El valle solo admite escucha. Nadie puede alzar la voz, y aunque lo hiciera no se oiría. Como la vela que prende la cera, su claridad nos protege de la oscuridad de las cosas, y de su vanidad. No hay detalles que urjan y todo es un regalo a su paso.
El valle también acoge habitantes, pero estos no se dejan ver. Se esconden como el otro lado. Quizá en la noche, cuando ya todo es regalo, pura generación, salen para descubrirse a las estrellas.