sábado, 26 de marzo de 2022

Tan de trámite

En una de esas horas privilegiadas en que te cruzas con alguien, le miras, y juntos decidís dejar lo que estabais haciendo y poneros a charlar, como dos buenos amigos en los días en los que todavía se trabajaba la tierra, me decía un compañero, sabio él, que el problema de la enseñanza es, básicamente, el atolondramiento. Y es que vamos tan atolondrados –maestros y profesores- que apenas reparamos en lo que hacemos, ni mucho menos pensamos sobre ello. Sencillamente, actuamos. Por decreto. Y además lo hacemos a todas horas, conectados como estamos a la imperiosa red telemática de la urgencia y la señal. Y así –continuaba-, hemos perdido, o nos han perdido, las fronteras con las que antes contábamos para delimitar nuestros quehaceres y organizar nuestras labores. Que si había una hora de padres para tratar sentados uno frente al otro asuntos de incumbencia; dos o tres horas de preparación de clases, y otras tantas para organizar las actas de departamento o las actividades extraescolares. Y el caso es que ahora vivimos tan alejados de aquellas fronteras que cualquier hora nos sirve para hacer cualquier cosa. Cualquiera, del signo que sea, con tal que responda a la urgencia y apague la señal hasta nuevo aviso:



                                                                          Fotografía de Alan Collado, 4ºESO


“Una inmensa y bulliciosa maraña de imágenes, de connotaciones y conexiones y señales, acapara y suplanta cada vez más automática e inapelablemente todas las cosas y los hechos y determina cada vez más nuestras relaciones con todo, y el intrincado y magmático dispositivo del mundo que así se crea a lomos del imparable avance de los cálculos y procedimientos tecnológicos hace quizá de nosotros no mucho más que meras terminales, meros mecanismos binarios de recepción y emisión  de embaucamientos, meros sustitutos plásticos de nosotros mismos encantados por lo demás con nuestra naturaleza de desecho, de receptor y transmisor, de número de más en una audiencia o en un volumen de ventas o de menos en cualquier cosa que pudiera tener que ver quizá con nuestra mejor posibilidad. Demasiada poca cosa en las cosas y demasiado poco reposo en los momentos, demasiado aturdimiento en las acciones; demasiada nada muchas veces que sin embargo lo parece todo.” (J.Á. González SainzLa vida pequeña)

Miedo occidental

Leyendo a Tanizaki reparo en la importancia del espíritu a la hora de entender, y de configurar, la cultura. Hay espíritus más conformistas, y otros, sin embargo, más obcecados en el poder y el emprendimiento. Los hay que se pliegan a lo que les viene dado, y otros buscan remar enseguida descubren el río. El espíritu de los primeros –dice Tanizaki- tiende a buscar la belleza en la oscuridad, en lugar de negarla inventando la electricidad y el petróleo. Y cito de El elogio de la sombra: “¿Cuál será el origen de esta diferencia en nuestros respectivos gustos? Yo pienso que nosotros los orientales tratamos de hallar satisfacción en las condiciones que nos han sido dadas y tendemos a conformarnos con nuestra situación. Ante la oscuridad no mostramos descontento, nos plegamos a ella como a algo irremediable. Si la luz es pobre, que lo sea, no hacemos de ello problema. Nos sumergimos en las tinieblas, en pos de una belleza que solo ahí puede existir. Los occidentales, dotados de espíritu emprendedor, aspiran siempre a algo mejor. En su constante búsqueda de la claridad, en su afán por desterrar hasta el último rastro de la sombra, pasaron de las velas a las lámparas de aceite, del aceite al gas y del gas a la electricidad.”



                                                   Fotograma de Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera


Y el caso es que, desde niños, nosotros -los occidentales- nos resistimos a creer que el mundo es como se nos presenta y buscamos apagar la oscuridad de las cosas. A veces, cerrando los ojos; otras, pulsando presurosos el interruptor. De alguna manera, hacemos de la seguridad y de la orientación nuestras necesidades fundamentales, y nos revolvemos, si despertamos de la cama no sabiendo dónde está el cabecero y dónde su pie. Es por ello por lo que seguramente vivimos instalados en la Tecnología, símbolo esplendoroso de control e inconformismo, en lugar de dejar que la Naturaleza se exprese según su necesidad y lenguaje. Y es por ello por lo que seguimos instalados en el miedo, de que algún día todo se derrumbe y nos quedemos a solas a la intemperie.