mismo tiempo (¿cómo iban a hacerlo?), los experimentos demuestran su existencia conjunta.
Las cosas no son lo que parecen, ni como pensábamos que debían ser. Ahora resulta que las cosas pueden ser y no ser, al mismo tiempo y en un mismo aspecto.

lunes, 16 de febrero de 2009

Un llamamiento a lo sagrado

Nosotros científicos (...) apelamos a la comunidad religiosa del mundo para comprometernos a preservar el medio ambiente de la Tierra (...) Como científicos, muchos de nosotros hemos tenido experiencias profundas de respeto y reverencia ante el universo. Nuestro hogar planetario debe considerarse sagrado y los esfuerzos por salvar el medio ambiente deben ser infundidos con una visión de lo sagrado (...) Esperamos que este llamamiento estimule un espíritu de causa común y acción conjunta para salvar la Tierra.

Carl Sagan

domingo, 1 de febrero de 2009

El igualitarismo: causa de desigualdad

La idea de igualdad, tan necesaria en el conocimiento de la aritmética y de la geometría, aplicada a las sociedades humanas, puede producir efectos contrarios a los propósitos de su aplicación. Pensemos, por ejemplo, en el ámbito de la educación, más concretamente, en el de la Educación Secundaria Obligatoria, en el que una diversidad creciente de alumnos sigue un mismo programa educativo con similares itinerarios y asignaturas. La idea que anima este propósito, se supone bienintencionado desde un comienzo, es la de igualar a los alumnos en lo que respecta a sus conocimientos y actitudes. En efecto, no se obligaría a los alumnos a cursar dicha etapa educativa, si no se pensara en la conveniencia de recibir todos una misma educación básica, preparatoria para futuros programas y estudios. Sin embargo, este empeño acaba materializándose en una realidad, la de las aulas del día a día en el Instituto, que, lejos de favorecer el aprendizaje común, lo dificulta y, para el perjuicio de todos, en ocasiones, lo llega a impedir.

No viene mal recordar que la realidad social de un aula, sobretodo en los niveles de la E.S.O., se traduce en una variedad absoluta de preferencias, aptitudes y actitudes, encarnadas en adolescentes procedentes de diferentes contextos culturales y poseedores de unas cualidades personales y propias: Hay alumnos aplicados y, dentro de éstos, están los inquietos y los conformistas, los ambiciosos y los 'pelotas'; luego están los alumnos que no terminan de aplicarse, los que 'pasan' de atender y tomar notas en clase, pero que luego estudian en casa cuando sus compañeros no les ven; también los hay 'saboteadores’, alumnos que ante todo prefieren sabotear la clase, aun sabiendo del castigo consecuente, y los alumnos inadaptados, que nunca terminan de sentirse bien en ningún grupo; y están también los alumnos impasibles, que no se inmutan por nada, a los que todo les resbala, más todavía los cultismos y los conceptos...., y así muchos otros más.

Teniendo en cuenta esta diversidad social, pensamos que cualquier pretensión educativa de igualar las diversas actitudes de un grupo de alumnos está condenada al fracaso, si éstos no poseen, al menos, una serie de disposiciones compartidas, exigibles para la asimilación de un buen comportamiento. Por lo mismo, la pretensión de igualar cognitivamente a un conjunto de individuos puede llevarse a buen término, pero sólo si éstos presentan al menos similares conocimientos previos y capacidades, así como una mínima disposición previa para el aprendizaje, hechos que por lo general no se dan. El problema a nuestro entender, por tanto, consiste en la inexistencia de este conjunto de factores comunes, imprescindibles para un desarrollo y crecimiento conjunto de los estudiantes. Como la variedad de intereses y preferencias, de conocimientos previos y aptitudes, es muy vasta y acentuada, no hay principio ni programa educativo alguno que consiga materializar ese ideal de igualdad social, produciéndose el efecto contrario de dificultar un aprendizaje común de calidad.

sábado, 31 de enero de 2009

Aforismos varios (II)

No es el pensamiento, sino el deseo, el origen del ser: 'deseo, luego soy'

La muerte, como lo negativo y lo opuesto a la vida, es un fantasma, una ilusión, no tiene entidad propia; existe sólo como anticipación del yo, que la teme, la espera, la vive.

Es el lenguaje, y no el mundo, la casa del ser, de Dios, del no ser.

La realidad es otra ficción, pero necesitamos contar con ella, creer que es real

Si el lenguaje tiene su origen, es algo que nunca sabremos.


