¿Otro año más? No me lo
puedo creer, como si la locomotora de la vida tuviera prisa en llegar. ¿Pero a
dónde? La vida, decía Chaplin de Candilejas, es más deseo y no tanto sentido, o
significado. Y no andaba desencaminado, si observamos a la rosa florecer y al
girasol seguir mirando. De luz es de lo que se compone la vida, y de poco más.
Una luz, que como la del cuento oriental, solo puede ser buscada, o caminada, o
incluso respirada, pero no comprendida. ¿Cómo el concepto habría de apresar lo
que ni la ciencia puede decir? ¿Cómo la palabra podría albergar lo que solo el
corazón sabe?
¿Cómo no escuchar cuando, en la noche, llaman a la puerta? Quizá sea una voz necesitada, de dulzura, o
quizá Galileo implorando algo más de belleza, o el fuego de anteayer, que pide
ser crepitado, hasta que ya no pueda calentar más. ¿Y si fueran nuestros antepasados?
Pobres, míralos, acallados con tanto ruido informativo, aparecen ahí, también
en sueños, queriéndote recordar que, pese a todo, continuas en pie como el día
que viste a la primera luz atravesar la cortina, quizá del color del fuego.