31 de Enero de 2009

martes, 27 de enero de 2009

¿Podemos dejar de ser griegos?

Uno no necesita conocer las doctrinas y escritos de los grandes maestros de la Antigüedad, de Platón y Aristóteles, no necesita haber oído nunca sus nombres, para estar, sin embargo, bajo el hechizo de su autoridad. Su influencia no sólo se ha dejado sentir sobre quienes aprendieron de ellos en la Antigüedad y en los tiempos modernos; todo nuestro pensamiento, las categorías lógicas en las que éste se mueve, los esquemas lingüísticos que utiliza (y que por consiguiente lo dominan), es en cierto grado una elaboración y, en lo fundamental, el producto de los grandes pensadores de la Antigüedad.
Theodor Gomperz, Pensadores griegos

viernes, 23 de enero de 2009

Paradojas

Paradoja 1: Según el principio de verificación empírica, un enunciado es científico si se comprueba que lo que dice se corresponde con aquello de lo que habla, pero para comprobar que un enunciado observacional - ' ahora el mercurio marca 11 grados de temperatura' - es cierto, debemos primero verificar otros enunciados que resultan ser inverificables - 'más allá de mis sensaciones subjetivas existen unos cuerpos reales, como el mercurio', 'mis sensaciones son indicadores fiables de lo que sucede en realidad, como que el termómetro marca 11 grados de temperatura'. - En efecto, toda verificación presupone admitir que mis sensaciones son fiables, de ahí que no puedan verificarse empíricamente enunciados como 'mis sensaciones son indicadores fiables de lo que sucede en realidad'.

Paradoja 2: El falsacionismo de Popper, por un lado, define la actividad científica como una ‘aproximación a la verdad’, considera la verdad objetiva como la guía del esfuerzo intelectual, pero, por otro lado, nos dice que no hay forma alguna de asegurar que se ha alcanzado la verdad. Entonces, ¿qué constancia hay de que exista la verdad, si no podemos asegurar que una teoría sea verdadera? Se habla del método crítico de búsqueda el errores, pero ¿en aras de qué verdad?

viernes, 16 de enero de 2009

Remedios contra la estupidez

El espíritu se deja atraer, por pereza y por costumbre, a lo que es fácil y agradable. Este hábito pone límites a nuestro conocimiento, y nadie se toma el trabajo de llevar a su espíritu todo lo lejos que podría ir.

F. DE LA ROCHEFOUCAULT

Muchos adolescentes acaban renunciando a sus expectativas profesionales antes de intentar alcanzarlas, muchas veces, por culpa de una serie de creencias equivocadas sobre sus talentos y capacidades intelectuales. ¿Cuántas veces hemos escuchado de nuestros alumnos: 'Profesor, esto no lo sé hacer, mi cabeza no me da', 'Mira profe, yo sé que no valgo para Bachillerato, a lo sumo para hacer un Grado Medio', '¿La Universidad?.... Eso me va muy grande, yo aspiro a menos, es que no soy tan listo como los demás....? Hay alumnos que prefieren aparentar ser tontos a tener que trabajar, pero los hay también que renuncian a trabajar porque verdaderamente se creen tontos. Decía Dalí que el primer requisito para ser un genio, en cualquier materia, es creer serlo; por lo mismo, la primera condición para acabar siendo un tonto es creérselo. La creencia sobre las posibilidades personales, que el niño se forma condicionado por la percepción que de él tienen sus padres y maestros, condiciona sin duda el grado de realización de dichas posibilidades. Esta es una de las tesis que el profesor Ricardo Moreno expone en su diagnóstico de la educación actual Panfleto antipedagógico. El remedio que propone para prevenir la estupidez es sencillo y eficaz: consiste en provocar situaciones que estimulen en el alumno la confianza en sus facultades y el descubrimiento de posibilidades que ignoraba.

sábado, 10 de enero de 2009

El libro: una extensión del espíritu

De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación.
J.L. BORGES

jueves, 1 de enero de 2009

Pasos

PASOS

Seca la tierra después de tantos soles, de tantas noches de cadáveres sin lunas, de tantos vientos despiadados, llora y de sus propias lágrimas brota la última yerba, reverberada como reflejo de fuego. Yerba que habla como la vida y las piedras. Y dice: por estas tierras marcharon egregios caballeros, anónimos ahorcados y hombres de bien. Nada más dirá la humilde brizna y la tierra espera de los desaparecidos al menos el abrazo de una mirada.


(Miguel Porcel Berdala, 7 de Octubre de 2000)